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Cultură

Varios abogados nos explican casos que no han podido olvidar

Decidí contactar con cinco abogados y les pedí que compartieran conmigo aquellas historias que más les han impactado.

Este artículo se publicó originalmente en VICE Francia.

La gente entra en la abogacía por muchas razones. Algunos lo hacen porque les encanta llevar la toga; otros buscan justicia para los desgraciados y los oprimidos. Cualquiera que sea el motivo, en algún momento de sus trayectorias, muchos de ellos han tenido que enfrentarse a casos especialmente desagradables o difíciles de olvidar. Ese era el tipo de casos que me interesaban, por lo que decidí contactar con cinco abogados y les pedí que compartieran conmigo aquellas historias que más les han impactado.

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Nicolas Pasina, abogado del despacho Nancy and Saint-Dié des Voges, recuerda la vez que tuvo que defender a una mujer de 35 años acusada de apuñalar a un juez en un tribunal de menores. El 5 de junio de 2007, después de que el juez resolviera ampliar la custodia tutelar del hijo de tres años de Fatiha Benzioua, esta sacó un cuchillo de su bolso y agredió al magistrado, Jacques Noris, que tuvo que ser llevado al hospital con varias heridas en el abdomen. Afortunadamente, sobrevivió. "Pese a lo pequeña que era no llegaba a los 150 cm, la mujer logró atacar al juez. Nadie pudo contenerla, ni siquiera su pareja, un carnicero de casi dos metros", me explicó Pasina.

Algunos lo llaman maldad, pero no siempre es posible justificar la locura

El abogado estaba convencido de que su cliente no estaba en plena posesión de sus facultades mentales: "Los trabajadores sociales dicen que semanas previas a la vista, la mujer afirmaba que podía comunicarse con Michael Jackson", explicó. En abril de 2010, Fatiha Benzioua volvió a comparecer ante un juez, esta vez acusada de tentativa de homicidio a un magistrado.

Aquel pleito fue especialmente complicado para Pasina porque, según él mismo cuenta, "durante el juicio, la mujer se encontraba fuertemente medicada y no estaba en condiciones de defenderse". Solo uno de los cuatro expertos en psiquiatría que la visitaron reconocieron que se encontraba en estado de enajenación en el momento del ataque. "Tuvimos que insistir con los otros tres psiquiatras, que mantenían que la mujer estaba bien. Pero no lo estaba. Se pasó toda la sesión con la mirada fija en una pared, meciéndose hacia delante y hacia atrás". Al final, el fiscal general solicitó una pena de entre 13 y 15 años de prisión y el tribunal fijó la sentencia en 13. Posteriormente, la sentencia fue confirmada en apelación. Pasina cree que la sentencia fue injusta. "La verdadera justicia no existe. Las enfermedades mentales nos asustan. Algunos lo llaman maldad, pero no siempre es posible justificar la locura".

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Me alivió verlo llorar. Al menos así podíamos constatar que tenía sentimientos

El 19 de junio de 2013, una niña de 9 meses murió en su hogar por deshidratación grave. Según los expertos forenses, la pequeña, que dormía en una habitación sin ventilación y con una temperatura ambiente de 29 °C, llevaba sin beber entre 12 y 15 horas. El día antes, su padre que por entonces tenía 25 años la había llevado a dar un paseo a pleno sol. "Lo primero que quise saber es cómo habían permitido sus padres algo así", explica Gregoire Niango, encargado de asesorar jurídicamente al hermano mayor de la pequeña. "Para mí es inconcebible, un delito que soy incapaz de asimilar desde un punto de vista intelectual. ¿Cómo puede alguien acordarse de ponerle agua al perro y olvidarse de dar de beber a su hija?".

El juicio se celebró en octubre de 2015. "Durante el tiempo que se prolongó el juicio, soñaba con el caso por las noches. Dejaron morir de sed a esa criatura por pura dejadez. Es incomprensible", señala Niango, quien admitió haber perdido los papeles en sala, cuando preguntó al padre: "¿Ha muerto su perro? ¿Se le ha muerto el pez? ¿Se le ha muerto su hija?". Su defendido, que hasta ese momento parecía impasible, se derrumbó y rompió a llorar. "Me alivió verlo llorar. Al menos así podíamos constatar que tenía sentimientos", recuerda. Ambos progenitores fueron condenados a cinco años de prisión.

En abril de 2015, Frédéric Berna defendió a un cliente de 40 años acusado de matar a su bebé, abusar sexualmente de su otra hija y acabar con la vida de su novia tras golpearla con una linterna, para luego violar su cadáver, todo en la misma noche. Fue un juicio horrible que se saldó con la cadena perpetua para el asesino. Pese a ello, no es el caso más complicado al que ha tenido que enfrentarse Berna. "Defender a un completo hijo de puta, a quien todo el mundo considera un monstruo, no es tan difícil", me aseguró. "En esos casos apelas a tu lado práctico y piensas que a fin de cuentas te estás limitando a hacer tu trabajo. Lo complicado es defender a un cliente del que te compadeces".

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Defender a un completo hijo de puta, a quien todo el mundo considera un monstruo, no es tan difícil

Berna recuerda su encuentro con un joven recluso al que se le habían imputado cargos por torturar a otro reo con su compañero de celda: "Era un chico joven al que acababan de transferir a un centro para adultos y enseguida me encariñé de él". Sébastien Schwartz compartía celda con Johnny Agasucci (un pintor de 26 años implicado en un caso de drogas) y Sébastien Simonet, que también esperaba que se celebrara el juicio por un delito de torturas a otro recluso y que era temido y conocido por su costumbre de golpear a los presidiarios con una vara de hierro.

La noche del 25 de agosto de 2004, Agasucci fue hallado muerto en su celda. Le habían golpeado repetidas veces en el estomago y los genitales y mostraba señales de perforaciones practicadas con un tenedor. El hombre tenía las manos atadas a la espalda y una cuerda en torno al cuello. Inmediatamente se atribuyó la muerte a sus compañeros de celda.

Schwartz describió lo ocurrido a la policía e insistió en que él no había participado en la tortura. Su historia parecía coincidir con los resultados de la autopsia: "Schwarz era un hombre de baja estatura, en torno a 158 cm, y de 54 kg, y además parecía estar totalmente traumatizado por lo que había presenciado. Había goleado a la víctima por orden de Simonet", aseguró Berna. "Yo estaba convencido de que era más víctima que sospechoso. Se vio involucrado en una situación que no podía cambiar por miedo a perder su vida". El joven, que quedó en libertad hasta que se celebrara el juicio, encontró trabajo, se fue a vivir con su novia y formó una familia.

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Finalmente, el juicio se celebró en enero de 2009, y la defensa de Simonet centró sus esfuerzos en culpar de todo al joven Schwartz. "Sentí una presión tremenda, y es que llegué a pensar en Schwarz como en un hijo. Perdí por completo la perspectiva. La fecha del juicio se iba acercando y yo era incapaz de pegar ojo", recuerda Berna. "Cuando llegó la hora de presentar mi alegato, estaba casi paralizado por el miedo de fastidiarlo todo. Me dirigí al jurado y empecé a explicar a los miembros cómo ese caso me había afectado personalmente. Cuando terminé, tomé asiento y casi me desmayé. Sentí como si un velo negro me cubriera por completo".

Simonet fue condenado a cadena perpetua y Schwartz hubo de cumplir un año en prisión por agresiones. El fiscal general había pedido diez años por homicidio. "Fue el mayor logro de mi carrera", asegura Berna.

Fue la primera vez en todos mis años de profesión que sufrí pesadillas tras ver aquellas fotos

Más sórdida aun resulta el caso con el que tuvo que lidiar en 2009 el abogado Pierre-André Babel. Un hombre de Saint-Dié des Vosges había empezado una relación con una mujer, quien más tarde acabaría siendo su cliente. Según el abogado, el hombre era "un auténtico pervertido con un apetito sexual insaciable". Simultaneaba su relación con encuentros con su vecina y guardaba un álbum de fotos con todas las orgías que había celebrado con ella y su hija. "Logró manipular a las dos mujeres, personas modestas con graves deficiencias", me explicó Babel. Tras ser acusado de agresión sexual a una menor, el hombre, su pareja y la vecina tuvieron que comparecer en juicio en junio de 2009. "El simple hecho de tener que hojear el álbum era todo un reto", señaló. "Fue la primera vez en todos mis años de profesión que sufrí pesadillas tras ver aquellas fotos".

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Las entrevistas que Babel mantuvo con su clienta antes del juicio fueron clave para conocer las verdaderas intenciones de esta. Todo apuntaba a que la mujer había sido manipulada por su pareja. Sin embargo, unos meses antes del juicio, el acusado se negó a seguir comiendo y a tomar su medicación para el corazón, por lo que acabó muriendo en prisión. "Aquel fue el primer obstáculo que tuve que superar, porque si el hombre hubiera podido asistir al juicio, el jurado habría podido ser testigo de su carácter y concluir que había sido el cerebro de aquel macabro plan", explicó Babel. "La segunda traba era que mi clienta sufrió un bloqueo emocional, con lo que era incapaz de mostrar compasión. Recuerdo que me describió las cosas terribles que había hecho como quien recita la lista de la compra. Me sentí muy incómodo. Y lo que era peor: si el jurado no apreciaba un atisbo de humanidad en esa mujer, tampoco podrían empatizar con ella. Temía que su patología psiquiátrica derivara en una sentencia mayor que la que merecía".

Recuerdo que me describió las cosas terribles que había hecho como quien recita la lista de la compra. Me sentí muy incómodo

Efectivamente, la mujer fue sentenciada a siete años de prisión, y su cómplice y madre de la víctima, a quince años. Tiempo después se celebró un juicio de apelación, pero entretanto, la acusada empezó a visitar a un psiquiatra. El segundo juicio empezó con la misma actitud impasible de la mujer, hasta que el segundo día rompió a llorar desconsoladamente en el estrado. "Fue un momento de sinceridad que seguramente contribuyó a la reducción de su condena", concluyó Babel.

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"Una mañana de 1998, una joven de 17 años entró en mi despacho. En un evidente estado de embarazo avanzado, la joven empujaba un carrito en el que iba sentada una niña rubia", recuerda la abogada Hélène Strohmann. El novio de la chica, que había sido cliente de Strohmann años antes, había sido asesinado ante los ojos de la joven tras una disputa por drogas. "La mujer también era drogadicta, y los servicios sociales amenazaban con quitarle la custodia de los hijos. Durante el proceso judicial, la chica, que por entonces ya estaba de siete meses, se enamoró de otro hombre".

Semanas después de que naciera el bebé, Strohnmann fue llamada a la comisaría de policía, donde encontró a la chica arrestada como sospechosa de infanticidio. Al parecer, esa misma mañana la joven había encontrado el cuerpo sin vida de su recién nacido en la cuna. La autopsia había revelado que el bebé tenía las costillas fracturadas y que había recibido violentos golpes en la cabeza.

"A esas alturas ya conocía a la chica desde hacía años y me negaba a creer que fuera capaz de algo así. Ni ella ni su compañero trataron de culparse mutuamente, y ambos sostenían que no tenían ni idea de cómo había podido ocurrir. Como era de esperar, en el vecindario todos la culpaban a ella. La joven fue sentenciada a 14 años de prisión y su novio fue absuelto. Siempre recordaré el momento en que la chica se puso el abrigo tras conocer el veredicto", recuerda Strohmann.

Es como si nunca hubiera tenido una oportunidad. Fui su abogada en dos ocasiones: en la primera de ellas, era la víctima, y en la segunda, la sospechosa de haber asesinado a su propio bebé

Posteriormente se celebró un juicio de apelación en Saint-Dié des Vosges, que se prolongó hasta las dos de la madrugada y en el que finalmente se falló a favor de la madre. "Se trata de una sentencia justa desde el punto de vista jurídico, pero injusta en términos morales, porque aún no sabemos cómo murió el bebé", añade Strohmann. "La historia de esta joven me afectó bastante porque no había tenido una vida fácil. Es como si nunca hubiera tenido una oportunidad. Fui su abogada en dos ocasiones: en la primera de ellas, era la víctima, y en la segunda, la sospechosa de haber asesinado a su propio bebé", me contó. "Es de esos casos en los que no puedes dejar de pensar".

Traducción por Mario Abad.