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Una epidemia de sobredosis de fármacos podría favorecer el trasplante de órganos en EEUU

El imparable aumento de las muertes por sobredosis de medicamentos en Estados Unidos ha provocado que el número de órganos disponibles para trasplantes haya aumentado en un 270 por ciento respecto de 2006.
Imagen por Whitney Curtis/AP

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La epidemia de muertes por medicamentos que contienen opiáceos en Estados Unidos podría tener una consecuencia positiva, por mucho que los motivos que hayan detrás sean, más bien, siniestros. Sucede que son tantos los donantes de órganos que están muriendo por abuso de fármacos, que a día de hoy las posibilidades de los enfermos de recibir un trasplante de órgano han aumentado.

Los datos recabados por la Red Unida de Órganos Compartidos (UNOS en sus siglas inglesas), una organización sin ánimo de lucro que regula la donaciones de órganos y evalúa el avance de las listas de espera de trasplantes, son alentadores. A la par que siniestros, claro está.

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Sucede que las muertes por sobredosis de fármacos de 848 futuros donantes el año pasado han disparado los trasplantes en un 270 por ciento respecto a las cifras de 2006. Según datos del departamento de Salud y de Recursos Humanos, un promedio de 22 estadounidenses mueren cada día mientras esperan que aparezca un donante.

Claro que la tendencia que apunta a un aumento de la disponibilidad de nuevos órganos, se dispara en aquellas zonas que han sido más afectadas por la adicción a los opiáceos. Según la organización sin ánimo de lucro Life Connection of Ohio, que se dedica a procurar órganos a los tres condados de Ohio, un 3 por ciento de los futuros donantes de órganos murieron tras padecer sobredosis de opiáceos en 2013. Un año después, ya eran un 18 por ciento más. Las autoridades creen que la brutal escalada se debe al aumento de las muertes por sobredosis de opiáceos.

Cada vez son más los estadounidenses enganchados a la heroína o a analgésicos muy poderosos, como el OxyContin o el Vicodin. De hecho la cifra ha subido de tal manera que se ha convertido en la primera causa de muerte accidental en Estados Unidos. Entre los años 2000 y 2014 más de medio millón de estadounidenses sucumbieron a la sobredosis.

Así lo concluyen las cifras del Centro para la Prevención y el Control de las Enfermedades (CDC en sus siglas estadounidenses), que ha descubierto un crecimiento del 137 por ciento de tales decesos entre las fechas señaladas. Solo en 2014 se registraron casi 50.000 casos de sobredosis en Estados Unidos. Y casi el 65 por ciento de los mismos fueron consecuencia del abuso de heroína o de analgésicos.

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"La muerte por sobredosis no impide el uso de los órganos de sus víctimas", explica a VICE News David Klassen, el máximo responsable médico de UNOS.

La directrices del departamento de Salud establecen que los donantes deberían de ser considerados en virtud de una serie de comportamientos. Según esas mismas directrices, el donante que ha consumido fármacos de manera regular y que ha fallecido a causa de una sobredosis está considerado como un paciente "de alto riesgo".

Según cuenta Klassen, los órganos de los pacientes de alto riesgo deben de ser supervisados individualmente, puesto que algunos órganos son más resistentes que otros al abuso de sustancias; incluso a la misma sobredosis. Así, se considera que aquellos donantes que lleven tiempo consumiendo heroína, MDMA o fenciclidina podrían presentar severos daños en sus riñones.

Igualmente, las combinaciones que mezclan heroína y esteroides también pueden ser muy perjudiciales para el hígado. Pese a todo, Klassen señala que un historial de abuso de estupefacientes no es suficiente para descartar a un futuro donante.

El margen que separa a la oferta de la demanda de órganos no ha dejado de ampliarse desde principios del año 2000. A día de hoy, el índice de pacientes atrapados en listas de espera es cada vez más elevado. Como también los son las cifras de fallecimiento entre aquellos que están a la espera de un trasplante. En 2003 había casi 84.000 personas registradas en las listas de espera para recibir un órgano. En 2015 el número rebasaba las 122.000 personas.

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La escasez de órganos se debe, sobretodo, a los cambios de perfil entre los donantes. Según un artículo publicado por Gretchen Reynolds en el magazine del New York Times en 2005, el perfil del donante ha cambiado significativamente desde los primeros días. Entre 1960 y 1980 la mayoría de donantes eran personas que habían padecido accidentes de circulación o que habían fallecido a consecuencia de traumatismos craneoencefálicos. En su mayoría se trataba de personas jóvenes que no tenían antecedentes por abusos de sustancias, enfermedades, por consumo de sustancias. Por no tener, no acostumbraban a tener ni antecedentes penales, no presentaban tatuajes, ni habían incurrido "en comportamientos sexuales de riesgo".

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En la década de los 90, sin embargo, el paisaje de los donantes cambió significativamente. "En aquella época se empezó a utilizar más el cinturón de seguridad y disminuyeron las muertas por heridas en la cabeza, lo cual privó a los trasplantes de su fuente más fidedigna de órganos prístinos", señala Reynolds.

Entonces, la mayor preocupación que entrañaba un trasplante de alguien que hubiese fallecido por sobredosis era que pudiera ser portador del virus del VIH, o que fuese una persona enferma de hepatitis, ambas enfermedades que pueden contraerse por el uso inadecuado de una aguja infectada. Por mucho que tales sean personas a las que se considera de "riesgo elevado", Klassen advierte que "el riesgo de contagio es muy bajo, por mucho que nunca se pueda afirmar de ellos que están exentos de riesgo alguno".

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Según investigaciones a las que alude el ministerio de Salud, las posibilidades de que un órgano de un paciente considerado de alto riesgo pueda contener algún residuo del VIH son de 1 entre 12.000. En los casos de hepatitis el riesgo es ligeramente mayor— sucedería en 1 de cada 1.000 casos.

Según las directrices del departamento de Salud los pacientes que sean merecedores de la consideración "alto riesgo", deberían de estar expuestos a evaluaciones constantes. Igualmente, y siempre de acuerdo a las mismas directrices, el médico que vaya a encargarse del trasplante siempre debería de informar al paciente de cuando el donante ha fallecido por sobredosis.

Klassen asegura que la mayoría de los pacientes aceptan los órganos de pacientes de "alto riesgo", cuando sus posibilidades de morir mientras se encuentran en la lista de espera son mayores a las de contraer una enfermedad contagiosa. "Se trata de hacer los números y ver qué te sale más a cuenta", concluye Klassen.

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