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Elecciones 2016

10 claves para entender el decadente “13J: El debate”

Más allá de vencedores y vencidos, de ataques y defensas, de propuestas y desaguisados, esto es lo que sucedió en otra noche para olvidar. El horror resumido en diez puntos.

Nos lo temíamos: el debate a cuatro de ayer, retransmitido simultáneamente por La1, Telecinco, Antena 3 y La Sexta, fue tan casposo, antiguo, tedioso y decadente como indicaban nuestras previsiones más pesimistas.

Más allá de vencedores y vencidos, de ataques y defensas, de propuestas y desaguisados, esto es lo que sucedió en otra noche para olvidar. El horror resumido en diez párrafos.

Febrero 1987

Ha pasado medio año aproximadamente entre el debate a cuatro que retransmitió Antena 3 y el de ayer, cuya señal y organización corría a cargo de la Academia de la Televisión. Conclusión: los relojes de esta santa casa siguen parados en febrero de 1987.

La comparativa televisiva entre ambos debates es insultante: una vez más, y como ya sucedió con aquel cara a cara de conducido por Manuel Campo Vidal, el organismo más importante del medio en España optó por una realización del siglo pasado.

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Frío de tanatorio, atriles prestados por "Saber y Ganar", decorado de clínica oftalmológica, sonido de televisión turca y un ambiente general que podría adormecer a los ultras de la selección rusa de fútbol. ¿Hace falta decir que lo de ayer volvió a ser delirante y deprimente?

Estatuas

Música decimonónica de introducción, como aquellas cortinillas de los 70 que precedían a un acontecimiento de alcance internacional.

Manuel Campo Vidal recién descongelado, con restos de escarcha aún en el pelo, deambulando por plató sin saber ni dónde ponerse, ni qué decir… ni muy probablemente en qué año estamos.

Diez minutos de retraso, tú: Spain is pain era esto. Si ni los candidatos a presidente son capaces de ser puntuales, ¿qué nos queda? Un photocall caótico, deslavazado y feo, con una regidora gritando a los fotógrafos como si fueran gallinas, Campo Vidal metido en el papel de cyborg aún en fase de calentamiento y los cuatro políticos bordando el papel de estatua.

Corte brusco y desconexión. Esto ni ha empezado y ya es un desastre absoluto.

Rajoy ha llegado al debate — FinoFilipino (@FinoFilipino)13 de junio de 2016

¡Terrible! ¡Apocalíptico!

Acostumbrado a sacarse de la manga apocalipsis y cataclismos, decorar noticias de Victoria's Secret y celebrar la llegada de grandes nevadas, a Pedro Piqueras se le atraganta la primera pregunta. Todo es demasiado ceremonial, gris y solemne, y a Piqueras le va demasiado el jaleo, la marcha y los fuegos artificiales: algo así como si pones a Justin Timberlake a cantar en el último disco de Radiohead.

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Ana Blanco, en cambio, está en su salsa, tan seria, recta y litúrgica como siempre, ese tono de profesora de literatura española agradable pero inflexible; y Vicente Vallés en su línea habitual, tan correcto, servicial y anquilosado como el jefe de la planta de caballeros de El Corte Inglés.

Fútbol & Twitter

El equipo de — Ana Pastor (@_anapastor_)13 de junio de 2016

A los diez minutos de debate media España ha vuelto al Bélgica-Italia y la otra media se dedica a verlo y seguirlo desde Twitter. ¿Qué hacíamos en situaciones así cuando no existían las redes sociales?

Ahora es fácil darle la vuelta a la tortilla y convertir un ladrillo de estas dimensiones en un entretenimiento desternillante gracias a algunas mentes ágiles de Twitter, pero hace unos años a muchos no nos hubiera quedado más remedio que tragárnoslo a pelo, sin guarnición ni aderezos encontrados en nuestro Smartphone.

Si el bistec se nos hacía bola a los vegetarianos frustrados, esto directamente hubiera necesitado dos litros de agua para bajar como Dios manda.

Sopor

Los cuatro salen a no cagarla. Que es muy distinto a salir a ganar o a convencer. Todo muy lento, farragoso, como aquellas clases de primera hora de la tarde a las que no veías fin. Ese sopor de película española de posguerra, una exaltación absoluta del tedio, la medianía y el conformismo.

El formato es terrible, sobre todo para Pablo Iglesias, el gran perjudicado de la noche por esta regresión a los 80: cada turno es una sesión de tortura, cada pregunta y bloque temático un mazazo al sentido del ritmo, la agilidad y el entusiasmo, y el líder de Podemos, que brilla en el cuerpo a cuerpo, queda ensombrecido por esta sinfonía del bostezo.

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Rivera se acuerda de Orlando, Iglesias de los sordomudos, Sánchez de sí mismo y Rajoy de todo lo que sus asesores le han apuntado y subrayado trescientas veces antes de salir hacia la contienda. Campo Vidal ya ha vuelto a su cámara frigorífica con una sonrisa en la boca y la satisfacción de haber acometido otro atraco de guante blanco, impecable, intachable.

Cartón pluma

La nueva política es presentarse en un debate con gráficos, recortes y tuits impresos en cartoncitos de cartón pluma de copistería a punto de echar el cierre definitivo.Y en un tamaño lo suficientemente pequeño como para que el espectador en casa no vea un pijo de lo que quieren enseñarnos.

La nueva política es citar tuits de memoria, utilizar expresiones como "tres huevos duros" (homenaje algo errático a Groucho Marx, dicen), afirmar que "los españoles somos los latinos de Europa", recurrir a tópicos que ya ni tan siquiera se atreve a utilizar Rajoy y sacar de la chistera el tema Venezuela en la recta final, cuando ya todos pensábamos que nadie tendría arrestos de agarrarse a semejante clavo ardiendo.

La nueva política ayer fue más vieja que la vieja. Y la vieja fue tan vieja como siempre. En resumen: a su lado, Campo Vidal parecía joven.

Tentaciones

Llega el primer descanso. Tentación fuerte de no volver. Para más cachondeo, en Telecinco nos ponen la promo del próximo programa de "Mi casa es la tuya", con José Luis Moreno como protagonista.

Es lo que estaríamos viendo ahora mismo si no fuera por este debate absurdo e intrascendente que no decidirá nada, y la sensación de vacío es mucho mayor. De los atracos a cargo de bandas del Este, las vivencias de Monchito y el gimnasio habilitado en casa del productor y presentador hemos pasado a las tarjetitas de Rajoy, el rictus de perdedor de Sánchez y la camisa mal planchada de Iglesias.

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Puta vida.

Audio

Vuelven de publicidad, y todos damos por hecho que algún técnico se habrá ocupado de los surrealistas problemas de audio que hemos detectado en la primera hora.

Pero nada: persiste ese sonido demencial de fondo, a medio camino entre un concierto de noise y una psicofonía de ultratumba. Cada vez que abre la boca Iglesias nos llega a través de la pequeña pantalla esa resonancia como de interferencia de teléfono móvil en las últimas, como de papel de plata estrujado a conciencia.

No me cabe la menor duda que la culpa de todo esto hay que atribuírsela a Campo Vidal, que se ha ido a su sarcófago con el micro puesto conectado a la mesa de mezclas.

Conclusiones

A punto de finalizar ya el debate, algunas conclusiones rápidas. Rajoy saldrá vivo de esto. Joder, es que incluso diría que ha salido airoso de este paripé. Nos lo dicen hace un año y medio y tenemos que recurrir a un fisioterapeuta para recuperarnos del dolor de abdomen.

A Pedro Sánchez muchos aún siguen buscándole. Roto. Fundido. Out. KO. Hacía tiempo que no veíamos en directo a un líder político tan acabado, tan entregado a la derrota, tan sometido al baile de sus rivales, tan consciente de su fracaso. Incluso Iglesias, sabedor del desastre, tuvo que indicarle que su rival era Rajoy, y no él.

Rivera y el propio Iglesias, por su parte, a lo suyo: el primero buscando desesperadamente el voto de los autónomos y el segundo jugando una vez más al gato y al ratón con el tema de Cataluña.

Epílogo

Son casi las doce y media de la noche. España, el prime time, los horarios de maleantes, vagos y trasnochadores, el desprecio absoluto a los que madrugan y desean una vida a la europea. El debate clave para decidir presidente, en sesión golfa.

Han sido dos horas y cuarto de ritmo comatoso, puesta en escena apolillada y aburrimiento supino. Y por supuesto dos horas y media de vacío político, de contenido hueco que no han aportado absolutamente nada a los votantes.

Dos horas y media tiradas por la taza del wáter y la triste constatación de que, puestos a elegir, preferimos esas perturbadoras entrevistas infantiles moderadas por Ana Rosa Quintana que esta regresión sórdida y agonizante a otros tiempos televisivos que creíamos superados.