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La vida después de la guerrilla: entre el estigma y las ganas de seguir luchando

Estos tres exguerrilleros le regalaron los mejores años de su vida a una utopía influenciada por la Revolución cubana. Eladio, Jaime y Mario cuentan a VICE News cómo ha sido su vida después de salir de la cárcel cargando estigmas del pasado.
Imagen vía Jaime Laguna
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Las hijas de Eladio Torres no comprenden por qué su papá estaba tan comprometido con una ideología que entre otras acciones, elaboraba listas de posibles blancos de secuestro, siempre y cuando fueran 'burgueses'. Mucho menos que se involucrara en ello tan joven, a los 16 años de edad.

El desconcierto de sus hijas es comprensible porque a los 16 años se suele jugar futbol, salir con los amigos, beber las primeras cervezas. En cambio, la adolescencia de su padre Eladio transcurrió entre la actividad política y los asaltos bancarios, cuyos botines servían para financiar parte de la Liga Comunista 23 de septiembre (LC23S), la guerrilla urbana más grande en la historia de México, la cual llegó a tener hasta 1.000 miembros en todo el país.

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Sin embargo, Eladio insiste que el México de la década de los setenta era muy distinto al que ahora viven sus hijas. Proveniente de una familia de campesinos de Puebla (al este del país), no tardó en darse cuenta de la miseria y las injusticias. De aquellos años, Eladio todavía recuerda que el alcalde de Puebla controlaba las compuertas de un canal de riego para perjudicar a algunos campesinos.

Para él es difícil hacer que sus hijas comprendan su compromiso con el comunismo: "Pesa el bombardeo publicitario. Ahí es donde se desarrollaron ellas. Se complica explicar por qué yo andaba en ese rollo. Que lo entiendan en sentido más claro, más amplio. Es difícil explicarle a alguien que nació en los ochenta que el mundo era así. Me ven como '¿de dónde eres?'", relata Torres, ahora un hombre de 57 años. Nueve años de su vida —de los 20 a los 29—, los pasó dentro del Reclusorio Sur, en la Ciudad de México.

Antes de ingresar a prisión, vivió 4 años en la clandestinidad con el nombre de 'Manuelito'. Durante ese periodo incitaba a los obreros de las fábricas a revelarse contra el 'dueño de los medios de producción'. Él era tan radical que incluso, ya siendo prisionero, las distintas corrientes políticas de izquierda lo miraban con desconfianza.

Durante su tiempo en la cárcel tejió relaciones epistolares que le permitían saber cómo era el mundo exterior; un mundo que pensó que jamás volvería a ver. Cuando recordaba a sus 'compas' de la LC23S, podía contar con los dedos de la mano los que seguían vivos. Según el conteo de algunos exmiembros, más de 100 guerrilleros fueron asesinados y siguen desaparecidos alrededor de 300.

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Naturalmente, las actividades militares de la LC23S cobraron la vida de decenas de policías. Pero incluso, en su momento, las madres de los guerrilleros exigieron que se les juzgara conforme a la ley. No que los torturaran y los desaparecieran.

Desde hace casi 20 años, Eladio trabaja en la biblioteca de una universidad pública. Además de no confiar en los teléfonos, estar en la guerrilla le dejó el hábito de la lectura. En ocasiones, lamenta ver llegar a los jóvenes sin el bagaje cultural para saber qué leer. Si alguien le pregunta, recomendaría buscar a los autores clásicos como Homero, Dickens o García Márquez.

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Vivir en la clandestinidad durante años crea hábitos que nunca desaparecen. A Jaime Laguna Berber le quedó el hábito de ser reservado. Ni siquiera con sus parejas puede abrirse fácilmente. Miembro de la LC23S desde los 17 años, 'Ricardo' era el nombre que siempre utilizó incluso frente a los compañeros. A pesar de que vivían en casas de seguridad hasta por meses, nadie podía saber más allá de su apodo. Así, en caso de que atraparan a alguien, no podrían revelar información.

"Es una enorme represión que te queda de no poder compartir emociones, sentimientos. No puedes compartir con otros que te nació un hijo, que quieres a alguien, o que te hace feliz que llegó tu hermano. No puedes compartir tu vida personal. Cuando haces vida de pareja, estas soledades… cuesta mucho trabajo", dice.

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Sucede que para compartir su vida personal tendría que hablar necesariamente de las golpizas, la tortura física y psicológica que vivió en la cárcel durante más de 5 años. Como los dos años en segregación en el Reclusorio Sur sin poder hablar con alguien. Como las luces que le dejaban prendidas por semanas. Como lavar los baños arrodillado. Como las cosas que se niega rotundamente a contar.

En su caso la persecución no terminó ni después de salir de la cárcel en 1985. Las autoridades mexicanas quisieron volver a arrestarlo e incluso le giraron una orden de aprehensión. Esta sombra incesante a sus espaldas le generó paranoia. Tuvo que recibir tratamiento psiquiátrico. Tampoco le gusta hablar por teléfono. Prefiere mirar a su interlocutor a los ojos para tantear el nivel de confianza.

"Pareciera que hagas lo que hagas, tú chingaste a tu madre, vamos a seguir sobre ti", dice con un dejo de reclamo.

La versión oficial y los periódicos, casi todos cercanos al poder en los años 70 tildaban a los guerrilleros de terroristas, delincuentes, rateros, "hienas sedientas de sangre" como cuentan que les llamaba Arturo 'El Negro' Durazo, uno de los jefes de policía más corruptos y despiadados en la historia mexicana.

"Es como un estigma: tomas las armas porque eres incapaz. Te ven como alguien frustrado", dice.

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Sin embargo, Jaime Laguna se abrió paso para convertirse en abogado en derecho civil y familiar. Sobre todo trata temas de violencia contra las mujeres. De hecho, su pasado guerrillero lo hace atractivo para los clientes potenciales quienes piensan que "debe ser agresivo".

"Tener un título para honrar a mi madre y demostrarle a los demás que no somos unos pendejos. Te decían 'eres guerrillero porque no tienes la capacidad de hacer otras cosas'. Puedo ser abogado litigante. No estuve en la Liga porque no tuviera nada que hacer".

Para él la lucha no terminó en los tribunales. Él es responsable de haber completado la colección del periódico 'Madera', el órgano que la LC23S utilizaba para propagar sus ideas, su visión del mundo. El solo hecho de repartir ejemplares era motivo de arresto durante esos años. Desde 2010, Jaime buscó los ejemplares que se imprimieron desde 1974 hasta 1981, es decir, los 58 números. Actualmente, el Colegio de México (COLMEX) ya los tiene disponibles para su descarga.

Imagen vía Guillermo Perea/Cuartoscuro.com

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—¡Mario Álvaro Cartagena, sale libre! —gritó un oficial en los juzgados del Reclusorio Norte.

"En cuanto escuché esas palabras se me dobló la pierna. Entonces me dije: 'en la madre, ¿de qué vas a trabajar, Mario?'", relata el exguerrillero que se refiere a su pierna en singular porque las autoridades le amputaron la otra.

'El Guaymas', como es mejor conocido, tiene la biografía suficiente para hacer una película de su vida. A los 21 años se unió a la LC23S. De repartir propaganda comunista pasó a participar en los secuestros a 'burgueses'. Por eso, la policía lo ingresó en 1974 al Penal de Oblatos, en Jalisco, oeste de México. No esperaban que dos años después se escaparía en un fuga espectacular e iría vivir a la Ciudad de México en la clandestinidad. En 1977, los mismos que lo perseguían asesinaron a su pareja en pleno embarazo. Un año después, por fin lo detienen en un operativo en el que le dispararon cinco veces en la pierna izquierda mientras corría, y en vez de atenderlo correctamente, las autoridades decidieron amputarle la pierna. Finalmente, en 1982 salió libre gracias a la amnistía que declaró a los presos políticos el expresidente José López Portillo.

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Periódico de 1976 que informa sobre la fuga de los siete guerrilleros del Penal de Oblatos. (Imagen vía Daniel Melchor/VICE News).

Pero a sus 34 años, la vida después de la guerrilla apenas comenzaba.

Encargado de obra, fontanero, carpintero, lava tinacos, cocinero, taxista, y, finalmente, trabajador en el mantenimiento de los trenes del metro de la capital mexicana. Estos fueron algunos de los empleos con los que mantuvo a su familia. Durante los años en los que la mayoría estudia para eventualmente tener un salario, Mario luchaba por una utopía influenciada sobre todo por la Revolución cubana. Hoy, a 40 años de distancia, no espera que los demás comprendan por qué lo hizo.

De los tres exguerrilleros entrevistados, 'El Guaymas' es quien más utiliza el vocabulario marxista en su vida diaria. A quienes lo han acusado de ser un arribista, él les devuelve el insulto llamándoles 'lumpen', en referencia al término lumpemproletariado, que son aquellos marginados que no tienen consciencia de clase.

Luego de su detención en 1978 cobró notoriedad. Incluso el famoso periodista Miguel Ángel Granados Chapa escribió sobre él en aquel año. Por eso, a Mario le molesta que la gente diga que obtuvo su trabajo sin méritos propios. También pudo obtener una casa del programa de vivienda social. Pero de lo que más está orgulloso es de haber podido mandar a dos de sus hijos a estudiar a Cuba, derivado de su cercanía con los sectores de izquierda. Por eso, cuando murió Fidel Castro y los cubanos de Miami comenzaron a festejar, él se refirió a ellos como 'la gusanada'.

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"Y es que la gente decía que yo tenía suerte… Pues no, yo llevaba muchos años ya en la lucha", dice Mario.

Si bien utiliza ese vocabulario, 'El Guaymas' siempre ha dicho que a sus hijos no les inculcó ninguna ideología: "Ni socialistas, ni comunistas, que sean humanos".

La historia oficial que se enseña durante la educación básica en México no incluye episodios como los que protagonizaron Eladio, Jaime y Mario. Mucho menos las desapariciones forzadas perpetradas por el Estado. La historia de la LC23S no solamente está repleta de hechos sangrientos sino de jóvenes que aun después de la tortura continúan la lucha desde sus trincheras.

Para conocer sus historias hay que adentrarse, por ejemplo, en un despacho, en un taller de mantenimiento o en una biblioteca.

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