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VICE World News

Sobre cómo el lanzamiento del cohete norcoreano podría provocar una guerra entre China y EEUU

El plan del Pentágono de instalar un sistema avanzado de misiles de defensa en Corea del Sur podría tener tanto que ver con Pekín como con Pyongyang.
Test de la estadounidense Terminal High-Altitude Area Defense en 2013. Imagen vía US Missile Defense Agency.
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Corea del Norte ha dado un nuevo pequeño paso adelante en su irrisorio y chapucero programa espacial y ha ejecutado una formidable nueva acrobacia en su camino hacia su aislamiento del resto del mundo. Lo hizo este domingo, cuando, por enésima vez, se pasó por el forro las resoluciones de Naciones Unidas y lanzó un cohete de largo alcance provisto de un satélite al que poner en órbita.

El satélite ha sido bautizado oficialmente como Kwangmyongsong-4 (estrella luminosa), en homenaje a un poema escrito por el fallecido dictador Kim-Jon Il. El satélite, en cuanto a capacidades observacionales de la tierra se refiere, cubre un espectro de funciones no especificado que iría de la meteorología a la planificación urbana, pasando por el reconocimiento. Lo único que se sabe públicamente en Occidente es que el satélite ha sido situado en una órbita de lo más precisa y específica, muy adecuada para las labores de observación de la Tierra. La agencia de espionaje de Corea del Sur, por su parte, ya ha hecho saber que le parece un pedazo de chatarra espacial que no tienen ningún objetivo conocido y que no sirve para nada.

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La mayor preocupación es que Corea del Norte, que hace apenas dos semanas ya condujo un ensayo con una presunta bomba de hidrógeno, esté empleando su programa espacial como una artimaña para encubrir el desarrollo de su tecnología de misiles balísticos. Semejante maniobra podría permitirle arrojar algún misil nuclear sobre la costa Oeste de Estados Unidos. En respuesta, ha vuelto a salir a colación que Estados Unidos está ignorando las objeciones de China a colocar un interceptor de misiles en Corea del Sur, que podría derribar cualquier misil balístico lanzado desde Pyongyang.

Ayer lunes el Pentágono señaló que espera destacar el sistema antimisiles al que se conoce como Terminal High-Altitude Area Defense (THAAD) en Corea del Sur lo antes posible. Si las negociaciones van por buen puerto, el sistema podría estar funcionando en dos semanas.

"No queremos poner una fecha, pero lo cierto es que nos gustaría que el movimiento se llevara a cabo lo antes posible", ha señalado el portavoz del Pentágono Peter Crook a la agencia de noticias AFP. "Estamos arrancando la rueda de consultas ahora mismo con los surcoreanos, y esperamos que todo se resuelva de manera fulminante".

El debate sobre si es necesario o no instalar el sistema THAAD en Corea del Sur sigue en el aire — y puede que tenga más que ver con China que con Corea del Norte.

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Para empezar, el cohete de largo alcance coreano, el Unha-3, deja bastante que desear como misil balístico intercontinental (ICBM en sus siglas inglesas) que es. Se trata de un misil que exige ser disparado desde una posición elevada que resulta de lo más vulnerable, sería preferible lanzarlo desde un silo blindado, que siempre un escenario que siempre estaría mucho mejor preparado contra cualquier ataque. Cargar al cohete con su propulsor, una pieza de ingeniería explosiva, tóxica y corrosiva, lleva un par de días — periodo durante el cual, el cohete se queda sentado ahí, en el lugar de lanzamiento, y en el que se convierte en un objetivo extremadamente fácil para cualquier misil de largo alcance.

Solo existen un puñado de lugares de lanzamiento que puedan hacerse cargo del misil, de modo que para Estados Unidos o Corea del Sur no debería de resultar difícil deshacerse de todos esos emplazamientos vulnerables en un periquete. En teoría, a Corea del Norte le sería posible cargar un par de cohetes de antemano y lanzarlos tan buen punto estalle la guerra. Claro que si la guerra ya está en marcha, los lugares de lanzamiento serán historia. Y ello significa, por encima de todo, que el Unha-3 no tiene demasiadas virtudes como arma estrictamente militar, a pesar de que algunos creen que ha sido únicamente empleada para calibrar sus virtudes tecnológicas.

Si uno asume que los norcoreanos han estado haciendo sus deberes y se han dedicado a desarrollar un dispositivo nuclear lo suficientemente pequeño para que quepa en un cohete, el lanzamiento del Unha-3 podría ser el indicador de que Pyongyang ya cuenta con el poder suficiente — o de que podría hacerlo en breve — para arrancar una guerra a gran escala en la que podría desplegar una serie de legendarias ofensivas nucleares contra las bases militares de Estados Unidos en Corea del Sur, Guam, Hawai y, quizá, hasta en la Costa Oeste. Claro que nadie cree que los norcoreanos estén lo suficientemente locos como para acudir a una ofensiva nuclear por sorpresa. Y menos aún, que tal sea el movimiento inaugural de una guerra contra un país capaz de contraatacar con cientos de ojivos nucleares.

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Pero incluso en caso de que los norcoreanos decidan arrancar un juego de guerra termonuclear, el destacamento de los THADD tendría una relevancia irrisoria respecto al uso potencial del Unha-3 como misil nuclear. Lo cual tiene más que ver con el funcionamiento del THAAD, que con ningún otro as que el régimen de Pyongyang pueda tener en la manga.

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Derribar misiles balísticos arrojados contra ti es extremadamente complicado, y los estrategas militares prefieren, generalmente, probar unas cuantas veces los ojivos nucleares antes de hacer nada, no sea caso de que yerren un par de veces. Eso es lo que se llama en el argot de los misiles como "defensa laminada". El THAAD es un flamante sistema que pretende añadir un mayor alcance, uno con mayores virtudes interceptoras que la defensa laminada, lo que supondría aumentar el alcance de los sistemas preexistentes. Si todo sale de acuerdo con lo previsto, el THAAD debería de derribar a los dispositivos nucleares en camino tan buen punto como reingresen en la atmósfera, en alturas de hasta 150 kilómetros y alcances de hasta 200 kilómetros. El sistema está apuntalado sobre una tecnología en radares capaz de seleccionar objetivos que estén hasta a 1.000 kilómetros de distancia.

Así que ahora mismo, a grandes rasgos, podría decirse que el THAAD está a punto para derribar misiles. Y lo cierta es que no sería imposible incorporarle la capacidad de derribar también a aviones desde la distancia. Si puedes alcanzar un misil balístico en camino; alcanzar a un avión en el cielo, no debería de ser tan complicado.

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Corea del Sur y las fuerzas de Estados Unidos desplazadas en la península coreana ya han demostrado que son capaces de destacar sistemas capaces de disparar a corta distancia — además de misiles balísticos de medio alcance. Los sistemas ya existentes no están nada mal para cubrir una sola zona, como un aeropuerto o un barrio en particular, pero los sistemas de alcance más corto empiezan a dar problemas si han sido empleados para encubrir, digamos, a una ciudad entera. Especialmente si lo hacen contra misiles balísticos de largo alcance, que disponen de mayores velocidades de aproximación, lo cual que reduce su capacidad de reacción.

Claro que también es verdad que los dos sistemas existentes y el THADD están diseñados para derribar a dispositivos nucleares en camino justo antes de su impacto. De tal manera, para Estados Unidos no sería nada recomendable que un THADD disparara contra un misil que ha sido lanzado desde Corea del Norte, y cuyo destino es Hawai o Seattle por que la geometría está toda mal. Y es que si así sucede, el misil THAAD intentará — y fracasará — dar caza a un ICBM saliente que, a esas alturas, ya estará enfilando el océano Pacífico.

Hasta la fecha, Corea del Sur ha demostrado no estar impresionada en absoluto con el THAAD. China, por su parte, ha sido franca y ha dicho que destacar un THAAD a la península coreana no es algo que la haga especialmente feliz. De hecho, Pekín se ha mostrado tan susceptible con el THAAD, que hasta algunos están convencidos de que su efecto sobre el gigante asiático ha sido, exactamente, el efecto contrario al esperado. No cabe duda de que, de ser así, Corea del Sur se sentiría estimulada para echar un vistazo más de cerca al programa.

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'Si China y los Estados Unidos se encuentran metidos en una guerra a gran escala, los sistemas THAAD desplegados en Corea del Sur podrían convertirse en una clave estratégica fundamental'.

De cualquier manera, la presión política doméstica es la razón por la que Seúl está convocando al THAAD de nuevo en la mesa, a pesar de su ineficacia para prevenir ataque alguno. En realidad, los norcoreanos solo disponen de un plazo limitado para hacer explosionar dispositivos nucleares y lanzar movidas al espacio antes de que alguien en Corea del Sur exija que alguien haga algo. Y habida cuenta de que la otra opción para Corea del Sur consistiría en bombardear las plataformas de lanzamiento de cohetes de Corea del Norte — lo cual provocaría sin lugar a dudas una guerra total —para Seúl, ponerse repentinamente entusiasta con los THAAD podría resultaría de lo más benéfico.

Lo que resulta más enigmático es pensar que el THAAD podría conseguir que las cosas se pongan mucho más interesantes si China y Estados Unidos terminan enzarzándose en un conflicto a gran escala. Los sistema de defensa aérea y antimisiles con los que cuenta actualmente Corea del Sur tienen un alcance lo suficientemente corto como para no ser considerados relevantes en caso de que se desatara una batalla cercana con alguno de los vecinos inmediatos, como Corea del Norte. Claro que las unidades de THAAD podrían enfocarse en dirección a China, lo cual suministraría una cobertura de radar de varios centenares de kilómetros hasta China, y una cobertura de misiles limitada por toda la costa coreana.

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China ha estado trabajando en el desarrollo de armas planeadoras supersónicas para derrotar a los misiles de defensa, pero existe una actualización específica del THAAD diseñada específicamente para combatir esta amenaza: el THADD de alcance extensivo (THAAD-ER). La propuesta está en su fase inicial, y si bien no sería necesario detener el desarrollo de los planeadores hipersónicos de golpe, es, de lejos, la solución menos desastrosa. Extender el alcance del THAAD de manera sustancial, conferiría a las baterías de defensa aérea la capacidad de derribar cualquier objeto volador procedente de China, y permitiría controlar a todo lo que vuela por el espacio aéreo chino.

Lo cual nos lleva al aspecto del THAAD que más preocupa a los chinos: les da miedo que pueda ser empleado como parte de un sistema de misiles de defensa todavía mayor, un sistema capaz de ejercer una fuerza disuasiva nuclear. El océano que separa a Corea de China incorpora un pedazo de agua fundamental al que se conoce como mar de Bohai, del que se cree que es un bastión naval chino. Se trata básicamente de un lugar donde los submarinos chinos equipados con misiles nucleares se pueden esconder sin miedo a ser cazados por ningún avión enemigo, puesto que las bases terrestres chinas están lo suficientemente cerca como para mantenerles las espaldas bien cubiertas.

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Debido a la geometría y a las distancias en juego, no sería posible de ninguna manera que el ICBM chino lanzado desde el mar de Nohai pudiera ser interceptado por sistema THADD alguno enclavado en Corea del Sur. Sin embargo, una batería THAAD de alcance extensivo podría suministrar la cobertura suficiente para coordinar una cacería submarina. E incluso en el caso de que los misiles THAAD extensivos no tuvieran la suficiente potencia como para llegar al mar de Bohai, el radar seguro que podría hacerlo, lo que permitiría a los Estados Unidos supervisar los ensayos de lanzamiento y hacerse con una ventaja en materia de inteligencia de lo más valiosa.

Por otro lado, si todo se fuera al carajo y China decidiera disparar sus misiles nucleares submarinos, podría suceder que el radar del THADD pudiera detectar esos lanzamientos y alertar a las instalaciones antibalísticas estadounidenses en Alaska, y concederles así algo más de tiempo para localizar y derribar a cualquier misil chino que pudiera estar en camino.

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Así que para resumir, debemos concluir que si China y Estados Unidos se encuentran alguna vez metidos en una guerra a gran escala, los sistemas THAAD de Corea del Sur podrían terminar convertidos en un determinante factor estratégico. Obviamente, no existe ninguna cláusula o requerimiento que diga que Seúl tendría que implicarse en semejante batalla, la cual enfrentaría a su mayor aliado militar contra su mayor socio comercial. Una situación que nos enfrenta a la pregunta del millón: ¿por qué demonios Corea del Sur tiene que ponerse a liarla haciendo cosas que podrían arrastrarla hasta una guerra de tales dimensiones?

La sabiduría popular nos dice que si existe alguien capaz de convencer al régimen de Kim Jong-un de comportarse razonablemente, ese alguien es Pekín. Y si China no es capaz de estar al corriente de lo que Corea del Norte se lleva entre manos — algo que cada vez parece más evidente —, entonces Corea del Sur empezará a inquietarse. Lo mismo Seúl crea que el THAAD sea un pequeño anzuelo para obligar a Pyongyang a embestir con más fuerza. O lo mismo los surcoreanos se acaban de dar cuenta de que el THAAD les conferirá una ventaja de lo más significativa, al margen de quien empiece disparando a quien.

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