Escuela rural de la vereda La Hoz. Imagen por Alejandra Machado/Pacifista.
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El 22 de julio de 2015, el Consejo Estudiantil por la Paz de la institución decidió entrar en paro. Buscaba que la base del Ejército no estuviera en el mismo predio del colegio. "Que se corrieran unos 500 metros, una distancia que garantizara la seguridad y la vida de los estudiantes. Salimos a marchar en Apartadó. Ellos –el ejército– dijeron que se iban a ir, pero lo que hicieron fue encerrarse, escarbaron e hicieron una trinchera. Se taparon con una muralla de tierra, pero no se fueron. Es que si usted mira, no hay más de 50 metros entre el colegio y la base", explica Ruber García, líder juvenil y celador de El Mariano.Estudiar entre dos instalaciones que son objetivo peligroso en un territorio que ha vivido el conflicto armado durante más de treinta años ha obligado a los estudiantes de San José de Apartadó a esconderse en varias ocasiones de ataques y hostigamientos. "La escuela no garantiza el derecho a la vida para los estudiantes. Estamos en medio de montañas, a un lado, el ejército, al otro, la policía y, en los otros extremos, los demás actores armados. Entonces, cuando había enfrentamientos tocaba parar las clases. Cuando todo terminaba, los profesores mandaban para la casa a los estudiantes, porque ¿quién se va a quedar en este hueco en medio de las balas?", dice García.'La escuela no garantiza el derecho a la vida para los estudiantes'
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En los últimos meses, las acciones ofensivas entre el Ejército y las FARC se han reducido. Este año, los estudiantes de El Mariano han podido recibir sus clases con normalidad. Sin embargo, la escuela ubicada en la vereda de La Hoz no ha contado con la misma suerte. El pasado 21 de marzo, quedó en la mitad de un enfrentamiento entre el la guerrilla de las FARC y Los Urabeños — autodenominados Autodefensas Gaitanistas y llamados Clan del Golfo por el Gobierno —. Por suerte, los estudiantes estaban en vacaciones de Semana Santa.Argemiro Velásquez, vecino de la escuela, cuenta que el enfrentamiento se dio después de la una de la tarde. "Mis trabajadores estaban recogiendo frijol al otro lado del río, y yo me había ido a meterle candela a un rastrojo. Cuando los trabajadores venían se encontraron con los paramilitares que iban entrando aquí al potrero. Tenían un brazalete que decía "Frente Juan de Dios Úsuga", botas llaneras y fusil AK. Estaban hablando con los trabajadores, preguntándoles que si por acá había guerrilla, ellos les estaban diciendo que no, que por acá no habían visto nada, pero ellos dicen que no, y comienza el tiroteo. La guerrilla empezó a disparar desde la escuela".Algunos combatientes de las FARC se niegan a dejar las armas. Leer más aquí.
Los guerrilleros se ubicaron a tres metros de la escuela, una mata de tagua y unas piedras les sirvieron de trinchera. Los Urabeños, que estaban subiendo a la propiedad de Argemiro, respondieron al ataque. La casa de los Velásquez y la escuela quedaron en medio del fuego cruzado. Ambas fueron impactadas.'¿Quién se va a quedar en este hueco en medio de las balas?'
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Aunque la escuela de Mulatos Medio queda en el centro de la vereda, una estudiante como Daniela*, que tiene 12 años, debe salir de su casa las 7 de la mañana, pasar un camino selvático, atravesar el río y algunos potreros para llegar a clases a las 9 de la mañana. La jornada termina a las 3:00 de martes a jueves. Los viernes es sólo hasta el medio día porque el profesor tiene que desplazarse hasta Apartadó.Pedro*, que tiene seis años, también hace un recorrido de más o menos 40 minutos para llegar a sus clases. "Cuando el río está crecido — dice su madre —, me toca llevarlo, porque me da miedo que se me ahogue, pero el resto, él se va solo". Manuela* tiene la misma edad de Pedro. Alguien le pregunta qué pasa cuando llueve en medio de las clases. Ella sonríe y encoge los hombros. "Nos mojamos", responde.La metodología de la escuela de Mulatos Medio es la de Escuela Nueva, la misma que utilizan en La Hoz y en muchas otras escuelas veredales en todo el país. Entonces, Daniela, Pedro, Manuela y otros veinte niños de distintas edades y en distintos grados, reciben clases en el mismo espacio y al mismo tiempo. Sin embargo, para Mario Velásquez, coordinador del programa de Educación para la Paz y el Posconflicto de la Gobernación de Antioquia, "eso no es un problema. Se ha manejado con unas cartillas que se les dan a los docentes y que les permiten desarrollar las clases correctamente con esa metodología", dice el funcionario.'La escuela no garantiza el derecho a la vida para los estudiantes'.
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Siguen siendo vulnerables a pesar de que para los campesinos de zonas como San José, la paz es un hecho. Lo dicen sin pasar por alto que viven en un corredor de guerra que el Estado parece haber olvidado. A pesar de que los caminos son trochas que ellos mismos abrieron a machete, de que en muchas veredas no hay acueducto ni energía y mucho menos conectividad. A pesar de que la mayoría de sus escuelas siguen en medio de la violencia y se caen a pedazos.Allí, en una de esas veredas, un grupo de campesinos se reunió el pasado 23 de junio entre la oscuridad que siempre los acompaña en las noches. Sintonizaron Radio Nacional, con una señal que llegaba apenas por momentos, para escuchar las noticias sobre el acuerdo de cese al fuego firmado por el Gobierno y las FARC. Uno de ellos no logró disimular las lágrimas: "Ahora sí vamos a vivir bueno los campesinos. Bueno, si esos acuerdos se cumplen así tal cual como están", dijo. Siguieron escuchando las voces que salían del radio. Comentaron entre ellos que eso que se firmaba en Cuba, tan lejos de San José, podría ser el primer paso para que el Estado pague la deuda histórica que tiene con el campo.*Los nombres de los niños han sido cambiados.Sigue a VICE News En Español en Twitter: @VICENewsEs'Los niños no saben qué es Google'.