"Yo defiendo la equidad entre todas las personas, defiendo los derechos de los homosexuales, incluido el de adoptar hijos, defiendo el derecho a transformar el propio cuerpo y reformular la identidad propia. Defiendo, también, el derecho del hombre del video a gestar y parir un hijo, si el feto no se ve afectado por las hormonas que su padre y madre toma para, según él mismo, parecer un hombre. No obstante mi defensa, me parece complicada la imagen. No la celebro; sobre todo, porque no es verdad. Si el hombre que se presenta como hombre está gestando a un hijo, puede estarlo porque es una mujer, no un hombre; porque, como él dice, contradiciéndose, no transformó su cuerpo. Sin embargo, se presenta como un hombre que puede concebir y dar a luz; como un hombre que —así como manda la regla gramatical del género en nuestra lengua— contiene a la mujer, y por tanto es mayor que una mujer".
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Después de publicada la columna, bastaron pocos minutos para las reacciones. Pero esta vez había algo distinto en ellas. No se trataba en todos los casos del previsible intercambio de insultos y acusaciones, tan típico de las redes sociales. La controversia fue más estructurada, más sopesada, y en los buzones de entrada de nuestros correos y del Messenger de Facebook abundaron las réplicas. Hubo opiniones de apoyo o de rechazo, pero opiniones en todo caso interesantes por diversas y vigorosas, o al menos valiosas por la evidente y muchas veces enfática voluntad de interlocución y deliberación que traían consigo.
Nuestra reflexión es que este debate en torno a la columna de Sanín es una muestra de un progreso posible, y de que hay que defender el derecho a hablar. A hablar de las calumnias del senador Álvaro Uribe o de la corrupción de Odebrecht, pero también de cosas que muchas veces no solemos poner en cuestión. Aquí mismo, en las oficinas de VICE Colombia, a la opinión de Sanín hubo respuestas de colegas que dijeron, aún teniendo una postura liberal frente al tema trans (la identidad sexual, la de género, su diferenciación, etcétera), que no sabían muy bien qué pensar. Quedaron, decían, sin postura. Y solo eso ya luce como un aporte.Lo que escribió Sanín no es, como se ha dicho, retrógrado, ni un manojo de pseudoargumentos diseñados para hacerse de la verdad por medio de trampas. Es más, nos atrevemos a decir que en Colombia nunca antes habíamos escuchado un punto de vista como el suyo. Y la misma altura alcanzaron las respuestas. No nos referimos solo a la conversación que en VICE publicamos entre nuestra columnista de asuntos trans Mati González Gil, el activista trans Nikki Dupuis y la académica feminista Andrea Parra, sino también a lo que escribió en El Espectador Catalina Ruiz Navarro.En Colombia opinar no siempre es un ejercicio argumentativo, ni el producto de una reflexión, y tampoco conduce todas las veces a un debate