Sacerdotes y un jefe policiaco asesinados: un violento inicio de semana en México

Tres días después del Día de la Independencia en México, el festejo se ha terminado y el país está sumido en una resaca de realidad.

La noche del domingo 18 de septiembre, en Poza Rica, Veracruz, los sacerdotes Alejo Nabor y José Alfredo Suárez de la Cruz, de 50 y 40 años, respectivamente, fueron sacados de la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima por un grupo armado.

Un día después, sus cadáveres fueron hallados por policías que participaban en un operativo de búsqueda y rescate en la zona norte del estado. Los restos estaban maniatados, con evidencia de tortura y heridas de bala en diferentes partes del cuerpo, en un paraje conocido como "La Curva del Diablo".

Hasta el momento, la policía no ha informado de la aprehensión de los responsables y se desconocen los motivos del doble homicidio, aunque medios locales dibujan dos posibles escenarios: un robo que, al ser resistido por los párrocos, terminó en la privación de su libertad y asesinato o una venganza del crimen organizado por las exigencias de los sacerdotes de mayor presencia policiaca en la zona.

Desde mediados de este año, Poza Rica ha vivido un alza de crímenes — extorsiones, secuestros, ejecuciones a plena luz del día, principalmente — que ha provocado la intervención del gobierno federal; pero la violencia continúa.

En 2014, el Centro Católico Multimedial publicó un informe titulado "Reporte Anual 2014: El Riesgo de ser Sacerdote en México" en el que señaló a México como el país más riesgoso de Latinoamérica en aquel año, con 35 ministros de culto asesinados en los últimos 24 años.

El mismo lunes, cuando se supo del asesinato de los párrocos, fue hallado sin vida el alto mando policiaco Tomás Hernández Martínez, director general de la Policía Estatal de Guerrero, y su esposa.

Los cuerpos de ambos fueron encontrados con múltiples heridas de arma blanca y con huellas de tortura en el interior de su casa en el puerto turístico de Acapulco.

"Hechos como estos representan una enorme pérdida no tan solo para la institución, sino para la ciudadanía en general que requiere de hombres y mujeres como el extinto Director General de la Policía Estatal, Tomás Hernández Martínez, quien cumplía cabalmente con sus deberes sin importarle las adversidades que tuviera que afrontar", publicó la Secretaría de Seguridad Pública de Guerrero en un comunicado.

El puerto se ha convertido, desde hace al menos seis años, en un campo de batalla entre cárteles — como Guerreros Unidos, Los Rojos, el Cártel Independiente de Acapulco, los Beltrán Leyva, entre otros — que se disputan la venta de droga y el negocio de las extorsiones. Pese a los intentos del gobierno federal, estatal y municipal, Acapulco hoy promedia unos 80 asesinatos al mes y varios de ellos en plena zona hotelera y a la vista de las autoridades.

Guerrero, por otro lado, es un foco rojo de la violencia en México, donde 50 grupos criminales se disputan el control de la entidad, primer lugar nacional en producción de opio y bautizada por sus propios legisladores como "el epicentro del dolor nacional".

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