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Cultură

Reforma Laboral: Los niños son el futuro

¿Por qué tengo que fingir que un feto ajeno es adorable?

Eleonor Hindley es una moza de sumo buen gusto que, como penitencia por sus pecados, trabaja de secretaria en una oficina de Cornellá. Cada dos semanas escribirá para nosotros sobre una faceta de la apasionante vida cultural de sus compañeros de trabajo. Y así hasta que nos aburra, la echen o se suicide.

Todo el que me conoce sabe que no me gustan los niños; bueno, a no ser que sean niños como los de Toddlers & Tiaras, que están tan muertos por dentro que son adorables. Por eso últimamente se me ha hecho especialmente duro en la oficina, donde la media de edad es de unos 33 años, y en la que en los últimos meses ha habido una auténtica pandemia de embarazos y partos; cosa que no sólo me toca los cojones sobremanera, si no que me sorprende e indigna a la vez.

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Me toca los cojones el tener que esconder mi total indiferencia cuando alguien me enseña las ecografías de su futuro vástago de 5 semanas.¿Qué coño se supone que tengo que hacer? ¿Decir que es bonito? ¿Que reconozco en un borrajo a un ser humano? ¿Por qué tengo que dejar de actualizar mi facebook para mirar una polaroid mal revelada en la que se supone que sale el hijo de alguien que ni siquiera me cae bien?

O ya cuando te traen al retoño, en plan para que le presentes tus respetos o algo, como si fuese un jodido dios hindú de las babas y el olor a caca y nenuco. Y ya me dirás cual es el tiempo estimado para estar haciendo el paripé del “bububú” “quéeeee guapo” y hacer ver que te hace gracia…

¡Joder, que tengo que superar mi puntuación del Angry Birds antes del desayuno!

Luego cuando dices que no quieres sacrificar tus tres viajes anuales al extranjero por tener un hijo, te miran como si fueses Joseph Fritzl. Porque según mis compañeros, el tener un hijo no cambia para nada tu vida normal.

Eso dice la contable de 26 años, que sigue dejando cada dos fines de semana a su hija de 3 con la abuela, para irse de fiesta a alguna salsoteca a bailar los últimos hitazos de alguna radio ilegal latina.

O al contrario, que te hace mejor persona, dice el licenciado que se pasa 7 de sus 8 horas laborales sobándole el culo al jefe para tener un mejor despacho en el que estar más horas, mientras su mujer está en casa viendo el Sálvame Deluxe y chillándole a la tele porque hay alguien haciendo el baile chuminero.

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También hay que entender el caso de alguna que lo tuvo sin buscarlo. Sin buscar el condón en la guantera del coche o la pastilla del día después en el tarro de las galletas, debe ser.

Esta misma se indigna cuando le digo que padres como ellos, que tienen hijos “inesperados”, deberían pagar un impuesto especial de gilipollez.

Pero como la ofensa ajena me excita, entre batallitas de parto y primeras palabras, yo siempre les cuento la ilusión que me hace tener una hija y poder explotarla en concursos de pageants para poder pagarme la ginebra y los ansiolíticos.

Eso sí les parece aberrante…bendita hipocresía!

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