La Chureca: la basura como fuente de vida

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La Chureca: la basura como fuente de vida

Todos los días, familias enteras que viven en el basurero recolectan vidrios y latas para ganar alrededor de veinte pesos al día.

Sobre una colina de residuos, un hombre vigila el camino que va a tomar el contenedor lleno de desechos para vaciar su carga.

La Chureca es el basurero municipal más grande de Nicaragua. Ubicado a sólo unos kilómetros de Managua, la capital, entre los residuos viven familias que seleccionan y cargan bolsas con pedazos de metal, vidrio, plástico, aluminio o cartón a cambio del equivalente a 20 pesos mexicanos al día.

Entrar a este lugar no es fácil, ya que se tiene que pasar la seguridad antes de poder ver un horizonte gris compuesto por montañas de desechos y arroyos de lodo con bacterias y pescados muertos, cuyo olor se hace más fuerte con el calor.

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En este lugar los seres humanos pelean con perros errantes y aves de rapiña para poder alimentarse. Cuando la palabra "miseria" es débil para describir la Chureca, la palabra "simpatía" tampoco es suficiente para calificar la actitud de los Churequeros. Es un sitio donde el ser humano no debería tener lugar de vida. Desde la construcción del nuevo barrio de la Villa Virgen de Guadalupe, muchos de sus habitantes tienen la esperanza y el sueño de encontrar una vida mejor.

A partir de las seis de la mañana, familias enteras comienzan a trabajar en el basurero. Debajo de este refugio hecho de cartón, pueden cambiarse, hacer una pausa o seleccionar los desechos protegidos del calor —que alcanza hasta 40 grados— las lluvias o del barro del basurero.

Más de la mitad de los churequeros son menores de 18 años.

Los más jóvenes trabajan cada día de la semana para apoyar a sus familias.

Los buitres y los perros acompañan a los churequeros.

Los churequeros se lanzan a los desechos en busca de plástico, metal, vidrio, aluminio o cartón para vender.

Después de los churequeros, llega el turno de los carroñeros.

Lejos del corazón del basurero, sentada sobre una llanta y un pedazo de cartón, una mujer recupera pedazos de tela y ropa para confeccionar nuevas prendas y venderlas.

Los riesgos son múltiples entre las botellas de plástico, cartones, chatarra, vidrio y las jeringas que cubren el piso. Con precaución, algunos utilizan guantes para protegerse de los cortes y utilizan un pañuelo en la boca para evitar infecciones pulmonares u otras enfermedades respiratorias.

Los churequeros colocan los desechos en estas grandes bolsas que podrán vender después.

Los cientos de buitres que rondan los camiones son importantes para la vida del basurero porque gracias a sus aleteos, evitan la propagación de enfermedades y bacterias.

Un hombre mira el lago de Managua y las montañas cercanas sentado sobre una cubeta.

Como este hombre, todos esperan el próximo camión en la búsqueda de unos pesos.

Con los pies negros por la mugre, la piel dañada por las infecciones y una bolsa casi vacía, este hombre se sienta sobre una piedra antes de regresar a su casa, después de un largo día. Cansado por la edad, inspecciona los desechos con la ayuda de un bastón que le sirve de apoyo para caminar.

En el 2013, el basurero fue privatizado por una cooperativa española. En el barrio de la Villa Virgen de Guadalupe, nuevos empleos alternativos se crearon: grupos de cinco o seis hombres llenan estas bolsas con botellas de plástico para revenderlas a la planta de reacondicionamiento.

Jazmina Del Socorro, nacida y criada en La Chureca, tiene 27 años. Ya no puede trabajar más en el basurero porque es epiléptica. Ahora, Jazmina arregla zapatos que ha encontrado y gana 37 pesos por día. Es madre de tres niñas y viven en una pequeña casa junto a 17 personas.

La madre de Jazmina esta instalada afuera de la casa, sentada en una silla de plástico de tercera mano. Después de unos minutos, la madre de Jazmina se confiesa, sacando de una caja oxidada unos cuadros cuidadosamente embalados en sabanas y cubiertos de una bolsa de plástico. Con emoción y tristeza, cuenta que su hijo mayor, que esta en la foto con su bebé, falleció por culpa de las infecciones contraídas en la Chureca.

Un día normal en el barrio de la Villa Virgen de Guadalupe. Juan (izquierda) y Rubén (derecha) esperan encontrar un trabajo para poder alimentar su familia y tener un futuro mas seguro.

En el barrio de las casas de cementos de la Villa Virgen de Guadalupe, este hombre de 44 años lucha contra el cáncer sin ayuda médica.

Detrás de esta pared está el patio de la escuela de La Chureca. Los niños se divierten mientras otros platican con dos mujeres que les pasan comida.

Un joven se esconde del sol, sentado sobre un colchón, mientras observa los camiones desfilar en la entrada de la fabrica localizada a unos metros.