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Los adorados

Olvidados en la tormenta

El fotógrafo Hans-Máximo Musielik fue uno de los pocos que se metió a los pueblos de la sierra guerrerense devastados por 'Manuel'.

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Después de los estragos de la tormenta tropical Manuel en Guerrero este septiembre, casi toda la atención de los medios se enfocó en los turistas varados en Acapulco. Había escuchado de comunidades aisladas de la sierra que no habían recibido ningún tipo de ayuda, incluso una semana después del desastre, y que permanecían incomunicadas.

Así que llegué a la Montaña Alta de Guerrero para documentar los efectos del desastre en estas zonas. Fue difícil llegar, primero, a Tlapa de Comonfort. Los autobuses sólo podían llegar a Huamuxtitlán, a una hora de Tlapa. Las lluvias habían inundado un tramo de carretera y los vehículos no podían pasar. Crucé a pie unos 300 metros de carretera con la mochila llena de cámaras y equipo electrónico sobre la cabeza. El agua me llegaba hasta el pecho. Luego, en campamentos en el municipio de Malinaltepec, miles de mujeres, niños y hombres se encontraban en condiciones precarias, expuestos a la intemperie de una sierra que poco perdona.

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En algún momento también llegó a la zona Rosario Robles, la secretaria federal de Desarrollo Social. Los líderes de diferentes comunidades de la Montaña Alta le reclamaban la falta de apoyo de los diferentes niveles de gobierno y que haya priorizado la ayuda en la zona turística de Acapulco y donde ocurrió el deslave cerca de Atoyac. Las pancartas que esgrimían los inconformes se leían claras: "Exigimos al gobierno que apoye a la Región de la Montaña. No sólo Acapulco sino todo el estado de Guerrero [sic]".

Según el conteo oficial, hubo 157 muertos en México por la tormenta Manuel y el huracán Ingrid, casi todos en Guerrero. Fue un desastre nacional que, como dijo el coordinador de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, Luis Felipe Puente, se agravó gracias a que hubo "omisiones históricas" por parte de las autoridades. De haberse activado alarmas a tiempo, se habrían salvado muchas vidas. Pero en México parece que ante el aullido del desastre imperan los oídos sordos.