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El legado de Rudy Giuliani en Tepito, el barrio siempre fiel

Le cae la mano dura al Barrio Bravo después de la desaparición de los doce chavos de Tepito en el Heaven.

Foto vía.

Hace diez años el ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, recorrió el barrio de Tepito en la Ciudad de México, con una caravana de 300 agentes de seguridad y un helicóptero vigilando por arriba. Cuando observó Tepito, Giuliani básicamente concluyó: Esta madre se tiene que ir (aunque es medio cuestionable si vio el barrio en su cualidades verdaderas porque lo visitó a las seis de la mañana, pero bueno).

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Su opinión fue bienvenida. Giuliani llegó al DF en 2003 tras la invitación del hombre más rico del mundo, Carlos Slim, y la del entonces jefe de gobierno de la ciudad, Andrés Manuel López Obrador. Tenían la meta de apoyar el “rescate” del Centro Histórico, conocido entonces como un imán para la delincuencia.

En Nueva York, con la implementación de la teoría de ventanas quebradas y la estrategia policiaca concentrada en temas de calidad de vida, el ex alcalde neoyorquino tuvo éxito en empujar a los indeseables a los márgenes de los boroughs alejados de la Ciudad de Nueva York. El canto interminable de vendedores de Cds y chicles en el metro de México es algo que Nueva York eliminó desde finales de los ochenta. Giuliani convirtió a Times Square en un Disneylandia de luces y recibió con los brazos abiertos a la inversión corporativa. ¿Podría hacerlo igual en la Ciudad de México?

A una década de su visita y después de entregar 146 recomendaciones, las cuales costaron a los anfitriones de Giuliani sólo 4.3 millones de dólares, sus ideas han dado fruto. Ahora se puede caminar por el Centro Histórico de noche y encontrar antros de moda repletos tanto de turistas como de hipsters y chilangos. Calles como Moneda siguen siendo territorio de ambulantes que juegan al gato y al ratón con la policía a diario, pero la mayoría de los ambulantes que antes llenaban las calles del primer cuadro ahora se encuentran en las orillas de la zona “nueva.” Pero a menos de dos kilómetros de ahí, ¡bam!, estás en la llaga enorme del plan glorioso del Centro: Tepito, sin cambios y al parecer sin las ganas de hacerlos.

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Tepito, donde “Gangnam Style” toca por todos lados y donde After Earth de Will Smith ya estaba a la venta entre los puestos de discos piratas el mismo día que se estrenó en los cines de Estados Unidos; donde Air Jordans de descuento —o pirateados o “caídos de una troca”— calzan a la población y hasta los elotes embarrados con mayonesa son más baratos. El barrio es conocido como una “cuna de campeones” del box y el sitio del ritual social casi religioso que es conocido como el sonidero.

Pero las cosas han estado oscuras en Tepito últimamente. El pasado domingo 26 de mayo, 12 jóvenes fueron raptados en vehículos partículares de un after-hours ilegal en la Zona Rosa, conocido como Heaven. Las víctimas fueron identificadas como tepiteños. Uno fue identificado como el hijo de un líder mafiosos dentro del mercado de drogas y piratería en Tepito, El Tanque. Días después, hombres encapuchados y armados entraron a un gimnasio en la colonia Morelos, cerca de Tepito, y abrieron fuego, matando a cuatro personas. Según algunas fuentes, el ataque podría estar ligado al incidente del Heaven.

Teorías sobre lo que ocurrió con los desaparecidos de Tepito fluían por todos lados, desde una posible ofensa al territorio por parte de un cártel desconocido, hasta un operativo de policías corruptos. Un hombre identificado como dueño del bar y dos empleados fueron detenidos y echados al Reclusorio Oriente. Aunque nadie puede negar que existe violencia y actos delictivos en el barrio, la criminalización de Tepito y de sus residentes parecía ser el único denominador común en la prensa. Las autoridades agravaron la situación al responder sin prisa al asunto.

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Se siente una onda de ansiedad entre los tepiteños desde el levantón del Heaven y desde que se supo que se usaron armas de alto calibre en el gimnasio Body Extreme en la Morelos. Pero la entrada de cientos de elementos de la policía —de los algunos se asume trabajan para grupos criminales— da poco alivio.

Estoy parada en una esquina en Tepito a las 9PM de un miércoles. Me encuentro platicando con Mario Ahuatl, un activista conocido en el barrio. La lluvia está lavando el detrito dejado por las ventas del día mientras que él baja unos guantes de box y otras herramientas que tenía colgadas de un cerco. Mientras habla, la cara de Mario se ilumina con las luces constantes en rojo y azul de las patrullas. Ahuatl es “tepiteño tepiteño”, como dicen; uno de esos que parecen conocer a cualquier tipo del barrio.

“Estos jóvenes, quienes fueron asesinados en el gimnasio, entrenaron en esta calle”, dice.

Mientras hablamos, por lo menos cuatro camionetas y tres grupos de peatones son parados por la policía y basculeados en un nuevo operativo. Estos ya son comunes en el barrio, comentan los vecinos. El legado de Giuliani aquí luce, Detener-Y-Revisar, a la mexicana.

Por arriba, dos cámaras del programa Ciudad Segura vigilan la zona, pero esto no es vigilancia al estilo neoyorquino. Un chico se desaparece en Nueva York y luego luego se revisan todas las cámaras relevantes, ya sean privadas o públicas, para localizarlo. En México, 12 personas desaparecen en una zona bastante transitada y el gobierno local sólo empieza a revisar las cámaras de vigilancia cercanas después de que los familiares de las víctimas bloquean una avenida importante demandando que se haga algo, llegaron los noticieros y se hizo noticia.

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El gobierno del DF mandó a otros 400 elementos de policía a Tepito después de los incidentes violentos. De alguna forma, esa cifra se aumentó a seis mil entre rumor y rumor en el barrio. Me puse a ver mercancía en un puesto donde vendían documentales y “cine de arte” mientras los ambulantes platicaban sobre los operativos nuevos.

“Un joven de 12 años asaltó a alguien ayer en Jesús Carranza con una pistola y los vecinos preguntaron: ¿Y los seis mil policías?

“Un güey estaba asesinado en la esquina y ¿dónde están los seis mil policías?”

Algunos han comentado que el temor y la alta presencia de polis ha creado un ambiente de toque de queda en Tepito; ya pocos quieren salir a la calle de noche.

Ahuatl se rehusó a hablar directamente del tema de seguridad en Tepito, pero lo busqué porque fue un líder de un movimiento de resistencia contra un plan conocido como Mi Barrio Tepito, un programa anunciado en 2007 que incluía inversiones del Grupo Inbursa, de Slim, y de Wal-Mart. Slim estaba básicamente comprando toda la colonia mientras que el gobierno se pasaba negociando con los líderes de los ambulantes para alejarlos del primer cuadro.

En febrero de ese año, cientos de agentes de seguridad participaron en un operativo contra la vecindad más grande del barrio, La Fortaleza, y la destruyeron. A través de los años el gobierno había decomisado cientos de kilos de drogas que se movían por esta vecindad, pero donde también vivían más de 130 familias, que luego fueron desalojadas.

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Esto no era ningún proyecto de gentrificacion cualquiera. Se dice que las bienes raíces en Tepito tienen hasta más valor que su equivalente en la zona de Santa Fe.

Tras el plan Mi Barrio Tepito, Ahuatl y los vecinos empezaron a organizar foros para que todos los tepiteños discutieran el plan. La primera vez, llegaron más de tres mil personas. En poco tiempo, la mayoría de los tepiteños empezaron a rechazar el proyecto del gobierno.

“¿Que surgió en 2007? Era la unidad de la gente. Los que sean priistas, centristas, religiosos, izquierdistas —como en mi caso— todos somos tepiteños y todos vamos a defender nuestro barrio”, dice Ahuatl.

Ese plan en específico nunca se realizó, pero Tepito sigue en la mira.

Menciones de Mi Barrio Tepito ahora están surgiendo en la prensa de nuevo, advertencias de que planes de la reubicación de los vendedores siguen siendo vigentes. Pero Ahuatl está convencido que su “muestra de resistencia” y la unidad que se forjó entre los vecinos desde ese entonces.

“Están satanizándonos en los medios, con lo que está pasando, para que ellos puedan justificar la inversión de capital privado”, dice Ahuatl. “Aunque puede ser que no hay un programa específico ahora, el gran capital siempre quiere entrar”.

Hace un par de años la ciudad abrió un centro DIF en la calle Jesús Carranza, sobre las ruinas de La Fortaleza. Es martes, único día de la semana cuando no hay tianguis, entonces las calles están vacías salvo los esqueletos de las vallas metálicas donde normalmente se levantan los puestos. El DIF está de lujo, con una alberca, programas de terapia física, y más. Entro, y hay un concierto de música clásica, donde cientos de vendedores escuchan, vestidos con sus camisetas de sus uniones de trabajadores.

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Unos chavos pintan un mural por un lado y por otro enfermeras se estacionan en camionetas de la Secretaría de Salud para ofrecer exámenes de presión arterial. Mientras me alisto para salir, un chico se me acerca y pregunta: “Oye ¿cómo funciona esto, qué tengo que hacer para participar?”

En una plaza al lado los rucos practican su danzón, y a unas cuadras, está el Espacio Cultural Tepito.

“Te puedo encontrar una casa de Tepito donde se quedó Fidel Castro y Che Guevara en sus visitas a México; donde tocó Celia Cruz, Amparo Ochoa y muchos otros; donde vivió el gran artista José Posada”, dice Mario Puga, un cofundador de este espacio.

Queda claro que Tepito es ahora una zona de mucha actividad en términos culturales, pero Tepito también tiene una gran historia de resistencia. El comercio corre en la sangre de los tepiteños a través de muchas generaciones; aquí fue el primer tianguis de trueque en Tenochtitlan. La identificación del barrio con piratería es una acontecimiento relativamente reciente que algunos atribuyen al tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, la cual, entre otras cosas, desinfló el costo de los productos electrónicos que antes vendían muchos de los comerciantes de la zona.

Ahuatl proclama: “Tepiteño es una idea que sigue creciendo, es un concepto de corazón”.

Para José Román Cerón, otro regular del Espacio Cultural Tepito, mis preguntas sobre los planes del gobierno de privatizar Tepito suenan como un chiste de un periodista no informado. Se ríe, reafirmando la fuerza del barrio: “Tepito vive, ¡porque resiste!”