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Politică

A favor de que Celia Villalobos mire el iPad en el Congreso

Celia es como Hacienda: somos todos y nos roba.
Imagen captada por las cámaras de La Sexta

Celia Villalobos lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a usar el iPad de manera no reglamentaria en el Congreso, esta vez para comprar ropa online durante la sesión de control del Gobierno. Y lo que es más importante, la han vuelto a pillar. Digo "la han vuelto a pillar" y no "la han pillado" porque recordemos que, en 2012, cuando ejercía de vicepresidenta primera del Congreso de los Diputados, su imagen jugando al Candy Crush (algunos dicen que era el Frozen) se hizo viral.

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Pero, ¿debería ser la imagen de Villalobos con su iPad motivo de ira (que sí, que le estamos pagando entre todos, pero pagamos entre todos a muchos de los que se sientan a su lado y no se merecen ni el saludo de sus vecinos ni el amor de sus hijos ni el abrazo sincero de un amigo) o de ternura y empatía?

Ternura porque todos tenemos una tía como Celia, que se tiñe el pelo todos los meses aunque llege —no como Celia— apurada al día 30, se compra la ropa en El Corte Inglés y te grita que no eres más tonto porque no te entrenas de vez en cuando, como Celia le gritaba a su chófer Manolo bajo la lluvia porque salía el último del parking. Todos tenemos una tía que, como Celia, desde que descubrió el iPad no puede separarse de él porque "vale para todo".

Es hipócrita seguir metiéndonos con una pobre señora porque se aburre, se aburre como todos nos aburrimos y hace lo que todos hacemos

¿Que tiene una otitis? El iPad le abre un mundo de remedios caseros. ¿Que la cisterna del baño no hace tope y se tira sonando toda la noche? Se lo cuenta al iPad y le devuelve dos videotutoriales para arreglarlo. ¿Que tiene un tiempo muerto? Pues al Candy Crush. Y al final eso acaba generando cierta dependencia, cierta imposibilidad de contener el impulso de agarrar la tablet —porque Celia Villalobos y la tía que todos tenemos que es como Celia Villalobos nunca dirían iPad, dicen tablet o en todo caso, tableta— y pasar del mundo, aislarse de lo que hay alrededor, que al final no es más que pura mundanidad.

Todos tenemos una tía como Celia por mucho que odiemos a Celia, por mucho que lleve en su escaño desde 1989 como le ha recriminado Podemos, por mucho que no pare de liarla y por muy como un buzón que tenga la boca. Incluso me atrevería a decir que todos somos Celia.

Al final Celia solo es un espejo para reflejarnos a todos, Celia es como Hacienda: incluye, representa y roba a todos los españoles

¿En serio, chavales, no os pondríais a mirar ofertitas en Asos compulsivamente si llevárais en vuestra silla desde 1989? Si lleváis dos años en la empresa y echáis de media tres horas al día en WhatsApp Web, ¿de qué os quejáis? Es hipócrita seguir metiéndonos con una pobre señora porque se aburre, se aburre como todos nos aburrimos y hace lo que todos hacemos: buscar ofertitas en el Aliexpress, mirar el Idealista a ver si para finales de año hemos encontrado un piso que no sea digno de que Pol Rodellar lo pesque para La pesadilla inmobiliaria, meternos en Twitter y darle a "refrescar tuits" doce o trece veces…

El gran error de Celia es tener una cámara apuntándole al cogote durante toda su jornada laboral. Pero amigos, ¿qué pasaría si la tuvierais vosotros? Lo de sacaros mocos pensando que nadie se va a dar cuenta cuando vosotros os das cuenta perfectamente de si el de enfrente ha encontrado petróleo sería lo de menos. Y es que al final Celia solo es un espejo para reflejarnos a todos, Celia es como Hacienda: incluye, representa y roba a todos los españoles. Así que por favor, dejemos el escarnio para Rafa Hernando, para Casado o para Rivera.