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Drogas

Cultivar cannabis para tratar la epilepsia puede llevarte a la cárcel en Italia

Tras años de lucha contra la epilepsia, Alberto comenzó a utilizar cannabis con fines terapéuticos. Transcurrido un tiempo fue condenado a una pena de cárcel por tener en su casa cinco plantas de marihuana.
[Foto di Anthony Tuccitto/VICE News]

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_Este artículo fue producido en colaboración con _Non Me La Spacci Giusta_, un proyecto de _CILD_ (siglas italianas para Coalición Italiana Libertad y Derechos Civiles)._

Alberto, un operador de cámara de unos cincuenta años, lucha desde hace diez años contra una epilepsia que casi le cuesta la vida. "Un día me dio un ataque: al caer me golpeé la cabeza y me desmayé. Casi me desangró hasta morir sin siquiera darme cuenta".

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Para combatir la enfermedad estuvo bajo tratamiento en el Policlínico Umberto I en Roma, en el que se le prescribieron fármacos antiepilépticos cuyos efectos secundarios no se hicieron esperar. "Empecé a sentirme cada vez más cansado y agotado", describe a VICE News. "Dormía 12 o 14 horas diarias y no podía trabajar porque me molestaban las fuentes de luz, así que tuve que dejar mi trabajo de operador de cámara y editor de vídeo".

"Me daba vergüenza salir de casa porque mi boca siempre estaba seca, pastosa. Incluso hablar se me hacía difícil", continúa. "También perdí 7 kilos. Todo esto me llevó a una depresión, a veces me encerraba a llorar. Incluso mis órganos comenzaron a sentir el cansancio por la ingesta continua de estos fármacos, que son una verdadera droga".

Por todo esto, Alberto, tras 10 años con este tratamiento, empezó a preguntar acerca de la posibilidad de consumir cannabis con fines terapéuticos. Consultó al médico que lo trataba en el Policlinico, donde la marihuana medicinal se encuentra disponible, pero, según le explicó, el hospital todavía no puede prescribirla. Por lo tanto, le aconsejó contactar con su médico de cabecera, quien, sin embargo, también se negó.

Así es como Alberto decidió explorar nuevos caminos para tratarse con cannabis: recurrir al mercado ilegal y cultivar la planta por sí mismo.

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"Mi situación clínica ha mejorado con el uso de cannabis", cuenta. "Comencé la terapia aún con los medicamentos y con el tiempo pude eliminar las pastillas por completo. Las crisis que los medicamentos me habían provocado no volvieron, así como todos los efectos negativos que se habían producido desaparecieron. Y recuperé mi peso".

Pero un día la policía llamó a su puerta. "Les dejé entrar y encontraron en la casa cinco plantas de marihuana aún en fase de crecimiento. Me detuvieron y pusieron bajo arresto domiciliario por 50 días".

Procesado, Alberto ha llevado al Tribunal de Primera Instancia su historial médico que le llevó a tomar la decisión de tratarse a sí mismo con cannabis. Documentación que el juez tuvo en cuenta pero que no impidió la condena, aunque haya sido la sentencia mínima.

"Lo primero que pensé después de la sentencia fue: tengo esta enfermedad que ya amenazó con matarme, luego padecí los medicamentos y sus efectos secundarios, la depresión, y parece que ahora también merezco ir a la cárcel…".

Afortunadamente, Alberto no entró en prisión, ya que la pena está en suspenso. Durante los diversos procesos — casi ocho años, desde 2007 a 2015 — y cuatro dictámenes después de la derogación, el Tribunal Supremo aplazó el juicio de apelación para la redeterminación de la pena, Alberto no ha dejado de tratarse con cannabis.

"Acudí a la Asociación Luca Coscioni, que ya conocía de antes, pero no había tenido en cuenta hasta el momento. Cuando uno está enfermo por lo general piensa en su enfermedad y no en las posibles soluciones. Me presentaron a un médico de Milán, el Dr. Scaiolli — especialista neurólogo del Instituto Besta de Milán — que, después de analizar mi historial clínico me recetó cannabis con fines terapéuticos".

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Alberto no es el único que recurrió a la Asociación Coscioni. "Nos contactan tres o cuatro personas a la semana para recibir asesoramiento", dice Antonella Soldo, una de las líderes de la Asociación en diálogo con VICE News. "Muchos de los que acuden a nosotros son pacientes, no médicos".

El mayor obstáculo para quien se dirige a Coscioni es encontrar un médico dispuesto a prescribir este tipo de receta. "Ciertamente existe un prejuicio por parte de los médicos, aunque muchas veces el problema es que desconocen o no saben siquiera cómo se utiliza la sustancia, y es por eso que vienen a nosotros".

Varios casos emblemáticos se han acercado a la asociación. Un neurólogo de la Basilicata se dirigió a la asociación para obtener información sobre el uso de la marihuana médica para un paciente de esclerosis múltiple cuya terapia con medicamentos convencionales no había sido eficaz para aliviar el dolor y los espasmos.

Otro paciente de setenta años, cuyo médico tenía una opinión favorable a la realización de un tratamiento con cannabis, pero, no se animaba a prescribirlo, recomendó al hombre recurrir al mercado negro. "Imagine a un hombre de esa edad en la calle en buscando un traficante", expresa Soldo.

Además, añade, la información científica en Italia sufre una fuerte influencia de las farmacéuticas, y sus informes van directamente a por los médicos de cabecera: "Un lobby como este nunca ocurrió con la marihuana medicinal, porque la única empresa productora y e importadora es holandesa. Los médicos, aunque posibiliten su uso, no saben cómo prescribirla, cómo hacer para que llegue a los pacientes, cuándo, cuántas veces al día recetarla, etc".

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Todo esto hace que — incluso cuando hay un médico que la receta — sea realmente difícil dar con este tipo de tratamiento. El camino es largo y de hecho pasa a través de la seguridad social, el Ministerio de Salud italiano, el holandés, el fabricante, y luego, finalmente, llega a la farmacia que provee al paciente. Todo ello a un coste muy elevado.

Este procedimiento complejo y engorroso repite hoy en día Alberto cada tres meses con el fin de tratarse. Cuando comenzó con el tratamiento con cannabis debía llevar la receta a una farmacia de la localidad de Reggio Emilia [a 430kms de su hogar] ya que era la más cercana a Roma, pero en la actualidad existen varios otros que proveen a Alberto de sus necesarias 40 felices bolsitas de medio gramo de cannabis cada una.

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"El problema es el precio. El precio de cada gramo oscila entre los 25 y los 27 euros. Un precio inaccesible para muchos. Es el resultado de que el producto venga de Holanda".

"Por lo tanto", añade, "muchos prefieren abastecerse en el mercado negro, donde los precios son considerablemente más bajos. Pero de esta manera no se puede estar seguro del grado de pureza de la sustancia ni la cantidad de ingrediente activo que contiene, un conjunto de cuestiones que el paciente debería conocer. Además, si el paciente nunca ha consumido cannabis antes, el acceso al mercado negro puede ser algo complicado si uno no está inserto o familiarizado con este tipo de transacciones ilegales".

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"Entonces se trata de un verdadero derecho a la salud denegado", prosigue Alberto. En esto se basa la apelación que presentó el pasado diciembre — después de la condena final — a la Corte Europea de Derechos Humanos.

Gennaro Santoro, abogado de la Asociación Antigone que impuso el recurso explica a VICE News: "Lo que esperamos que la Corte Europea reconozca es que el estado no tiene derecho a interferir en las decisiones de los ciudadanos en cuanto al cultivo para uso personal, especialmente con fines terapéuticos. Esa elección no infringe los derechos de los demás y, en el caso del uso terapéutico, es en el ejercicio del derecho a la salud".

Derecho a la salud que, sobre el papel, pasa también por la posibilidad de consumir cannabis con fines médicos. Algo casi imposible en Italia teniendo en cuenta todas las dificultades con las que los pacientes que se encuentran y que en muchos casos los empuja al autocultivo o al mercado ilegal — donde se comercia con el crimen organizado, lo que puede provocar severas consecuencias legales, como demuestra la historia de Alberto.

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Imagen por Anthony Tuccitto via VICE News