Des membres des forces de l'ordre inspectent un site après un attentat suicide, qui a fait au moins 70 morts dans un poste de police, à Zliten en Libye, le 7 janvier 2016. Photo via EPA
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"La gente se muestra cada vez más sarcástica con el GNA", asegura Sami Khashkhusha, un profesor de económicas de la Universidad de Trípoli. "Se les está pasando el arroz. A día de hoy si se quieren poner a la gente en el bolsillo tienen que conquistarles a través del estómago. Lo que quiere la gente son sueldos, quieren servicios que funcionen. Ahora mismo el suministro eléctrico es errático. Y no hay dinero — la gente tiene sueldos sobre el papel, pero no ven ni un centavo".Sarraj conquistó el apoyo de las instituciones, algo fundamental para la economía. Entre sus valedores están el banco central y la petrolífera nacional — una compañía cuyo volumen ha disminuido sensiblemente con respecto a lo que fue antes de la revolución, cuando Libia vendía 1,6 millones de barriles al día. Ahora a duras penas alcanza los 200.000 mil.De tal manera que Sarraj dispone de apoyos, claro que eso no significa que esté ejerciendo el control del país. Su principal rival es Khalifa Ghwell del gobierno de Salvación Nacional, quien se ha negado a dejar el poder a la llegada de Sarraj. Sucede que en Libia el parlamento está exiliado, no está en Trípoli, sino en Tobruk, cerca de la frontera con Egipto. El movimiento fue provocado por la sangrienta batalla por el control del aeropuerto de Trípoli en verano de 2014. Ahora el parlamento portátil se ha negado a aceptar la entrada del GNA en el poder, algo que Naciones Unidas le ha exigido que haga.
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Haftar está luchando abiertamente contra las milicias islamistas, claro que sus detractores en lugares como Trípoli y como la ciudad de Libia central de Misrata, aseguran que se trata de un líder tan peligroso como el presidente egipcio Abdel Fattah el-Sisi — y aseguran que solo le interesan el petróleo y el poder, y que su influencia cambiará el rumbo de la revolución. Haftar está espoleado por sus victorias contra las franquicias de Estado Islámico en partes de Benghazi y de Derna, y ahora se dirige a enfrentarse a los 4.000 combatientes yihadistas que se concentran en el bastión de Sirte, el auténtico punto caliente del radicalismo islámico en Libia.Haftar no ha querido coordinar su lucha contra Estado Islámico con el GNA, lo cual ha provocado, por extensión, que tampoco cuente con el favor de la fuerza revolucionaria Misrata, cuyos guerrilleros jugaron un papel determinante contra el régimen del exdictador Muamar el-Gadafi. Hace apenas un año, los soldados de Misrata se enzarzaron en una auténtica batalla campal con las tropas de Haftar. Luchaban por el control de los lucrativos campos petrolíferos del centro del país, en Sidra, cerca de Sirte. Para los combatientes Misrata, Haftar es una amenaza tan letal y sanguinaria como Estado Islámico.
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