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Cultură

Los millennials y sus viajes espirituales están arruinando la ayahuasca

"La ayahuasca no es una broma. El hombre blanco quiere patentar nuestro ritual para convertirlo en una nueva forma de hacer dinero. Pero el mundo espiritual no está a la venta".
Imagen: Wade Davis/Getty

La demanda de ayahuasca, una infusión alucinógena que tiene propiedades tanto espirituales como curativas, es cada vez más grande en el mundo. Sin embargo, como cualquier otro encanto de la globalización, el súbito interés occidental en ella amenaza con ahogar una tradición milenaria.

"El arte sagrado de los indígenas se ha convertido en entretenimiento", dice Moisés Pianki, un miembro de la tribu ashaninka, acentuada en el norte de Brasil.

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La infusión de ayahuasca, que se produce con el extracto de las hojas de una liana que crece en lo más profundo del Amazonas, se ha vuelto la droga de preferencia de personajes como Sting o Lindsay Lohan. Para las tribus amazónicas que llevan más de 5.000 años usándola como vía de comunicación con dios la tendencia es peligrosa.

Vid de ayahuasca. Imagen: Marina Lopes

Por un lado, la súbita y desenfrenada demanda de la infusión ha puesto a la ayahuasca en riesgo de extinción en algunas partes del Amazonas peruano. La liana es prácticamente imposible de plantar, ya que sólo se da en las espesuras de la selva y tarda unos cuatro años en desarrollarse. La paulatina desaparición de la planta ha provocado que en los últimos siete años el precio del brebaje se haya triplicado; hoy el litro cuesta alrededor de 250 dólares.

Además, cada vez aparecen más lugares en el planeta que ofrecen ayahuasca de manera gratuita y que no tienen en cuenta el ritual ni el protocolo sagrado que las tribus que consumen la planta han ido perfeccionando con los años.

"La ayahuasca no es una broma. El hombre blanco quiere patentar nuestro ritual para convertirlo en una nueva forma de hacer dinero. Pero el mundo espiritual no está a la venta", señala Pianki.

Sin embargo, la colosal industria del turismo que ha despertado la planta parece sugerir lo contrario. Hoy en día hay más de cuarenta retiros espirituales en Perú que se especializan en ayahuasca. Así lo cuenta Carlos Suárez, un investigador independiente, que escribe sobre el desarrollo económico y el cambio del paradigma cultural en el Amazonas. Estos retiros reciben a más de 4.000 personas al año y cuestan alrededor de 400 dólares la noche. Algunos también ofrecen baños de barro, sesiones de yoga y excursiones a Machu Picchu.

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"El hombre blanco quiere patentar nuestro ritual, para convertirlo en una nueva forma de hacer dinero. El mundo espiritual no está en venta"

Andy Metcalfe, responsable y propietario del centro Gaia Tree, un retiro concebido para el consumo de ayahuasca en Iquitos, Perú, asegura que hace ya mucho tiempo que las tribus no son las únicas que preparan la infusión. "Ha crecido mucho más allá de sus orígenes", relata. Además, según él, la mayoría de los chamanes de la región ya no están directamente afiliados a las tribus. "Lo que pasa es que la ayahuasca es parte de la naturaleza. Y yo no creo que la naturaleza pertenezca a la gente ni que se pueda ejercer control sobre ella", explica.

Quienes no pueden pagar una semana de retiro, sólo están a un clic de conseguir una taza de ayahuasca. La infusión se vende a través de Facebook en un grupo llamado Marketplace, y los kits para prepararla en casa cuestan 300 dólares. Sin embargo, entre más crece la popularidad de la sustancia, es más complicado el control de calidad. La ayahuasca es una planta que puede resultar mortal cuando no se destila adecuadamente o cuando se combina con otras drogas.

El horno y la cacerola donde se prepara la ayahuasca. Imagen: Marina Lopes

En 2012, Kyle Nolan, un joven californiano de 18 años, murió en Perú por una sobredosis de ayahuasca, según dictaminaron las autoridades locales. Henry Miller, un joven británico de 19 años, falleció después de sufrir una reacción alérgica a la droga. También se ha denunciado la existencia de supuestos chamanes que abusan y violan a mujeres luego de darles la infusión.

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A las tribus les preocupa que la ayahuasca termine adquiriendo la dimensión fenoménica e indiscriminada de drogas como la cocaína, y quedarse sin acceso a la infusión.


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"Si surge algún problema con la ayahuasca, la prohibirán, será condenada. Y entonces, ¿qué pasará con los indígenas?", dice José de Lima, miembro de la tribu de los kaxinawa. "¿Te imaginas que se prohibiera nuestra medicina?¿nos tocaría depender de las farmacias? Pues no, nosotros queremos seguir dependiendo de nuestra farmacia viviente, que no es otra que la selva".

Algunos investigadores, sin embargo, consideran que la comercialización global de la ayahuasca es inevitable y sugieren que lo que tendrían que hacer las tribus es concentrarse en sacar tajada del negocio.

"La comercialización es un hecho. La ayahuasca se está acercando al mundo y el mundo a la ayahuasca", dice Suárez. "En el mundo de los indígenas las únicas personas que pueden monetizar las actividades tradicionales son los chamanes. ¿Por qué no habrían de beneficiarse del sistema ellos también?"

Algunas tribus están dispuestas a hacerlo, pero la demanda de ayahuasca está creciendo demasiado rápido como para poder suplirla. Hoy en día, la mayoría de las ganancias las tienen los centros independientes que apenas tienen vínculos con las tribus locales.

Una vid de ayahuasca en el bosque. Imagen: Marina Lopes

"No podemos decir que la ayahuasca sea nuestra, porque no tenemos la patente. Pero queremos comercializarla en nuestros propios términos. Queremos que la gente visite nuestras tierras y que lo haga adecuadamente", explica Lurino Pequeño de Souza, un miembro de 26 años de la tribu de los katukina. "Existen varios chamanes que dirigen ceremonias sin tener la menor idea de lo que están haciendo y que engañan al hombre blanco".

La fiebre de la ayahuasca pone en cuestión la sostenibilidad de las ceremonias de los indígenas. Como la extracción de la planta no dispone de ningún control, cada vez se ven más amateurs deambulando por la selva provistos de machetes, dispuestos a cortar toda la ayahuasca que sale a su paso. A menudo lo que hacen es cortar un pedazo y dejan el resto de la liana seccionada, provocando su putrefacción. En Iquitos, una región de Perú conocida por la abundancia de la vid, encontrar ayahuasca hoy es una tarea que toma días.

"Tenemos que luchar todos los días para preservar nuestra cultura", dice Biraci Brasil, líder de la tribu de los Yawanawa. "La ayahuasca no es sólo una planta: es la historia de nuestros ancestros".

Este artículo fue publicado originalmente en Motherboard, nuestra plataforma de tecnología.