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Reporte del clima desde la Venezuela preelectoral

Espero equivocarme, pero me temo que esto no terminará bien.

Ayer me encontraba en San Antonio de los Altos, en casa de mis padres, esperando el momento indicado para enfilar a través de la Panamericana hacia la capital. Era el cierre de campaña de Hugo Chávez en la avenida Bolívar y según el reporte de tráfico de mi padre el evento tenía trancada toda Caracas. A eso de las 6pm decidí enfrentarme a lo que se me atravesara en el camino, tenía que escribir esto y quería llegar a La Torre de Marfil en la que vivo lo más pronto posible.

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Todo mundo estaba en la calle. Varias caravanas con canciones estridentes en cornetas gigantes me pasaron por los lados en el camino hacia la parada de Metrobús. Mientras esperaba por el mismo vi en el televisor de un kiosko imágenes del también masivo cierre de campaña de Capriles en Barquisimeto. Un gentío.

Foto de El Universal.

Luego aproveché las ventanas gigantes del Metrobús para apreciar desde mi safari la magnitud de la celebración. Históricamente San Antonio es uno de los lugares más opositores del país —jamás ha tenido un alcalde chavista, entre otras cosas— y el pueblo estaba en la calle bailando y saltando como si hubieran proclamado el campeón de la temporada de beisbol.

Aposté por el Metro pensando que quizás podía evitar la congestión pasándole por debajo, pero cuando el Metrobús llegó a la Autopista Valle-Coche me di cuenta de mi error: Chávez había terminado de hablar y cientos de autobuses regresaban a sus respectivos lugares de origen. Y todos estaban cargando en coche. Esto parecía ser para largo así que me relajé y disfruté del show.

Foto de El Nuevo Herald.

Adentro los sanantoñeros se burlaban de la cantidad de autobuses que tuvo que traer El Comandante para llenar su meeting, pero en sus voces me pareció notar preocupación. La cantidad de gente vestida de rojo era innegable y avasalladora, gente de todos los rincones de país celebrando como si La Vinotinto acabara de clasificar para el Mundial.

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Tuvimos suerte, varios autobuses se movieron al mismo tiempo y logramos pasar, a las 7:45 escapé de la superficie y una vez bajo tierra decidí dar un corto paseo por Caracas a ver que más me ofrecía. Desde que El Comandante se montó en el poder la política es el tema principal en el país, pero todo está tan polarizado que la gente evita hablar al respecto en público, mucho menos con tus amigos de tendencias opuestas. Para este momento esas restricciones han desaparecido.

Todas las conversaciones que espié tenían que ver con las elecciones, gran parte de la población que me crucé vestía los colores de su pandilla de alguna u otra manera, y hasta presencié varios intercambios de gritos que no terminaron en violencia de ningún tipo. El país está de fiesta. Las apuestas no pueden estar más altas, los ánimos no pueden estar más caldeados, pero todo mundo está tranquilo.

La razón y el problema: ambos bandos están absolutamente seguros de que su caballo llegará de primero. La carrera está lo suficientemente cerrada para permitir esa ilusión, y no me atrevo a predecir qué terminará pasando, pero hay una realidad simple y desgarradora: sólo habrá un ganador.

Los ríos se llenarán de lágrimas, en el mejor de los casos. Ni quiero pensar en el peor, el discurso de ambos bandos no admite la posibilidad de derrota.

Espero equivocarme, pero me temo que esto no terminará bien.