Fotos de una operación de evacuación en Nepal

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Fotos de una operación de evacuación en Nepal

Darcy le contó a VICE qué se siente tener que evacuar de un lugar donde acaba de ocurrir un desastre natural mientras el resto de la población está en crisis.

Todas las fotos por Darcy Mahady.

Darcy Mahady se encontraba como voluntario en Katmandú cuando ocurrió el terremoto de 7.8 grados. El personal del consulado de Australia lo sacó después de varios días de haber trabajado en las instalaciones de un festival de música que se convirtió en un centro de refugiados. Los días que siguieron fueron un viaje surreal a través de varias embajadas lujosas hasta que por fin lo subieron a un avión militar que lo llevó a su país.

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Darcy le contó a VICE qué se siente tener que evacuar de un lugar donde acaba de ocurrir un desastre natural mientras el resto de la población está en crisis.

El campamento que se adaptó en el festival.

VICE: Ibas camino al festival cuando se produjo el terremoto. ¿Podrías contarme cómo fue?
Darcy Mahady: Había cerca de 20 motociclistas a nuestro alrededor y todos salieron disparados. Parecía como que alguien te empujaba de un lado a otro, de izquierda a derecha. Nos bajamos del auto, corrimos y nos quedamos parados en medio del camino. Las calles estaban hechas un caos. Había gente por todos lados.

Las ruinas en un pueblo aledaño.

¿Y luego qué pasó?
Era mala idea quedarse ahí. Regresamos al taxi y le pedimos que nos llevara a la montaña. Sabíamos que ahí iba a haber agua porque se tenía planeado que el festival durara varios días. Cuando pasamos por las áreas rurales de Katmandú nos dimos cuenta de la magnitud del desastre.

Las casas se vinieron abajo porque están hechas de barro. Había gente sentada en la carretera, lejos de las construcciones agrietadas. Vimos cómo sacaban a una persona de entre las ruinas. Apenas seguía con vida.

¿Pero sí llegaron al lugar del festival?
Sí. Cuando llegamos a las faldas de la montaña, vimos que todos tuvieron la misma idea que nosotros. Habían casi 700 personas. Prendimos diez fogatas y fue en ese momento que escuchamos lo que se rumoraba acerca del daño. Qué había mil, 20 mil, 50 mil muertos. El festival se volvió una enorme comunidad de rumores circulantes.

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Estuvimos ahí varios días sin saber nada de las autoridades. Dormíamos en casa de campaña y nos moríamos de frío.

Hasta que un día llegó un tipo llamado Damien en una Land Cruiser y nos dijo que venía de la embajada de Australia. Al parecer, nuestros padres estuvieron llamando al Departamento de Relaciones Exteriores y Comercio (DFAT, por sus siglas en inglés) de Australia para decirles que era probable que estuviéramos en la montaña.

¿Y cómo era la embajada?
Era como un oasis en medio del caos. Pero me sentía muy mal por estar ahí. Afuera había escasez de agua y adentro habían mesas que sostenían paquetes con botellas de agua. También había cientos de cajas con comida deshidratada. Con una bastaba para alimentar a diez personas. Tenían cancha de tennis, alberca y Wi-Fi. Me abrió los ojos.

Había periodistas por todos lados entrevistando a todo el mundo. Venían del Canal 7, del Canal 10, de la ABC, etcétera. Todos los medios de comunicación tenían la vista puesta en nosotros. A veces hasta se metían a nuestras casas de campaña. Pero no había nada que ver. Nunca había recibido tanta atención.

¿Cómo regresaste a Australia?
Nos enteramos que venía un avión militar en camino, un C17. Dijeron que si no teníamos un boleto para viajar en avión comercial, podíamos pedir que nos transportaran en el avión militar.

¿Y cómo fue?
Como un paseo escolar. Nos subimos a un autobús que nos llevó al aeropuerto. Éramos más o menos 60 australianos pero también habían canadienses, ingleses y estadunidenses. Cuando nos subimos al avión, uno de los militares nos dio un Kit Kat y una botella de agua. También nos revisaron de seguridad. Me pareció un poco ridículo.

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La fuerza G al momento del despegue fue impresionante. Vas sentado pegado a las paredes y hay dos turbinas en cada lado del avión. Nos dijeron que teníamos que agarrar con fuerza nuestras pertenencias porque las botellas de agua pueden convertirse en misiles. Cuando el avión se niveló, ya podíamos pararnos y caminar por ahí. Algunos se sentaron en circulo a jugar cartas. Después aterrizamos y compré un boleto para regresar a Australia.

Ahora que estás en casa, ¿qué le dirías a las personas que no vivieron en carne propia la destrucción de Nepal?
Que en verdad necesitan ayuda. No hay comida suficiente y que las regiones rurales son las más afectadas. La gente se está muriendo en el campo pero los noticieros no van a hablar de eso hasta dentro de varias semanas. Los nepaleses son las personas más amables que he conocido y lo perdieron todo.

Visita esta página para saber cómo puedes donar para ayudar a Nepal.

Entrevista por Jack Callil. Síguelo en Twitter.