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“El elefante tiene alas”: hablamos con Ernesto Samper sobre la reforma de política de drogas

En el marco de la Asamblea de Naciones Unidas sobre drogas, VICE Colombia tuvo la oportunidad de hablar con el expresidente Ernesto Samper sobre drogas, narcotráfico y... bueno, sobre él.

La relación que el expresidente Ernesto Samper tiene con las drogas y el narcotráfico es, para la opinión pública colombiana, de ida y vuelta, evidente, histórica, un antes y un después, un "todo lo que debes saber de"…

Especialmente, los que nacieron durante o después de su Presidencia, que duró de 1994 a 1998, conocen a Samper como el político protagonista del proceso 8.000, al que le pasaron "a sus espaldas ––como decía él, en una más de sus famosas frases––" más de un millón de dólares provenientes del Cartel de Cali.

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De ahí el dibujo del elefante (ese que está en medio de la sala, escondido, como si nadie lo pudiera ver) que los caricaturistas aprovecharon hasta la saciedad para burlarse de él. De ahí su imagen repetida en portadas y periódicos. De ahí, por supuesto, la frase "no necesito visa para ir a Chaparral", cuando el gobierno de Estados Unidos le canceló la suya para poder entrar allá.

Pero la relación de Samper con las drogas tiene más colores que ese famoso elefante. Aunque pocos lo recuerdan, a finales de la década de los 70, Samper estuvo a la vanguardia del movimiento legalizador en el país. Como cabeza del centro de estudios económicos que se conoció como la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF), lanzó la primera propuesta estructurada de legalización de la marihuana en Colombia.

El ímpetu legalizador de Samper se evaporó sustancialmente en la medida en que pasaron los años e iba tomando vuelo su carrera política. Para los 90, como candidato y luego como presidente, quedó sitiado entre una opinión pública moralista, la plata de los narcos (el gran elefante que le truncó al menos la mitad de su gobierno) y el plomo diplomático que Washington le propinó.

El político progresista de los 70 terminó criticando la muy oportuna decisión de la Corte Constitucional de despenalizar la dosis personal (sentencia C-221/94). En ese momento, un Samper candidato a la Presidencia se unió al escándalo del establecimiento y calificó la dosis como "la apertura de las puertas para que se generalice la drogadicción". Luego, ya como presidente, aplicó la receta prohibicionista de fumigaciones con glifosato contra la creciente industria cocalera, lo que ocasionó algunas de las más numerosas marchas cocaleras en el sur del país.

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Hoy, en estos tiempos, Samper estuvo en la Asamblea de la Onu sobre política de drogas, representando la voz de la UNASUR, organización en la que funge como Secretario General. Y con una voltereta extraña, pues, vuelve este 2016 a sus años mozos de progresismo, justo cuando el giro en la política de drogas se pone de moda en América Latina.

Esta entrevista es un recorrido por esos ires y venires del expresidente. Más que una denuncia de volteretas políticas, muestra lo difícil que fue para los políticos meterse en las honduras de las drogas y lo mucho que les cuesta reconocer sus responsabilidades pasadas como agentes de la prohibición.

VICE: ¿Cómo terminó usted siendo uno de los primeros tipos en proponer la legalización de la marihuana en Colombia?

Ernesto Samper: En ese momento estaba de representante de la ANIF. El tema de las drogas apenas comenzaba a materializarse en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde había campesinos sembrando marihuana. Nos pareció interesante que se enfocara en la parte económica del problema, porque comenzaba a hablarse de fumigaciones aéreas y persecuciones policíacas. Por eso, darle un enfoque distinto al tema era la manera de contribuir a un debate más democrático. El estudio de la ANIF se hizo con un ingeniero agrónomo y un economista que estuvieron varias semanas metidos en los cultivos de la Sierra.

Pero usted también era miembro de una nueva generación sesentera, marihuanera…¿Había algo de ese aire, o de ese humo, en su propuesta?

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No había un tufo de interés personal, si a eso se refiere. Pero los años sesentas sí fueron los años más luminosos de la segunda mitad del siglo XX, la época de los hippies, Vietnam, la revolución de mayo. Y, sin duda, la marihuana comenzaba a ser un tema no solo en Colombia sino también en EE. UU., donde ya había consumo medicinal y toda una industria alrededor de las drogas.

Cuando usted lanzó la propuesta fue a ambientarla en EE. UU. Incluso con grupos promotores de la legalización como NORML.

Yo me involucré dentro del círculo que estaba promoviendo la legalización de la marihuana en EE. UU., aunque aún era una herejía hablar del tema. Pero ya había unos personajes muy curiosos, y había un interés industrial en desarrollar la marihuana. Me acuerdo de un hombrecito de Boston que tenía una fabrica de unas ollas a de presión, que se llamaban The Maximaizer, que querían producir humo en cantidades suficientes para trabar a toda una fiesta.

Vamos más adelante, cuénteme cómo fue la "patraseada", cuando empieza a aspirar a cargos de elección popular más altos.

Bueno…no fue una "patraseada". Sino que cuando encontré el nivel de marcatización en la que estaba la sociedad alrededor de las drogas fui consciente de que tenía que hacer un planteamiento no necesariamente enfocado hacia el tema de la salud pública y los derechos individuales, sino que esto formaba parte de una estrategia de Estado que necesitaba un tratamiento mucho más de fondo. De hecho, ya habían ocurrido una cantidad de sucesos lamentables relacionados con las drogas, que sensibilizaron a la opinión en contra de ellas y generaron un nivel de irracionalidad para aceptar mensajes como el que estábamos proponiendo.

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Hábleme de la necesidad de moderar posiciones que uno cree que son correctas, porque son muy impopulares.

El tema de las drogas planteado en Colombia, con todo el daño que hizo la vinculación entre drogas y violencia, hacía muy difícil avanzar una teoría de tratamiento alternativo a marihuana sin caer en la estigmatización internacional, que de todas formas fue lo que me terminó pasando. Imagínese si yo hubiera avanzado en las teorías de la legalización como parte de la agenda oficial. Si por lo que hice me cayeron rayos y centellas, imagínese de lo que hubiera sido si hubiera sacado a la brava una política alternativa.

En su gobierno también empiezan las fumigaciones con glifosato…Cuénteme de las presiones que siente un mandatario …

A mí me tocó una época de transición de los grandes cultivos vinculados a las redes del narcotráfico. Eran grandes terratenientes de la coca. Pero en el momento en el que vimos la concentración de cultivos pequeños cámbianos la política y desarrollamos el PLANTE.

(El eslogan del programa PLANTE ("¡Plante y pa`lante!") se grabró en la memoria de toda una generación que vivió la mayoría de su vida con acceso limitado a TV por cable y tuvo que padecir la lluvia de propagandas oficiales. En Youtube, el PLANTE aún vive con esta maravillosa sátira de Jaime Garzón).

Un programa que, en perspectiva, funcionó poco…

No creo que hayan funcionado poco, me acuerdo que el fiscal de la época, (Alfonso) Valdivieso, cuando arrancamos el programa de sustitución, dijo que íbamos a crear los minifundios del crimen. Lo que vino después fue el Plan Colombia. Fue revolver la lucha contra las drogas con la lucha contra la guerrilla.

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Usted padeció de primera mano el tema de la política y el narcotráfico. ¿Cómo afectó su Gobierno la mano larga de esa alianza?

Los elementos de convicción que aplican los narcotraficantes son la planta o el plomo. O corrupción o violencia para conseguir sus objetivos. A algunos colegas míos les tocó la parte del plomo, el narcoterrorismo, como a César Gaviria. A mí me tocó la plata, la corrupción. Hasta ese momento los carteles tenían una influencia a nivel regional. En mi caso, esto llegó a nivel nacional, a la gente de mi campaña y la corrompieron para que de alguna manera pudieran influir nacionalmente.

¿Y ese episodio le da autoridad moral para estar hablando de estos temas de política de drogas hoy en día?

Creo que sí. No lo miro como un cuarto cerrado de mi vida. Forma parte de lo que fue mi vida pública. De lo que me tocó padecer. Rodearon a mi gobierno con un grado de estigmatización para exigir mayores responsabilidades en la lucha contra el tráfico. Todo lo que hice fue resistir esos embates en la época más dura de la lucha contra el narcotráfico en América Latina. La época en la cual ni siquiera podíamos entendernos entre los países para luchar contra las drogas sino que había que hacerlo a través de EE. UU.

¿Cómo fue el papel de los gringos?

Fatal. Ellos utilizaron el tema de la campaña, y ellos mismos penetraron la campaña para ponerla al servicio de sus exigencias. A punta de presiones y chantajes. Esa fue la época más negra de la política de injerencia en el país.

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Como una llave entre los gringos y el Cartel de Cali que terminó perpetuando la guerra contra las drogas…

Al final la presión internacional de los EE. UU. llegó a ser uno de los factores de ingobernabilidad tan complejos como la misma guerrilla o los sectores paramilitares.

Ahora estamos en el 2016, en la Asamblea de la ONU sobre drogas. ¿Usted entra acá y siente el elefante sobre sus espaldas?

Siento que el elefante tiene alas. Porque todo lo que decía entonces está volando. Lo que decíamos en materia de que había que aplicar política que respetar los Derechos Humanos. Que había que volver a un política basada en la salud pública. Que había que aplicar penas alternativas, defender al consumidor. Todo lo que se consideraba una herejía hace 20 años. Nosotros veíamos con timidez solo a pedir que entenderían que además de la oferta había una demanda, esa era la exigencia máxima en esa época. Hoy hay unas nuevas bases del diálogos. Y eso es lo que veníamos buscando incluso desde las épocas de la ANIF.

Santos se separa de usted y César Gaviria en que no vino a apoyar reformas siendo expresidente, sino mientras está en el cargo.

Es una excelente pregunta para mostrar cómo el ambiente mundial ha cambiado. Que un presidente en ejercicio pueda decir, como dijo en Cartagena, que había que involucrar el tema dentro de la agenda, demuestra que hay un nuevo ambiente a nivel mundial. No que los presidentes ahora son más valiente, sino que los golpean menos.

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A Daniel Pacheco, colaborador de VICE Colombia, lo encuentras por acá.