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Temaca, un pueblo que lleva nueve años luchando por no ser inundado

El proyecto Puerto Interior pretende traer empresas extranjeras a Guanajuato, y esas empresas necesitan el agua de la Presa del Zapotillo, en Jalisco.

Hace unos días suspendieron la construcción de la Presa del Zapotillo, en Jalisco. Los habitantes de la zona lograron que la constructora contratada por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) detuviera la edificación. Las máquinas y las toneladas de concreto permanecerán inmóviles mientras se delibera cuál será la altura definitiva de la represa. En esta ocasión Temacapulín ha ganado, pero al igual que en cualquier lucha, no se debe cantar victoria hasta que el enemigo se vea completamente doblegado. El enemigo de Temaca es el gobierno de Jalisco.

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Hace unos meses se realizó una caravana contra la presa del Zapotillo. El objetivo de la manifestación pasiva era unir fuerzas para, después de una lucha infinita, tratar de llamar la atención de las autoridades correspondientes. Me invitaron.

Estuve parada frente a un pedazo de lo que era el Río Verde. La corriente de agua que fluía hace unos años cerca de Temacapulín, Jalisco está casi extinta. Las excavadoras puestas ahí por la Conagua y el gobierno de Jalisco para la construcción de la presa del Zapotillo han estado extrayendo piedras de las orillas y ahora el caudal está perdiendo forma. Las garras de metal han acabado con los peces, han contaminado el agua y el río ya no suena.

Nuestra excursión fue parte de una caravana llamada Salvemos Temaca organizada por los habitantes del pueblo y por organizaciones afines a la causa. La manifestación pacífica realizada hace un mes tenía como propósito exponer uno de los muchos ecocidios que se realizan en nuestro país debido a las represas.

A doña Marychuy, (habitante de Temaca que se ha unido a la lucha) se le quiebra la voz cada que se toca el tema. Ella está emputada con el gobierno del Estado, la Suprema Corte de Justicia y los de la Conagua. Todos estos órganos la han obligado a convertirse (como ella misma se autonombra) en una vieja muy rebelde.

Con las manos firmes y el corazón no tanto, doña Chuy habla apretando los labios:  “Temaca no se vende, no se reubica y no se inunda”, hace una pausa para llevar aire suficiente a los pulmones y grita: “Y que sepa el gobierno que no nos vamos a salir, ellos hacen sus leyes como un chaleco a su medida y no vamos a respetarlas”.

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Justo detrás de su espalda una morra con los ojos empapados reafirma con un “¡A huevo!” seguido de muchos aplausos.

El agua y los folletos agringados

Según el segundo Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el mundo, mil millones de personas no tienen acceso al agua potable. Solamente una de cada cinco personas tienen acceso a ella. Esta escasez no se debe a que exista una cantidad reducida del recurso renovable, si no a la mala distribución del mismo.

Acá en México, un estudio realizado por la Coalición de Organizaciones Mexicanas por el Derecho al Agua descubrió que más de nueve millones de personas no cuentan con el servicio de agua y otros 13 millones (la mayoría de ellos en zonas rurales) sí tienen acceso al agua pero el líquido que les llega está contaminado.

Ahora, tomando esos datos como referencia, hablemos de justicia. ¿Qué es más justo, quitarle su patrimonio a 480 personas o suministrar el agua necesaria para abastecer a 2.3 millones de “supuestos” habitantes?

Lo justo, por lo menos por lo menos para la Conagua y el gobierno de Jalisco, es inundar un pueblo y dos rancherías para evitar que más de dos millones de personas se priven del acceso a un derecho primordial: agua. Así que, a principios del 2005, junto con las empresas La Peninsular Compañía Constructora, FCC Constructores y Grupo Hermes el gobierno de comenzó con la edificación de la presa del Zapotillo.

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Después (ya con la construcción en marcha y sin autorización de los habitantes de las localidades afectadas), llegaron a las comunidades hombres con gafetes al cuello, folletos agringados, contratos en mano y muchas promesas.

A los habitantes de Temacapulín, Acasico y Palmarejo les iba a cambiar la vida. Les hablaron de reubicación, buena paga por sus propiedades y progreso. Luego sucedió lo de siempre: contratos ambiguos, mala paga por las propiedades y ninguna mejora en la calidad de vida de los habitantes de la zona.

Ya llevan nueve años con la construcción de concreto sobre Río Verde, mismos años que, los habitantes de Temacapulín llevan luchando por no perder su pueblo.

La licenciada Claudia Gómez Godoy (encargada de darle seguimiento al caso de la presa del Zapotillo en el área jurídica) explica que a pesar de que la comunidad ha ganado varios amparos para que se detenga la construcción de la presa, la cortina de concreto sigue subiendo. Así, mientras habla sobre las irregularidades que ha habido con el permiso de uso de suelo y la inexistencia de reportes que expliquen el impacto ambiental que puede arrastrar el proyecto, alrededor de 200 personas observamos el muro gris levantado a la fuerza.

Nos tomó casi hora y media en llegar a esa cima. Desde ahí no se alcanzan a ver  las tejas de las casas de Temaca, zona rodeada de cerros que regalan un clima templado, tierras fértiles y 200 años de historia. En cambio, el panorama ofrece  una infinidad de cerros verdes, entre ellos, con aproximadamente tres kilómetros de distancia de dónde nos encontramos parados, una pared inmensa resguardada por federales con dimensiones desconocidas desentona.

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“Temaca no se vende” grita don Poncho usando toda la potencia de sus cuerdas vocales. “Estos muros”, dice, “son gangrena para los ríos, son torniquetes para las venas de nuestro mundo”.

El dueño del único restaurante del pueblo después de explicar lo que es un ecocidio, se quita el sombrero de palma y señala el cuello de botella que se forma entre los cerros. “Pudieron haber hecho la construcción en otro lado para no afectarnos, pero por esa U que se forma en medio decidieron hacerlo aquí, para ellos es más importante el dinero ahorrado que nosotros”.

Los 25 metros más

La propuesta original hecha por la Conagua en el 2005 planteaba una presa con no más de 80 metros de altura que inundaría 4,500 hectáreas (un equivalente a poner bajo el agua siete veces el área que abarca el Bosque de Chapultepec). La represa ayudaría a que el agua recorriera cien kilómetros de territorio para abastecer de agua a los Altos de Jalisco y León, Guanajuato.

Dentro de ese acuerdo, el agua no toca Temaca.

Pero en 2007, bajo el pretexto de salvar Chapala, el gobernador del estado de Jalisco durante el sexenio 2007-2013, Emilio González Márquez, solicitó que la cortina subiera a una altura de 105 metros.

Y entonces, bajo ese falso resguardo de que el agua es un derecho fundamental para el uso de todos, la construcción de la presa del Zapotillo es, en realidad, parte del megaproyecto del Puerto Interior (un puerto que pretende traer empresas extranjeras para que produzcan sus productos dentro de la ciudad de Silao, Guanajuato).

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Hoy, ya se encuentran instaladas empresas como Faurecia, Guala Dispensing, Mailhot, Samot, Prudential, L&W, Softer, Semmaterials, Hino, Flexy, Emyco, Acero Sueco Palme, Intermex, Teco Westin House y Lub & Rec. que pertenecen a los sectores automotriz, plásticos, tecnologías de la información, metalmecánico, calzado y logística respectivamente.

El motivo principal para crear la represa es que Silao no cuenta con el agua suficiente para abastecer la demanda de tantas empresas, las cuales necesitan aproximadamente de  64 litros por segundo para poder operar en la zona.

Además, Volkswagen, a finales de 2010 anunció la construcción de una planta dentro del Puerto Interior para la producción de 330 mil motores al año. Para producir solamente uno de esos 330 mil motores se necesitan 400 mil litros de agua y Guanajuato es una zona árida.

Por eso urge el agua. Para que, al costo que sea, se puedan producir motores, plásticos, metal y calzado. Trescientas dieciséis hectáreas más afectadas que no serán destinadas ni a Chapala, ni a la gente de León, ni a la de los Altos de Jalisco ni a los habitantes de Temaca. En resumen, no habrá agua para nadie que no forme parte del proyecto extractivista que incluye únicamente a empresas privadas y la industria dentro y a los alrededores de León, Guanajuato.

En esta propuesta, con 25 metros más, Temaca se inunda.

La lucha contra el concreto

Después de tres amparos, años de resistencia y varias visitas a la Suprema Corte de Justicia, los habitantes de Temaca lograron detener por un tiempo la construcción  de la presa. Este máximo tribunal y cabeza del Poder Judicial de la Federación, además, ordenó que se respetara el acuerdo original en dónde la cortina no podía sobrepasar los 80 metros.

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Y así, con un papel elaborado por SCJN —el cual promete que se cumplan las leyes— todos los que asistimos a la caravana organizada el mes pasado para apoyar a la lucha tratamos de adivinar, plantados arriba de aquel barranco, cuántos metros más, o cuántos metros menos son los que harían que se cumpliera el acuerdo.

El mayor problema es la incertidumbre. No se sabe cuántos metros van porque los uniformados que portan el logo bordado con las siglas SSP (Secretaría de Seguridad Pública) no permiten el acceso a la construcción.

La pelea por salvar el territorio es bajo la incertidumbre de medir a ojo de buen cubero si Temaca quedará cubierto por agua o no, bajo la impotencia de saber si aquel papel máximo realmente será respetado.

Por eso se organizó la caravana, para mostrarle a la gente que esas toneladas de concreto que se están levantando con los impuestos de todos, destruyen patrimonios y benefician a casi ningún mexicano.

911 millones de metros cúbicos

Después de ver los restos de lo que era el Río Verde, pensé en voz alta, ¿Cómo pretenden reunir 911 millones de metros cúbicos de agua para llenar la presa?

—Se necesitan diez años— contestó una de las activistas del IMDEC que se encontraba a mi lado.

El restaurante de don Poncho, ubicado dentro de las únicas 15 cuadras del pueblo, se ha convertido en una especie de espacio revolucionario en donde la gente se junta a buscar soluciones al problema. Se han encontrado muchas, como mantener la cortina en 80 metros, o desde un principio crear la represa en otra zona o no construirla, y así evitar el desgaste físico y emocional de 480 personas que saben que si el proyecto sigue avanzando tendrán que dejar sus tierras, su iglesia y sus muertos.

Dentro de ese panorama, los van a reubicar a 15 minutos de Temaca. El gobierno se encargó de construirles (a medias) unidades habitacionales estilo Infonavit en donde no hay espacio para la agricultura, no hay iglesia e irónicamente, no llega el agua.

Dieciséis mil millones de pesos invertidos en este enorme elefante blanco del que no se sabe con seguridad (hasta dentro de diez años) si servirá realmente para trasportar agua. Sin ninguna certeza la Conagua arrancó el proyecto, comenzó con las amenazas contra los pueblos e insiste en construir una cortina de 105  metros.

La reubicación con agua o sin ella sigue en pie. La idea es meter a toda esa gente en casas prefabricadas desde donde sí se ven las 15 cuadras, la iglesia, el cementerio, el espectacular del hotel y el restaurante de don Poncho. Desde ahí,  los habitantes de Temaca podrán ver a sus muertos bajo el agua y sus tierras inundadas. Desde ahí, familias sufrirán su pérdida mientras 330 motores son producidos a cien kilómetros de distancia.