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Cultură

Una entrevista con uno de los soldados olvidados del ejército británico

Fui a la guerra junto a mi hijo.

John Meighan, enero de 2010, unas semanas después de un intento de suicidio. Todos las fotografías son cortesía de Mark Townsend.

El brillante libro de Mark Townsend Point Man cuenta la historia de Kenny Meighan, un joven soldado de infantería del ejército británico. Kenny, quien viene de una familia con una larga historia en el ejército, empezó su carrera militar en Irak en 2005. Pero el libro se enfoca en su estancia en la provincia de Helmand, en Afganistán, como el soldado británico con la carrera más larga como point man, la posición más expuesta y peligrosa en una patrulla militar, el soldado que explora el terreno como vigía al frente de la patrulla.

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El padre de Kenny, John, quien sirvió en Irlanda del Norte y en la primera guerra de Irak, actúa como segundo líder en Point Man. Tras ser diagnosticado con el desorden de estrés post-traumático luego de darse de baja, el gobierno decidió que el tratamiento para John era demasiado costoso y terminó pasando un rato en prisión y en instituciones mentales.

Entre muchas otras cosas, el libro de Townsend estudia las implicaciones que tiene que un soldado mate a otro, lo que se siente en el campo de batalla y lo que implica regresar a casa luego de presenciar actos que la gente normal no ve ni en sus peores pesadillas. Habla de un gobierno dispuesto a enviar a hombres y mujeres jóvenes a la guerra, pero indispuesto a ayudarlos cuando regresan a casa.

Entrevisté a John y Kenny. A continuación, John me cuenta sobre su época como soldado, su intento de suicidio, su búsqueda de peleas con cadeneros y la miseria que vivió tras ser dado de baja del ejército.

John en 1990.

VICE: Hola, John. ¿Por qué te uniste al ejército? ¿Y qué tan importante fue la historia militar de tu familia?
John Meighan: Crecí con historias de mi abuelo en la Primera y Segunda Guerra Mundial, y con películas de guerra como The Bridge Over the River Kwai. Eso llenó la guerra de glamour ante mis ojos, pero no te das cuenta del daño que la guerra le hace a la gente a esa edad.

Exacto. Una cosa que tu hijo me pidió fue que no llenara la guerra de glamour en su entrevista. ¿En algún momento tiene un lado glamuroso?
No, no existe ningún glamour en la guerra, sólo hay gente muerta y gente dañada.

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Como soldado, siempre tienes que hacer las cosas bien. En Irlanda del Norte, estuviste en una situación en la que era muy difícil ver al enemigo; ¿qué tan presionado te sentías en términos de “Tenemos que hacer esto bien”?
Esa es la cosa… no estábamos luchando una guerra normal en la que ambos bandos usan uniformes y se disparan entre ellos. Teníamos esta cosa llamada “tarjeta amarilla”, que tenía una serie de reglas y regulaciones sobre cuándo era válido abrir fuego. Si te salías de los límites de la tarjeta amarilla, terminabas en el maldito muelle acusado de intento de homicidio. Somos seres humanos y cometemos errores, pero nosotros teníamos que hacer las cosas bien cien por ciento del tiempo.

Después de pasar tanto tiempo en Irlanda del Norte, ¿cómo fue pelear en Irak?
En cuanto me bajé del avión en Kuwait, fuimos atacados con misiles Scud. Sabíamos que era una guerra distinta, y en ese aeropuerto había todo tipo de aviones de combate, todo tipo de vehículos blindados y tanques. Lo que quieras, ahí estaba.

Hay una escena en el libro cuando ves civiles iraquíes muertos. ¿Eso es algo que realmente no habías visto antes?
Había visto mucho muertos en Irlanda del Norte, pero nunca a esa escala. Cuando alguien moría en Irlanda era algo más clínico; la policía estaba ahí porque era una sociedad más civilizada. Irlanda del Norte no fue realmente una guerra; cuando alguien era herido en Irlanda del Norte, automáticamente quedaba en manos de la policía. En el Golfo sí era una guerra, y en lugar de uno o dos muertos, hablábamos de miles.

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John con sus hijos, en 1987.

¿Tengo razón en pensar que te afectó tanto porque eran civiles?
No todos eran civiles, pero cuando empezó la guerra por tierra, los iraquíes usaron a los civiles como escudos humanos en sus vehículos. Cuando los aviones hacían su trabajo, creían que estaban lidiando sólo con el ejército iraquí. Pero cuando estábamos en tierra, nos dábamos cuenta que había cientos de malditos civiles entre los soldados iraquíes. Nunca en mi vida creí que el ejército británico saldría a matar civiles. Los estadunidenses no tienen un muy buen historial; disparan primero y hacen preguntas después. Pero no creo ni por un segundo que los aviones británicos supieran que había civiles cuando atacaron.

Parece que el ejército te dio un propósito, pero cuando regresaste el ejército te trató horrible.
Dejemos una cosa clara: el ejército no fue quien nos decepcionó, fueron el gobierno y los políticos. Una vez que dejas el ejército, el ejército no tiene ningún control sobre el tratamiento que recibes ni tu vida. Cuando dejé el ejército, salí con un terrible trastorno de estrés post-traumático (PTSD), pero era responsabilidad del NHS (Servicio Nacional de Salud) recoger los pedazos. El NHS no estaba listo para eso y yo no tenía a dónde ir, y eso fue culpa del gobierno.

¿No recibiste prácticamente ninguna ayuda con tu PTSD cuando saliste del ejército?
Exacto, me diagnosticaron con PTSD en 1995 o 1996 y no recibí ningún tipo de ayuda durante unos ocho o nueve años. Me dejaron con un diagnóstico, pero sin ayuda psiquiátrica. Fui con un psiquiatra quien me dijo que necesitaba  tratamiento, pero hay una lista de espera de 18 meses, así que en el proceso mi estado mental se deterioraba más y más. Y mi manera de lidiar con ello era bebiendo; tomaba para olvidar los recuerdos y los horrores de lo que había visto.

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¿Qué era lo que recordabas?
Me levantaba de la cama porque tenías estas pesadillas horribles. Los iraquíes me rodeaban en la cama y no tenían labios. Tenía una pesadilla en la que estaba en una patrulla con mi amigo y, aunque en la vida real nunca estalló ninguna bomba, en el sueño sí. Todo era cada vez peor y peor. Cuando caminaba por las calles de Glasgow tenía estos recuerdos, y para mí, era como estar patrullando las calles de Irlanda del Norte.

El funeral del amigo de John, Big Jim, quien fue ejecutado por hombres armados del ERI (Ejército Republicano Irlandés), en la iglesia de St. Mary, Essex. 

¿Tu amigo en Irlanda del Norte, es el mismo Jim que se menciona en el libro?
Sí, el gran Jim.

¿Estabas con Jim cuando murió?
No, estábamos aterrizando en la frontera irlandesa y teníamos inteligencia de la unidad especial que indicaba que uno de los puntos de control sería atacado por el ERI; sólo que no sabíamos cuál. Abrimos el mapa, vimos el punto de control más cercano a la frontera y creímos que ése sería el que atacarían. Ese día informé a los soldados que enviaríamos refuerzos a ese punto. Los iban a matar pasara lo que pasara, pero yo estaba lleno de culpa, me culpaba a mí mismo. ‘¿Había algo que pudiera haber hecho para evitar que esos muchachos murieran?’ Y cargué con eso durante años. Fue hasta que dejé el ejército que se volvió más profundo. Supongo que eso es la culpa del sobreviviente.

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Vas por la vida con toda esta culpa y nadie te ayuda.
Sí, todos saben que el gobierno no tiene ningún medio para lidiar con soldados traumatizados. Recibo tratamiento una vez al mes; vienen a visitarme a mi casa. Por cada soldado que muere en el campo de batalla, al menos cinco quedan traumatizados. Al gobierno no le importa un carajo.

En el libro parece que estabas buscando ser castigado por la gente.
Había mucho odio hacia uno mismo. Era horrible vivir conmigo, tenía ataques de ira y mi esposa tenía que caminar de puntitas. Cualquier cosa me molestaba, desde las noticias hasta el precio del pan. Era muy infeliz y era imposible vivir conmigo. Tomaba y nada me importaba.

¿Y todo esto era porque no había nadie que te ayudara?
Sentía que había sido traicionado y que no recibía la ayuda que necesitaba. Lo único que funcionaba era tomar, y eso sólo ayudaba hasta cierto punto. Pero toqué fondo con el alcohol. Mi esposa pasó por un infierno. Una vez tuvo que pedir cuatro ambulancias para llevarme al hospital. Estaba bien un par de semanas o meses, después empezaba de nuevo y llevaba las cosas a un nuevo nivel. Salía en busca de peleas que no podía ganar con cadeneros, con la esperanza de que me mataran a golpes porque no quería vivir conmigo mismo. Quería morir.

La colección de medallas de John.

¿Esto quiere decir que peleabas mucho con personas desconocidas?
Sí, eso fue cuando nos mudamos a Blackpool. Lo hice unas cuatro o cinco veces. Me acercaba hasta uno de los cadeneros y lo golpeaba sabiendo que me agarrarían a golpes, y esperando que me mataran. En retrospectiva, no quería morir, sólo no quería vivir en la miseria que estaba.

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¿Cuándo te empezaste a sentir así?
Creo que fue cuando salí de prisión.

¿Puedes explicar por qué terminaste en prisión?
Estaba al borde de la desesperación porque mi PTSD había llegado a otro nivel y sentía que empezaba a enloquecer; tenía miedo de lastimar a alguien. Terminé tomando y haciendo dos bombas molotov con alcohol. Mi esposa y mis hijos estaban arriba viendo televisión, pero yo llamé a la policía y les dije que los tenía amenazados con un cuchillo. Yo no sabía pero mi esposa ya había llamado a la policía. El juez ordenó seis evaluaciones psiquiátricas, y todas decían básicamente lo mismo: que tenía depresión clínica y PTSD. El juez me sentenció bajo la ley de salud mental, pero el fideicomiso se negó a proporcionar los fondos.

Dios.
La primera navidad que estuve en prisión, el juez logró que me trasladaran a un hospital en Gales del Norte que se especializa en PTSD. Estuve ahí dos semanas y se acabaron los fondos. El juez no tuvo otra opción más que enviarme de regreso al hospital Blackpool Victoria. Estaba entre esquizofrénicos, lo cual me hacía más daño que estar en prisión. Me sentía como Jack Nicholson en Atrapado sin salida. Me enviaron cinco años y medio a prisión, después apelé y me redujeron la senencia a tres años y medio.

Luego me transfirieron a The Priory, el hospital a donde van todas las estrellas, pero lo que me desconcertaba era que en Gales del Norte con el Dr. Jones, quien se especializa en PTSD, daba el tratamiento completo por nueve mil libras (170 mil pesos). En lugar de eso, pagaban 74 mil libras por mandarme al maldito Priory. Y ni siquiera se especializan en PTSD, ellos se encargan de adicciones a drogas y alcohol y depresiones menores. Pasas de un lugar hecho para lidiar con gente como tú, a estar junto a Tara Palmer-Tomkinson. Estaba sentado en un grupo de terapia con una mujer deprimida porque uno de sus caballos no quería parir.

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John con su hijo Kenny en 2003, seis meses antes de ir a prisión.

¿Qué? ¿Y tú eras el que decía: “Sí, estoy deprimido porque he visto gente muerta”?
Si los hubiera escuchado y me hubiera abierto con el grupo, esa mujer habría terminado mucho peor.

¿Estar en The Priory involucraba una serie de eventos como ése?
Es un lugar hermoso, pero no estaba recibiendo ningún tratamiento. Pasé cuatro meses y medio ahí, y cuando me dieron de alta estaba en un departamento destartalado en Blackpool. No había calefacción, así que me sentaba con mi maldito sleeping bag en los hombros para calentarme. Empecé a tomar otras vez porque me volvieron a dejar solo.

¿Tengo razón en pensar que ahora te sientes diferente?
Ahora puedo lidiar con ello mucho mejor. Me puedo sentar en mi departamento cinco o seis semanas y no escuchar ni ver nada. Lo que me mantiene a flote es el miedo de regresar a prisión, y lucho contra mi alcoholismo todos los días.

Me imagino que sigue siendo muy difícil.
Sigo tomando medicamentos, pero me pongo muy nostálgico y me siento muy solo. Lo que hago es poner otra cara cuando salga para que la gente no vea el estado en el que me encuentro. Tengo mi cara pública y mi cara privada.

Entiendo.
Pero al final del día, sigo estando mal. No tengo una relación, mi novia y yo terminamos hace como dos años. No me gusta que me acaricien o que me besen. Puedo amar, pero ya no sé cómo mostrarlo. Me he desensibilizado.

Después de todo esto, ¿te arrepientes de haberte unido al ejército?
No, me uniría al ejército mañana. Lo haría todo otra vez, pero lo haría de forma distinta, ¿sabes?

¿Qué harías diferente?
Desde que tengo memoria, siempre quise ser un soldado. Me uní a los cadetes cuando tenía 13, al TA (ejército terrestre) cuando tenía 17 y al ejército desde que tenía 21 hasta los 35. Lo llevaba en la sangre. No me quejo de haber ido a la guerra, pero si estás dispuesto a hacer el máximo sacrificio por tu país, deberías recibir ayuda, porque vas a salir dañado. Debería haber alguien ahí para arreglarnos, porque estuvimos dispuestos a morir por nuestro país.

Eso fue lo que le dije a Kenny, y de eso se trata el libro de Mark: un país dispuesto a enviar a gente como tú y tu hijo a pelear guerras cuestionables, pedirles que hagan el máximo sacrificio. Y después, cuando regresan a casa, los abandonan. Es muy perturbador.
Así es. Y si el libro puede evitar que otras personas pasen por esto, entonces hemos logrado algo. La gente necesita entender que no sólo este gobierno, también los gobiernos anteriores, han decepcionado a las fuerzas armadas. Somos soldados. Son los políticos quienes empiezan las guerras y nos envían a pelearlas. Nosotros no provocamos guerras, vamos y luchamos, y a veces morimos, en ellas. Los responsables son los políticos, no los soldados.

Muchas gracias por hablar conmigo, John.

Sigue a Oscar en Twitter: @oscarrickettnow