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¿Por qué te debe importar la elección gringa?

Lo que le pasa a Estados Unidos le pasa al mundo y por eso todos tenemos que ponerles un poco, al menos un poco, de nuestra atención.

Y qué tal de Hillary Clinton, exprimera dama que en los 90 padeció las aventuras de su esposo, el presidente/seductor/saxofonista Bill Clinton, y una de las líderes más influyentes del mundo. Exsenadora, exprecandidata demócrata, exsecretaria de Estado. La mujer que hace ocho años habría sido candidata con la bandera del Cambio, al ser mujer y demócrata, de no ser porque se le colocó al lado un afroamericano llamado Barack Hussein Obama (lo juro, así se llama), que nadie conocía y que le arrebató la bandera, la candidatura y la Presidencia.

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Y junto a ellos, otros personajes como Marco Rubio o Ted Cruz, hijos de familias migrantes que hoy combaten la migración, Jeb Bush, hijo de Presidente, hermano de Presidente y por lo visto el menos avispado de la familia, que hizo propaganda tuiteando una pistola grabada con su nombre todavía unos días antes de anunciar su retiro de la contienda; y ni hablar de personajes impensables como Bernie Sanders, un "socialista" (¿perdón?), sí, un "socialista" que quiere ser Presidente de los United States of America y que hoy aparece en algunas encuestas por arriba de Hillary Clinton, con sus 74 años y sus posturas tan poco capitalistas.

Así que el mero espectáculo ya tiene su encanto. Pero en el fondo, en lo importante, la elección merece tu atención por lo que implica. Porque en noviembre no sólo estará en disputa el destino de los más de 321 millones que viven en ese país, sino en buena medida, el futuro del planeta.

Suena exagerado, lo sé. Pero veamos algunos datos. Lo que pasa con la economía de EU tiene efectos globales. Para darnos una idea, el producto interno de los Estados Unidos en 2014 fue de 17 mil billones de dólares, más grande que las economías de Japón, Alemania, Inglaterra, Francia y Brasil —las economías 3,4,5,6 y 7 más grandes del planeta— juntas. En promedio, cada habitante tiene ingresos por 56 mil dólares al año, (poco si consideramos que en Qatar tienen en promedio 145 mil dólares por habitante, pero una fortuna si pensamos que en países como México, el PIB per capita es de 18,500 dólares)

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Es el segundo país que más energía produce y consume solo después de China, el tercer productor de petróleo (después de Rusia y Arabia Saudita), la tercera economía que más exporta y el principal importador del planeta. Eso implica que del desempeño de su economía depende el futuro de millones de personas que le compran y le venden, y como pueden imaginar su impacto ambiental es enorme.

De su ejército ni hablar: famoso por Hollywood y por sus múltiples guerras, con alrededor de un millón 400 mil personas en activo, y cuyas acciones tienen efectos en todo el planeta como muestran sus acciones en Irak, Afganistan, Libia o Siria, la prisión de Guantánamo o su programa de uso de drones para asesinar a sus enemigos en el mundo, programa avalado, por cierto, por el nobel de la Paz, Barack Obama.

Y así podríamos seguir, hablar de sus políticas en migración, de su peso en todos los organismos internacionales y en las políticas de combate a las drogas, de su influencia cultural a través de los medios y de su impacto en la tecnología que hoy rige al planeta.

Claro, no todo depende del Presidente de los Estados Unidos ni de su Congreso. El país —como todos— camina con sus propias inercias, limitantes y capacidades, pero sin duda con un sistema político como el que tiene, en el que el Presidente y el Congreso pueden impulsar una guerra, acelerar o frenar la economía, aceptar o rechazar acuerdos globales, vale la pena mirar de cerca.

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Porque lo que le pasa a Estados Unidos le pasa al mundo y por eso todos tenemos que ponerles un poco, al menos un poco, de nuestra atención.

@MarioCampos
fb.com/MarioCamposCortes
Snapchat: ElObservador

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La ves en todos lados, escuchas y lees sobre Donald Trump o Hillary Clinton, ¿pero por qué tendría que importarte lo que pase en las próximas elecciones de los Estados Unidos?

Primero, porque es un gran espectáculo. Quizá la única campaña de un país con una auténtica proyección internacional. De entrada por lo atípico de sus personajes. Qué decir por ejemplo de Donald Trump, el Kim Kardashian de la política, el hombre que tuvo por varios años un reality show famoso por despedir a celebridades (y no tanto). Trump, el de las Torres en Nueva York y múltiples ciudades, el empresario que se autopromueve como ejemplo a seguir a través de sus libros, el que es capaz de decir que es tan popular que podría dispararle a una persona en la Quinta Avenida de Nueva York y aún así no perder ningún voto. Un personaje seguido pero también rechazado por millones, entre ellos Barack Obama y el Papa Francisco. Trump, el que no puede pasar desapercibido.

Y qué tal de Hillary Clinton, exprimera dama que en los 90 padeció las aventuras de su esposo, el presidente/seductor/saxofonista Bill Clinton, y una de las líderes más influyentes del mundo. Exsenadora, exprecandidata demócrata, exsecretaria de Estado. La mujer que hace ocho años habría sido candidata con la bandera del Cambio, al ser mujer y demócrata, de no ser porque se le colocó al lado un afroamericano llamado Barack Hussein Obama (lo juro, así se llama), que nadie conocía y que le arrebató la bandera, la candidatura y la Presidencia.

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Bernie Sanders. Foto vía.

Y junto a ellos, otros personajes como Marco Rubio o Ted Cruz, hijos de familias migrantes que hoy combaten la migración, Jeb Bush, hijo de Presidente, hermano de Presidente y por lo visto el menos avispado de la familia, que hizo propaganda tuiteando una pistola grabada con su nombre todavía unos días antes de anunciar su retiro de la contienda; y ni hablar de personajes impensables como Bernie Sanders, un "socialista" (¿perdón?), sí, un "socialista" que quiere ser Presidente de los United States of America y que hoy aparece en algunas encuestas por arriba de Hillary Clinton, con sus 74 años y sus posturas tan poco capitalistas.

Así que el mero espectáculo ya tiene su encanto. Pero en el fondo, en lo importante, la elección merece tu atención por lo que implica. Porque en noviembre no sólo estará en disputa el destino de los más de 321 millones que viven en ese país, sino en buena medida, el futuro del planeta.

Suena exagerado, lo sé. Pero veamos algunos datos. Lo que pasa con la economía de EU tiene efectos globales. Para darnos una idea, el producto interno de los Estados Unidos en 2014 fue de 17 mil billones de dólares, más grande que las economías de Japón, Alemania, Inglaterra, Francia y Brasil —las economías 3,4,5,6 y 7 más grandes del planeta— juntas. En promedio, cada habitante tiene ingresos por 56 mil dólares al año, (poco si consideramos que en Qatar tienen en promedio 145 mil dólares por habitante, pero una fortuna si pensamos que en países como México, el PIB per capita es de 18,500 dólares)

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Es el segundo país que más energía produce y consume solo después de China, el tercer productor de petróleo (después de Rusia y Arabia Saudita), la tercera economía que más exporta y el principal importador del planeta. Eso implica que del desempeño de su economía depende el futuro de millones de personas que le compran y le venden, y como pueden imaginar su impacto ambiental es enorme.

De su ejército ni hablar: famoso por Hollywood y por sus múltiples guerras, con alrededor de un millón 400 mil personas en activo, y cuyas acciones tienen efectos en todo el planeta como muestran sus acciones en Irak, Afganistan, Libia o Siria, la prisión de Guantánamo o su programa de uso de drones para asesinar a sus enemigos en el mundo, programa avalado, por cierto, por el nobel de la Paz, Barack Obama.

Y así podríamos seguir, hablar de sus políticas en migración, de su peso en todos los organismos internacionales y en las políticas de combate a las drogas, de su influencia cultural a través de los medios y de su impacto en la tecnología que hoy rige al planeta.

Claro, no todo depende del Presidente de los Estados Unidos ni de su Congreso. El país —como todos— camina con sus propias inercias, limitantes y capacidades, pero sin duda con un sistema político como el que tiene, en el que el Presidente y el Congreso pueden impulsar una guerra, acelerar o frenar la economía, aceptar o rechazar acuerdos globales, vale la pena mirar de cerca.

Porque lo que le pasa a Estados Unidos le pasa al mundo y por eso todos tenemos que ponerles un poco, al menos un poco, de nuestra atención.

@MarioCampos
fb.com/MarioCamposCortes
Snapchat: ElObservador