Qué pasará ahora con Las Ramblas de Barcelona
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Atentado en Barcelona

Qué pasará ahora con Las Ramblas de Barcelona

El impacto del acto terrorista de ayer articulará para siempre la imagen que teníamos de esta avenida.

Los espacios son solamente volúmenes vacíos delimitados por materia y lo que los hace especiales y relevantes son los hechos que acontecen en su seno. Acciones, historias y verbos que se posan sobre ellos y generan símbolos que elevan las arquitecturas hacia ciudadelas mentales repletas de semántica.

Recuerdo vagamente esos domingos en los que de pequeño paseaba por esa gran avenida barcelonesa —sujetando las manos de mi madre y mi padre— y mi percepción quedaba abrumada por todos esos quioscos repletos de flores y esas tiendas habitadas por animalitos —tiendas tiernas pero totalmente nefastas— que me hacían enloquecer de felicidad ante la idea de poder tener un hámster en casa. "Renata", "Lucas", "Bigotes". Me imaginaba los nombres que les pondría pero resultaba muy difícil convencer a mis padres para que me dejaran volver a casa con uno de ellos.

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Luego estaban los enormes quioscos repletos de cómics y "revistas de tetas" que me dejaban totalmente maravillado y repleto de preguntas. También habían esas estatuas humanas, esos caricaturistas, trileros y vagabundos, que me causaban un miedo extraño de definir; un miedo que mezclaba la inocencia con la inevitable realidad de que existía el dolor.

Luego Las Ramblas se convirtieron en otra cosa. En algo muy distinto. Entonces cuatro amigos las bajábamos a pie por la noche con el objetivo de emborracharnos por el gótico —recuerdo "El Tonell", "El Agüelo", ese sitio al que llamaban "La Guarra" o el "Comidas Cleo"— y sus adoquines se convertían entonces en una travesía de pura libertad y alegría. Luego, horas más tarde, las teníamos que volver a cruzar en dirección contraria para regresar a casa y, entonces, Las Ramblas se convertían en el único testimonio de las grandes diatribas y disertaciones —intensas pero probablemente lamentables— de cuatro estudiantes borrachos.

Hace poco decidimos olvidar e ignorar este bulevar porque parecía que él había decidido prescindir de nosotros. No nos sentíamos en casa al estar rodeados por sus árboles y esos nuevos quioscos que se dedicaban a vender productos descontextualizados que nos eran completamente ajenos. Esas eran unas Ramblas que parecían construidas para otros, no para aquellos que, cruzándola, habíamos soñado con hámsteres o grandes noches lisérgicas. Es por eso que dejamos de transitarla y, sí, de quererla.

Pero a partir de hoy será inevitable pensar en Las Ramblas de otra forma. Será inevitable pisarla y recordar todo el terror y sufrimiento de ayer. Pero lejos de sucumbir a la rabia o a la impotencia también se convertirá en un símbolo de fuerza, orgullo, resistencia y respeto. Las Ramblas han tenido muchas caras a lo largo de la historia —como mínimo tantas como personas la hayan cruzado— pero hoy queda claro que una de ellas permanecerá por encima de todas las demás. Ahora Las Ramblas son más nuestras que nunca.