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Furia travesti

El 8 de marzo las mujeres trans también paramos

Son muchas las razones: la mía es protestar por la forma en que nos afecta la política contra las drogas.

El 8 de marzo que viene, las mujeres —incluidas las mujeres trans— paramos. Diferentes organizaciones y activistas en más de 30 países nos unimos al llamado para que las mujeres desaparezcamos del mundo un día. Ese día.

¿Qué le pasaría al mundo sin nosotras? Un día sin mujeres en los supermercados, centros comerciales, colegios y universidades. El llamado también es a que ese día nos desaparezcamos del trabajo. Eso incluye el trabajo que no se considera trabajo. No vayamos a las oficinas y tampoco movamos un dedo en la casa. Entre otras, el paro quiere evidenciar las injusticias que enfrentamos las mujeres en nuestros trabajos.

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Existen diferentes injusticias para unirse al paro, pero yo voy a parar para evidenciar cómo la falta de oportunidades hace que las mujeres seamos más vulnerables a ser encarceladas. Concretamente, sobre cómo nos  afecta la política de drogas.

Paramos porque sabemos que las nuevas y ampliadas facultades de la policía, junto con la fallida estrategia internacional de la "guerra contra las drogas", va a disparar el número de mujeres en la cárcel. Paramos porque a la cárcel siempre se van los de abajo, no los dueños del chuzo. Y las mujeres están en la parte de abajo de esa economía. De acuerdo al informe de Dejustica "Mujeres, Política de Drogas y Encarcelamiento", criminalizar la economía de las drogas ha provocado que sea la gente más pobre la  que se vaya a prisión. Éstos participan "como eslabones débiles en las tareas de más bajo rango pero de más alto riesgo" y eso aumenta la probabilidad de que sean encarcelados.

El informe dice que la mayoría de mujeres que entran a la economía de las drogas, son casi todas mujeres pobres, cabeza de hogar, que buscan darle de comer a sus familias que, en muchos casos, dependen completamente de ellas. Muchas son mujeres que  no pueden acceder a la educación superior  y que están casi destinadas a recurrir a  trabajos precarios y  mal pagos. Las economías ilegales de drogas buscan a personas así, a quienes es más fácil convencer de realizar  los trabajos más peligrosos a bajo costo. Al fin y al cabo, si las cogen, el riesgo de que los sapeen es poco: ellas y sus familiares están amenazadas de muerte. Y, en todo caso, pueden reemplazarlas fácilmente por otras mujeres pobres que necesiten darle de comer a sus hijos, que son muchas.

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Paramos porque sin trabajo estamos condenando a las mujeres a la cárcel. Según el estudio de Open Society Fundations titulado ¿Qué impacto tienen las políticas de drogas en las mujeres?, entre 2006 y 2011, en América Latina subió el número de mujeres en la cárcel de 40.000 a más de 74.000. Agregan que la mayoría de las mujeres que están en la guandoca, están en su mayoría por sentencias por delitos de drogas. Y no son exageraciones. En muchos países el porcentaje de mujeres encarceladas por delitos relacionados con drogas es mayor al de los hombres (aún cuando hay menos mujeres).

Según cifras citadas por la Relatora especial de Naciones Unidas sobre la Violencia contra la Mujer, en el mismo estudio, "más del 50% de las mujeres en centros penitenciarios en España y Estonia fueron sentenciadas por delitos relacionados con drogas, en Taguiquistán es prácticamente el 70%, en Letonia el 68%, aproximadamente el 40% en Georgia y Kirguizistán y el 37% en Italia. En Ecuador, el 77% de las mujeres en centros penitenciarios estatales fueron sentenciadas por delitos de drogas, comparado con el 35% de la población carcelaria masculina".

Paramos porque sin trabajo, las mujeres son más vulnerables a la pobreza, a la violencia, a la muerte y a ser encarceladas. Paramos porque la falta de trabajo condena a las mujeres a la cárcel, y en el caso de las mujeres trans las condena a la pena de muerte:

De acuerdo a la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) existe "un estrecho vínculo entre exclusión, discriminación y la corta expectativa de vida de las personas trans. De acuerdo con la información recibida por la CIDH, la violencia y la discriminación contra niños, niñas y jóvenes trans inicia a temprana edad, ya que generalmente son expulsadas de sus hogares, colegios, familias y comunidades (…) las personas trans enfrentan pobreza, exclusión social y altas tasas de inaccesibilidad a la vivienda, presionándolas a trabajar en economías informales altamente criminalizadas, como el trabajo sexual o el sexo por supervivencia(…) son perfiladas por la policía como peligrosas, haciéndolas más vulnerables al abuso policial, a la criminalización y a ser encarceladas".

Paramos para demostrar que podemos organizarnos de forma global y que juntas sí podemos cambiar el mundo. Nos revelamos porque nos mamamos. Queremos más mujeres siendo libres, rebeldes y dueñas de sus vidas, y menos en las cárceles. Queremos más mujeres en universidades, colegios y lugares de trabajo. Queremos que no nos toque lavar siempre la losa. Queremos que los hombres se den cuenta de su privilegio y queremos que renuncien a él, así les resulte incómodo. Queremos cuestionar la política de drogas y evidenciar su relación con nuestro derecho al trabajo. Queremos un cambio en la política de drogas porque nos afecta de forma desproporcionada. Queremos que el mundo deje de ser tan descarado con las mujeres. Queremos trabajar de forma justa y en lo que nos dé la gana. Queremos trabajos que nos hagan felices, no miserables. Queremos que las mujeres trans puedan educarse y trabajar para que no muramos tan jóvenes. El 8 de marzo queremos hacer temblar el mundo para que se revuelque a ver si reacciona.