Visitamos el final del túnel por donde El Chapo consumó su escape

El final del túnel por donde, según apuntan las autoridades, escapó Joaquín El Chapo Guzmán durante su segunda fuga, es apenas suficiente para contener a un adulto en su interior: un agujero rectangular de medio metro de ancho que discurre por el suelo de un edificio de cemento semi construido situado a un kilómetro y medio de El Altiplano, el centro penitenciario del Estado de México.

El domingo, el agujero estaba circundado por montículos de mugre fresca y de cubos de plástico abandonados. Sobre el boquete pendía un tendedero, del que todavía seguían colgando unas pinzas rojas.

Más allá de eso, no había nada de extraordinario en el edificio de cemento por donde, según las autoridades, habría escapado el narcotraficante. Se trata de la segunda fuga de Guzmán de una prisión de máxima seguridad en el país. En 2001 El Chapo había logrado escapar de la penitenciaría de Puente Grande, en Jalisco, donde llevaba 8 años encerrado.

Esta vez, la fuga le llevó poco más de 16 meses después de que fuese detenido en Mazatlán, Sinaloa, en febrero de 2014.

Las autoridades confirmaron el domingo que Guzmán escapó de la prisión por un agujero construido en una de las regaderas. Desde allí se abría una gruta de 9 metros que se dirigía a un túnel de 1,500 metros que, según describieron las autoridades, parecía "hecho a medida".

El túnel disponía de iluminación, ventilación y de un carril de motocicleta, según informó Monte Alejandro Rubido, el comisionado Nacional de Seguridad. Su altura era solo un centímetro más elevada que los 165 centímetros que mide Guzmán.

Según informaron las autoridades, el túnel desembocaba en una estructura formada por cuatro paredes y un techo, en el municipio de Almoyola de Juárez, en el Estado de México, sin que hubiese edificio o residencia alguna en un kilómetro a la redonda.

"Es un edificio completamente abandonado", aseguró la Procuradora General de la República, Arely Gómez González ante la prensa, en el lugar de los hechos.

Todavía se desconoce quién es el propietario de la finca, que no parecía abandonada ni presentaba ningún signo de haber sido habitada recientemente. De hecho, la construcción no parece haber sido finalizada y la parte que todavía está desprovista de techo está cubierta por toldos y mallas.

Fuera de la prisión del Altiplano, que era considerada como una de las más seguras del país, se acumulaba una numerosa delegación de agentes judiciales, policía federal y de tropas del ejército, además de la flota de helicópteros que no dejó de sobrevolar el cielo.

Los controles de carretera fueron establecidos poco después de que el Chapo arrancara su fuga, poco después de las 9 de la noche del sábado. Sin embargo algunos testigos han señalado que las autoridades habrían estado registrando vehículos con menor intensidad.

En las puertas de la prisión se acumulaban varias decenas de familiares del resto de los presos. Estaban a la espera de que les dejaran entrar a cumplir con las visitas previstas. Aunque toda apuntaba a que no lo conseguirían. Algunos de los familiares concentrados explicaron que la prisión había sido bloqueada y que las comunicaciones con los internos habían sido canceladas hasta nuevo aviso.

"Los presos de aquí son tratados de manera extremadamente dura y muchos de ellos tienen miedo de denunciar lo que sucede dentro", relató Ericka Martínez, que se encontraba allí para visitar a su marido. "No habíamos escuchado ningún rumor de que fuese a producirse una fuga".

Según Martínez, Guzmán disfrutaba de varios privilegios en el interior del penitenciario.

"A nosotros solo nos dejan visitar a nuestros familiares en una habitación donde están casi todos los demás. Sin embargo a Guzmán siempre se le permitió que su familia lo visitara en privado", dijo Martínez.

Muchos de los que estaban esperando frente a la puerta principal expresaron su miedo a que sus familiares puedan padecer las represalias de los funcionarios, después de la huida del líder del Cártel de Sinaloa.

"Tenemos miedo de que se les acuse de haber sido cómplices de la fuga, de que se les pueda trasladar a otra prisión sin decirnos nada", confesó una mujer de Veracruz que quería preservar su anonimato por miedo a las represalias.

"Los nuestros no tienen nada que ver con ese señor", añadió en relación a Guzmán. "Pero allí dentro los castigan por cualquier cosa. Y tenemos miedo de que ahorita no estén seguros".

Daniel Hernández colaboró en este artículo.

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