Paramilitares colombianos en 2007. (Imagen por John Jairo Bonilla/EPA)
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Yo siempre he sido un tipo muy vengativo. Al ver que la guerrilla me jodía la vida, juré vengarme. Con el paso de los años, ya crecidito, empecé a trabajar en una finca de paramilitares. Esa gente me trató bien y me fueron dando confianza. Entonces, deslumbrado por esa cortesía, y motivado por mi sed de venganza, decidí meterme a las Autodefensas cuando tenía 15 años. Corría el año 1997.Luego de incorporarme a las filas de las AUC, me metieron a una escuela "paramilitar" llamada "La 55" de San Pedro de Urabá. En "La 55" me di cuenta de lo duro que era prepararse para combatir a la guerrilla. Nos metían a los ríos con sacos llenos de arena y plantas de cabuya en las espaldas. Esos sacos le cortaban a uno el cuero. En las clases vi compañeros morir de lo duro que era el entrenamiento. Algunos se reventaron. Otros terminaban heridos y como no estaban en condiciones, los mataban.En "La 55" enseñaban a todos los muchachos a pelear en las situaciones más adversas. Esas academias formaban un ejército realmente bien preparado, duro e implacable. En las escuelas paramilitares uno duraba seis meses. Yo, por recomendación de los paras [paramilitares] con los que había trabajado en la finca, salí de la escuela dos meses antes de cumplir el medio año rumbo a la región del Chocó. Esa gente mandó por mí a la escuela. En "La 55" no iban a dejar que me llevaran, pero los que llegaron a recogerme decían "tranquilos, que en el monte afina". Cada mes, de las escuelas salían 100 o 200 muchachos al monte.'Así comienzan estos hijos de puta: de bocones'.
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Cuando me volví combatiente lo hice en el Bloque Élmer Cárdenas y en la compañía Escorpiones del Alemán, las Cobras de HH y las Águilas de Carlos Castaño. Ahí, comencé a ver cosas que nunca había visto. Me di cuenta, combatiéndola, de que en la guerrilla había mucha maldad. Esa gente sabía brujería, por ejemplo. Una vez, capturamos a un indio de quien se decía que ayudaba a la guerrilla. Duramos con él como una semana. Lo torturamos, lo cortamos, lo quemamos. Sin embargo, el indio no contó nada de la guerrilla. "Mátenme", nos decía el tipo. Le pegamos mucho y no dijo una palabra. Decidimos, entonces, matarlo y tirarlo al río. Un día después, al compañero que le había pegado el tiro en la sien le aparecieron las botas del indio llenas de sangre al lado de donde dormía.En mis primeros meses en las AUC, estando en zona rural del Chocó, nos dieron la orden de matar sin control. Esas órdenes las conocíamos como "golpe de mando". Entrábamos a un pueblito pequeño y matábamos a quien se nos antojara, no solamente a los guerrilleros, sus familias y sus cómplices. Paramos la matanza indiscriminada por veredas chocoanas cuando llegó un comandante para del Putumayo que le puso freno a eso. "Dejen de putearse tanto", ordenó. Nosotros entrábamos fácil a los pueblos porque, en ese tiempo, en 1998, teníamos la ayuda del Ejército [Nacional de Colombia]. Pasábamos por la carretera Panamericana como los dueños de todo eso. La policía también ayudaba, pero esos sí eran muy traicioneros.Historia de una guerrillera francesa que lleva 15 años en las FARC. Leer más aquí.
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En las veredas del Chocó, como en Baudó Grande, cuando teníamos un enfrentamiento con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) duraba por tres o cuatro días. Cada 24 horas se peleaba, mínimo, dos veces. A la madrugada, en la mañana, en la tarde y en la noche era puro plomo. No se dormía. Uno se relajaba cuando llegaba al casco urbano de algún pueblo. Llegaba uno con las botas vueltas mierda, llenas de agua y pantano, con los pies pelados y las heridas en carne viva. Yo me echaba aceite quemado para aguantar el dolor de las llagas.Después de pasar meses echando plomo, volvía a Antioquia a ver a mi familia. Mi mamá, cuando me veía, me pedía que me saliera del paramilitarismo. "La familia ya no puede con el remordimiento por todo lo que usted está haciendo", confesaba. Ella era evangélica y se angustiaba al pensar en todos los pecados que yo andaba cometiendo por ahí. Ella como que intuía que yo en las AUC estaba matando, desmembrando y torturando personas.'Entrábamos a un pueblito pequeño y matábamos a quien se nos antojara'.
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Pasé de combatiente raso a tercer comandante de escuadra y luego a comandante de compañía. Uno como comandante de compañía debía dirigir la inteligencia del grupo, verificar que en los combates no quedara vivo ningún guerrillero y recoger el armamento tirado en las batallas porque eso valía plata.En la guerra con la guerrilla, si uno perdía el armamento, lo pelaban. Pasaba lo mismo cuando un compañero quedaba herido en combate. No obstante, hubo una época en la que a los heridos sí los atendían y les daban días de descanso. En ese período, recuerdo, muchos se herían con sus propias armas para que les dieran días libres. Eso continuó hasta que los altos mandos se dieron cuenta. "De un tiempo para acá, hay muchos dados de baja. Ya sabemos qué es lo que pasa. El que siga hiriéndose o incluso, el que tenga un accidente, será liquidado", sentenciaron. Después de esa orden, lo mataban a uno los mismos compañeros.'Me fui de mercenario a la región del Cauca. Allá trabajé como escolta de un mafioso'.
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Las cuestiones del amor eran jodidas en las autodefensas. Varias veces me enamoré estando trabajando. En un pueblo conocí a una muchacha y duré hablando con ella durante semanas. Quedé loco por ella. Un día, le pregunté al comandante de compañía que estaba ahí si podía salir a verme con ella. "No puede salir, hay cinco muchachos que necesitan ser relevados en la guardia", me respondió. "Bobo, hijo de puta", pensé. Yo en ese momento era comandante de escuadra y no había que hacer nada. Como comandante de escuadra a uno todo se lo hacían. Entonces, ¿por qué no me dejaban salir? De la frustración, decidí suicidarme. Salí y busqué en una finca veneno. Conseguí un herbicida. Me lo tomé y a las horas empecé a temblar, a botar espuma por la boca y la nariz, y a ver borroso. Al otro día desperté en un hospital lleno de suero.Yo me retiré de las Autodefensas en 2003, cuando el Bloque Élmer Cárdenas empezó el proceso de desmovilización con Uribe. Mi salida no la motivó el proceso, sino el aburrimiento que por esos días comencé a sentir. Apenas tres meses antes había sido nombrado comandante de compañía y ahora me empezaba a quedar sin hombres y sin poder. Entonces, me fui de mercenario a la región del Cauca. Allá trabajé como escolta de un mafioso. A las dos semanas de empezar con el 'traqueto' me llamaron para que hiciera parte de la desmovilización, pero yo dije que no contaran conmigo por temor a terminar en la cárcel.
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Pero en el bloque donde estuve, y en las compañías donde trabajé, no todo el tiempo hubo abundancia. Recuerdo que una vez la guerrilla nos tenía cercados, entonces nos quedamos con poca comida. Sardinas y arroz era lo único que teníamos. Duramos meses comiendo sólo eso hasta que nos hastiamos. Si nos encontrábamos una casita, le preguntábamos al vecino si nos podía vender una carnesita y unos huevitos. Yo cambiaba una paca de arroz por un huevo. Eso era una bendición.Yo alcancé a firmar el documento de la desmovilización, pero no cumplí. Si uno se entregaba, seguro, después de un tiempo, el gobierno dejaba de darle a uno los subsidios y las garantías que prometía. Si a los jefes los extraditaron, ¿por qué a nosotros no? Uribe fue un traicionero, lo mismo que Juan Manuel Santos — actual presidente — que fue su ministro. Yo estoy seguro de que a las FARC les va a pasar lo mismo con el presidente.'El que siga hiriéndose o incluso, el que tenga un accidente, será liquidado'.
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Después de unos trabajos de escolta en una empresa bananera, llegué a Bogotá en 2009. Fue muy duro. El frío de la ciudad me terminó de joder las rodillas que ya venían lastimadas de los años de enfrentamientos. También, comencé a perder el pelo porque en la capital, distanciado de los lugares en los que combatí, empecé a tener pesadillas con la guerra. No podía dormir.Aquí he trabajado en muchas cosas alejadas del delito. En la construcción, en entregas de correos y hasta en el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS). En mis trabajos en Bogotá he dado con buenos compañeros. No he tenido problemas con ninguno.Yo digo que, desde que no se metan conmigo, yo soy muy calmado. Pero si lo hacen, empiezo a desvariar y a recordar todas las formas de venganza que aprendí en las AUC. Hoy, si alguien se mete conmigo, duro una semana sin poder dormir por pensar en cómo hacerle daño al hijo de puta. Esos impulsos los controlo, pero poquito.*El alias fue modificado por petición de la fuente.Sigue a VICE News En Español en Twitter: @VICENewsEs