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Fotos

Hernán Díaz: retratos y hojas de contacto de una Colombia bohemia

Este fotógrafo tolimense retrató la vanguardia colombiana, documentó a Cartagena como ciudad morena, creó muchos de los estereotipos que guardamos de los 60 hoy en día y configuró el acto estético de la fotografía en el país.

Muchos no lo conocen, o simplemente no sabían que Hernán Díaz era el ojo detrás de la cámara que retrató la vida de una nación. Él es el cazador de instantes y personalidades que configuraron la historia contemporánea de Colombia.

Gracias a Díaz vimos a Carlos Pizarro sin camisa y usando una corbata que Belisario había dejado en su casa. A la artista Feliza Bursztyn jugando con su gato en su particular taller bogotano repleto de chatarra. A Camilo Torres, en su tradicional traje de sacerdote, retando al lente de la cámara que quiere capturarlo y a Jaime Garzón sonriendo con ojos tristes frente a su Leica.

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Jaime Garzón. Todas las reproducciones de las fotografías de Hernán Díaz son de Iván Valencia.

Camilo Torres.

Hernán Díaz Revelado: retratos, sesiones y hojas de contacto es la exposición itinerante que se estará presentando en la Biblioteca del Banco de la República hasta febrero del próximo año. Sin embargo, esta exhibición es mucho más que eso. Recorrer las fotografías del tolimense Hernán Díaz [1929-2009] es visitar la Colombia artística de los años 60, es encontrar rostros conocidos en situaciones desconocidas: "Es una visita al pasado reciente, al presente y al pasado ya pasado", comenta Santiago Rueda, curador de esta muestra compuesta por ochenta fotografías, libros y hojas de contacto de este pionero de la fotografía artística en Colombia de mitad del siglo XX.

Hicimos un recorrido por esta exposición junto con su curador, Santiago Rueda Fajardo, una de las voces más importantes en cuanto a crítica de arte colombiano se trata. Es maestro en artes plásticas de la Universidad Nacional de Colombia, con estudios en diseño y arte de la Universidad de Westminster, Londres y doctor cum laude en Teoría, historia y crítica de las artes, de la Universidad de Barcelona. Por todo esto, Rueda es indispensable a la hora de organizar y entender la vida de Hernán Díaz y de las personalidades que rodearon su obra.

Autorretrato de Hernán Díaz. Reproducción por Iván Valencia.

VICE: Pocos conocen o reconocen a este fotógrafo. ¿Quién era Hernán Díaz? Santiago Rueda: Fue un gran artista que tuvo el arrojo de aventurarse a serlo a través del lente fotográfico en un país que casi nunca ha valorado este trabajo. Fue alguien que se educó a sí mismo y se formó como artista a través de los gustos y del interés por las otras personas. Fue un humanista en el sentido total: su amor por el ser humano fue amplísimo, reflejado en sus cincuenta años de retratos.

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Algunos dirán que fue un ególatra porque tenía un carácter muy fuerte. Pero para mí fue un hombre sagaz que supo construir la imagen de sí mismo a través de sus fotografías (que siempre involucran a otro). Fue una persona que se movía agudamente en otros círculos y no por eso "se vendió". Al contrario, en los años 90 cuando buscaba retratos, obviamente había personas a las que tenía que retratar, así no quisiera: el fiscal Valdivieso, Enrique Santos, Juan Manuel Santos, etc. Pero también retrató en su casa a Carlos Pizarro sin camisa con una corbata que había dejado Belisario en su casa la semana anterior. Vemos también a un Alejandro Obregón misterioso, terrible y a la vez extremadamente tímido; a un Enrique Grau retrospectivo pero festivo; o identificamos la seriedad infalible del rostro de Villamizar o de Negret. Edificar la imagen pública de un personaje es algo que hacen muchos fotógrafos, pero Hernán Díaz lo hizo con mucha precisión y podemos decir que creó mitos perdurables.

Recorte periódico de El Tiempo, 1963

Pero era también un fotógrafo que se dedicaba a los paisajes, al campo y a los rostros desconocidos, en medio de tanta fama ¿verdad?

Sí, Díaz trabajó por períodos cortos en revistas como TIME y LIFE. También en Cromos, pero este trabajo lo abandonó muy pronto porque no soportó cubrir reportajes sobre la violencia en Colombia en la que tenía que fotografiar personas decapitadas. Dentro de estos trabajos ocasionales hay uno que es importante señalar. En 1959 Hernán Díaz y Enrique Grau alquilaron un apartamento en Cartagena, que para ese momento era una ciudad que no tenía servicios públicos, los cortes de electricidad podían durar una semana y estaba prácticamente abandonada porque Barranquilla la había desplazado como centro industrial de la costa. Así que al llegar a una ciudad olvidada y perdida en el tiempo, que es la ciudad que se lee en las fotos, Díaz registró con su cámara Leica un imaginario de Cartagena. Pero no de esa Cartagena gentrificada y turística de hoy, sino de una ciudad habitada por afrodescendientes. De ahí el nombre de su libro fotográfico Cartagena Morena. Además hizo un registro arquitectónico preciso. Díaz fue el ojo que inspeccionó las murallas, el centro, caminó bajo el sol canicular y el mar incandescente sobre las rocas coloniales cuando nadie más lo hacía. Así que probablemente, el primer fotoreportaje sobre esta ciudad lo haya hecho él. Claro, hoy en día, sentimos estas imágenes como clichés. Pero fue él quien propuso esta perspectiva en 1970 y a un país sordomudo en plena modernización.

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Arte, política y paisajes son temas normales para una exposición de fotografía. Pero, ¿por qué mostrar las hojas de contacto de Díaz aquí? ¿Cuál es la magia detrás de ellas?

Fueron mi principal hallazgo como curador. Fue una sorpresa para mí cuando supe que el Banco de la República tenía más de veinte de sus hojas de contacto. Luego de mirarlas con detenimiento, decidí que éstas debían ser el corazón de la muestra.

Ya casi nadie sabe lo que es una hoja de contactos ni sabe lo difícil que era revelar y ampliar en el proceso fotográfico. Lo que pasa, además, es que las hojas de contacto se han desdoblado y ahora corresponden al movimiento del pulgar que hacemos sobre la pantalla para escoger cuál queremos. Pero estos papelitos con varias fotos, que usaban los fotógrafos, para analizar una sesión de trabajo y ahorrar revelado, son una pieza clave para entender el proceso de selección de un artista. Las marcas y señas nos dejan ver cómo trabajaba Díaz, lo que quería frente a la cámara, cuál era el instante en el que decidía obturar y cómo eran sus días en el ruedo.

Dentro de la tajada de realidad, que implica una fotografía, que es tan solo una milésima, podemos ver en los contactos una historia entera. Son como storyboards, y en este caso, son las sesiones con Alejandro Obregón, los paseos por los bosques del acueducto, el taller de Feliza Bursztyn o inclusive la visita de un circo pobre. Además, cada marca tiene un valor técnico, y sin embargo estético: se señala el encuadre y la sección donde hay que iluminar más, pero son maravillosamente artísticas y llamativas. Fue muy interesante aproximarse a estos contactos y espero que los visitantes también disfruten entender cómo pensaba y por qué hacía así sus selecciones un fotógrafo tan importante como Hernán Díaz.

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En esta foto: la despedida del librero catalán Luis Vicens (en el centro) rodeado de sus amigos, quienes recrean la ultima cena. De izquierda a derecha: Elmer Vásquez, German Moure, Lily Hurtado, Germán Vargas, Beatriz Piedrahita, Édgar Negret, Luís Vicens, Héctor Fontan, Lilian Peñuela, Rafael Moure, Susie de Vargas, Enrique Grau y Hernán Díaz.

Retrato de la artista Feliza Bursztyn en su taller de chatarra.

¿Cuáles es el elemento especial en los retratos de Díaz? Puedo responder citando sus palabras: "Hay una razónesencial y es que nada tiene que ver con conmigo, o con mi cámara. Es, por así decirlo, por un mérito natural del modelo. Si la persona a quien voy a hacerle el retrato está plena de sí misma, orgullosa de lo que es, de sus valores humanos, entonces el retrato resulta magnífico, irradia su alma y la atmósfera se nimba de su autenticidad"-Hernán Díaz.

Díaz era un fotógrafo ahorrador. Sabía exactamente qué luz quería, qué encuadre y cómo. Era muy económico. Creo que además era un fotógrafo pescador, y no un cazador. Esperaba y nadaba con paciencia hasta que encontraba algo, pero no atacaba nunca a su presa. A veces jugaba con ella, les daba cámaras sin rollo para "romper el hielo" y creaba ese vínculo clave entre el fotógrafo y el fotografiado. En pocas palabras, Hernán Díaz validó simbólicamente a la fotografía como arte, le dio ese lugar y lo vinculó con el resto de expresiones en su momento como pocos lo han hecho.