FYI.

This story is over 5 years old.

Pase y llore

Que dice la Segob que si quieren, marchen

Para que no se olvide el 2 de octubre, Osorio Chong nos hace el favor de apuntarlo en nuestra agenda.

La marcha en conmemoración de la masacre de estudiantes de 1968 que tuvo lugar ayer, había reunido en torno a ella pronósticos multicolor, pero casi todos de tóner alto: desde los que preveían (temiendo o deseando morbosamente) que se desataran los madrazos, hasta los que esperaban de ella una de las manifestaciones lideradas por estudiantes más amplias y enérgicas de los años recientes.

Lo sucedido tuvo la capacidad de decepcionar a casi todos: no fue multitudinaria, aunque tuvo una (ligeramente) mayor participación que las de los últimos años. Así, no le dio gusto a los que esperaban decir que sólo [marcharon tres gatos](http:// https://twitter.com/search?q=marcha%20tres%20gatos&src=typd ), pero tampoco a los que querían anunciar, desde el templete, que veían un Zócalo lleno. Y fue de lo más pacífica, algo que no está para nada mal (aunque lo fue tanto que incluso hubo momentos en que esto resultó desconcertante). En ese sentido, tampoco le dio gusto a quienes esperaban una puesta en escena preapocalíptica, como las que tan esmeradamente montaron los granaderos con sus socios, esa versión de esquiroles proactivos a la que algunos llaman "anarquistas" (hay quien piensa, gracias a buena parte de "la prensa", que el anarquismo es una doctrina que se ejerce rompiendo ventanas de oxxos) la misma fecha, pero del año pasado.

Publicidad

Sobre todo, la marcha no tuvo consideración con los sentimientos de quienes esperaban que se convirtiera en el inicio de un movimiento estudiantil amplio e incisivo, en el que se articulara la respuesta a los chingadazos que han recibido varias instituciones educativas en los últimos días.

Puede que casi todos conozcan la(s) historia(s), pero parte de mi chamba es, al menos, hacer el intento de contextualizar. Va:

El Poli (Instituto Politécnico Nacional, IPN), al menos hasta ayer, andaba emborrachado con los resultados de su movilización. Desde hace una semana logró reunir a buena parte de su matrícula en relación con una lista de demandas, de las que las principales tienen que ver con un replanteamiento a fondo de los planes de estudio, la remoción de Yoloxóchitl Bustamante (Yolo, para los no compas, que oficialmente ya se quedó sin chamba; aunque eso ya estaba cantadísimo) como directora general y, a últimas fechas, la vieja y ambiciosa exigencia de autonomía.

Al final de su manifestación del martes pasado, en la que se unieron representaciones de otros planteles, como la UNAM y la UAM, y que tuvo una asistencia calculada en cincuenta mil unidades de persona, se plantaron frente al Palacio de Cobián, sede de la Secretaría de Gobernación, y exigieron a Osorio Chong salir a dialogar. Durante un rato, la respuesta era la que todos esperábamos: el secretario pidió que unos pocos representantes entraran a su oficina, para hipnotizarlos cómodamente desde su escritorio. Así que varios fuimos los sorprendidos cuando Ochongo salió a la calle y, desde una tarima, habló con los miles de morros y leyó su pliego petitorio.

Publicidad

Esto fue suficiente para que los del Poli se cachondearan y se aventaran mutuamente cebollazos, en parte merecidos, eso sí. Aunque también se dieron el lujo de actuar como Gollum en posesión del anillo y, con el fin de no matarle el brillo a su trofeo, se deslindaron graciosamente de la marcha de ayer. El discurso fue que no querían echar a perder el orden con que su alzamiento les había llevado a Ítaca, y dejaron a libre criterio la participación de los alumnos, en plan individual.

El otro factor que debió haber tenido más ponch (como dice la gente que quiere vender algo, pero no tiene idea de cómo hacerle) en el Zócalo fue uno que, por sí mismo, debiera haber dado para un movimiento de solidaridad nacional: la emboscada a los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, Guerrero, a manos de policías municipales de Iguala y comandos vestidos de civil que trabajaban con ellos. Durante el ataque (que ni por asomo fue enfrentamiento: lo único que hicieron los estudiantes fue tratar de parapetarse y resistir) murieron tres normalistas y, aunque el número varía según la fuente, siguen desaparecidos alrededor de cuarenta.

No están claras las razones que llevaron a esa balacera aunque hay algunas teorías, ni se sabe qué sucedió con los desaparecidos, pero más allá de los detalles, se trata de algo que me cuesta trabajo describir, ya no digamos calificar. No sé si haya falta recordarlo, pero los estudiantes de esa misma escuela normal ya habían pasado por lo suyo antes de esto: hace casi tres años, durante un  plantón en la Autopista del Sol, los tiras de Protección Civil de Guerrero fueron a desalojarlos sin ninguna intención de negociar. Les soltaron la carga y [murieron dos](http:// http://www.eluniversal.com.mx/primera/38353.html). Repito: por tomar una carretera. Y a principios de este año, durante una chamba de "boteo" en la carretera Acapulco-Zihuatanejo (no la habían tomado, siquiera), un tráiler los embistió y se cargó a otros dos.

Publicidad

El hecho de que esta serie de golpes, culminando en el más grave, no haya tenido un eco más amplio en la marcha de ayer habla mucho de la alienación en que se mantienen entre sí los representantes de causas que, en teoría, tendrían tanto en común. Por ejemplo, el fondo de la tortuosa lucha de los normalistas de Ayotzinapa y del alzamiento del Poli es prácticamente el mismo: resistir frente a los intentos de transformar la labor educativa en un instrumento para uso exclusivo del mercado. El desaire del Poli a la manifestación de ayer es más frustrante después de haber escuchado sus deseos de que el "¡Huelum!" despertara a México.

Provisionalmente, en un sentido político, a quien más le han servido el movimiento del Poli y la masacre de Iguala ha sido a Ochonogo. El señor, ya se sabe, está en precampaña para la candidatura presidencial. Con gestos como su condena a la balacera que sufrieron los normalistas y su hit de salir al templete en Bucareli, se está construyendo una imagen de sensibilidad social y astucia grillera que dispara sus acciones. Todo, sin hacer, en sentido ejecutivo, nada más que cualquier otro burócrata que administra su escritorio con la tacañería de siempre.

El colmillo del secretario de gobernación también se vio antes de la marcha del 2 de octubre: para abonar la macetita de su imagen pública, salió a cantarle odas a la conmemoración, a la solidaridad que tenía oportunidad de manifestarse ahí y a su valor simbólico. Esta postura fue más evidente en su cálculo deliberado a partir de la actitud de Mancera, que, como sabemos, encabeza la oficina de extensión de Los Pinos para el Distrito Federal. En su papel de mascota, ha respondido con el mismo ánimo que el gobierno federal a cada contingencia. Ahora, siguiendo a Osorio Chong, dijo que esperaba una manifestación tranquila y estimó un número de participantes que estuvo un poco por encima del real.

Publicidad

El año pasado, si se acuerdan, bajaron del cielo mercenarios que repartieron pedradas y justificaron la detención de once participantes en  la marcha que no habían estado relacionados con los "anarquistas". Esa vez, Mancera, al parecer, había recibido órdenes de aplicar la "cero tolerancia".

Ahora la narrativa desde el gobierno parece estar orientada a hacer de esta fecha un monumento. El espacio les fue tácitamente cedido (aunque ni el GDF ni la Segob tienen atribuciones para hacerlo: se trata de la vía pública) y no se plantaron los cuerpos de tiras en torno a los manifestantes, evitando deliberadamente su función de provocación, que ha resultado en putazos y sangre tantas otras veces.

Siguiendo el tono, los manifestantes diluyeron la fuerza y puntería de las demandas, en una lista de buenos deseos genéricos, incluyendo lo mismo el castigo a Echeverría que la necesidad de frenar la construcción del nuevo aeropuerto y la oposición a las reformas estructurales. No me malinterpreten, no se trata de cuestionar la legitimidad de las exigencias, sino la estrategia de su planteamiento. En otras palabras, si los afectados por los conflictos estudiantiles más urgentes no encontraron ahí un foro para alimentar su causa (unos, por la falta de respuesta ajena, y otros por desdén estratégico), era difícil que los temas que tenían una relación tangencial con la marcha tuvieran una representación efectiva.

En especial, es posible que el visto bueno de Osorio Chong tanto a la conmemoración de la matanza de Tlatelolco, como a las demandas del Poli y de Ayotzinapa, tenga algo que ver en la desactivación preventiva de un movimiento estudiantil potencial. Recordemos que él representa, desde lo más alto, al partido que logró institucionalizar la revolución.

Sigue a la única gatita que escribe para VICE:

@infantasinalefa