"Wey chacalon varonil con un pitote y nalgotas busco cabrones varoniles o casados", "me gusta mamar vergas, trago mocos", "quiero verga, buenas nalgas, mamo sabroso, apenas ando en esto, si quieres coger si eres serio sin basilar ablame". Letreros como estos —errores ortográficos incluidos— se encuentran por montones en los Baños Puerto Vallarta, ubicados en una de las zonas más guerreras de la ciudad: Iztapalapa.
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A través de su cuenta Twitter, este lugar se promociona como abiertamente gay, sin ocultar su ubicación ni lo que ahí dentro sucede. Este lunes 6 de febrero, por ejemplo, convocaron a una "cogedera masiva", aprovechando el puente, para darle gusto al cuerpo en un ambiente donde la calentura y la humedad la ponen por igual el vapor y los hombres encuerados.
Para esta misión me traje al güey que me acompañó al Zipper: sabía que por su carácter entrón no se iba a achicar ante la invitación de ir a conocer este santuario del sexo gay ubicado en el oriente de la Ciudad de México. Llegamos a la recepción y pagamos nuestros respectivos ochenta varitos, que nos dan derecho a usar el vapor general. Nadie te ve con desconfianza ni recelo alguno; ya se sabe cómo está el pedo y nadie la hace de tos. Lo único que llama la atención es que todavía tengan precios para niños en la marquesina del negocio, cuando seguramente no se ha parado ninguno por aquí desde hace años.Para llegar al vapor general hay que subir una escalera y con la misma naturalidad con la que pagas tu "cover", otro empleado te entrega una llave de un vestidor donde puedes dejar tus cosas. Aunque nos dieron dos llaves, sólo usamos una: mientras nos encueramos y nos ponemos las "toallas" (que en realidad son unos trapos rasposos con el logo de los baños) no pierdo la oportunidad de sabrosearme lo que en un rato me voy a comer.
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Es en los vestidores donde los letreros cachondos hacen su aparición. Me meto furtivamente en las otras puertas abiertas y en todos los cubículos hay números anónimos, dibujos de vergas paradas, promesas de placer inmediato y sin compromisos.
¿Turco o finlandés?
Aquí la cosa cambia: para empezar hay bastantes más personas. Tal vez es que la temperatura era más soportable o que el vapor funcionaba como una especie de filtro instagramero, pero aquí se concentraban la mayoría de los asistentes. En algún momento llegamos a ser veintitantos sujetos que, cobijados por el ambiente brumoso, comenzábamos el cachondeo típico de estos sitios de encuentro.
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La visibilidad era poca, pero suficiente para darse una idea de la fauna endémica: por un lado los señores, los típicos dones con cabellera rala o ausente, con vellos encanecidos en el pecho y unas carnes voluminosas que hace mucho perdieron por knock out la batalla contra la gravedad. Los otros asistentes (que son los menos, hay que decirlo), son los twinks: chavitos que todavía con la hormona fresca —algunos decorados con expansiones y tatuajes— se saben el codiciado objeto de deseo de los dones.
Para ser un lugar que se anuncia en sus redes como uno de los sitios más hot de la zona, queda a deber en cuanto a lo que se hace en público. Si acaso una chaqueta mutua o en solitario, una mamada discreta, una agarrada furtiva de nalga o de verga al vecino de junto."Velos bien, yo creo que la mayoría son señores casados", me dice mi acompañante. Y es cuando todo cobra sentido. Los asistentes a estos baños —quizás por edad o lo "rudo" de su entorno— no están acostumbrados a vivir su orientación sexual de manera desinhibida, mucho menos van a coger o ser cogidos frente a los ojos de los demás.