El futbol adentro de las rejas de una prisión mexicana
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futbol y cárceles

El futbol adentro de las rejas de una prisión mexicana

Una tarde de futbol y comida con reclusos jóvenes en la Ciudad de México.

La historia que van a leer y ver sucedió hace tres años, fue un momento en el que estaba muy cerca de graduarme de la Universidad, del Tec de Monterrey para ser más específico. En ese momento me llegó la terrible noticia que no tenía hecha ni una hora de servicio social, y que si quería acabar la escuela y no pelármela, tenía que llevar un proyecto que funcionara para cumplir el trámite.

Habían dos ideas, una era ir a Chiapas durante un fin de semana, y la otra, mucho menos atractiva, era ir a construir una videoteca a un Reclusorio o Centro de Readaptación Social como le dicen, el cual está ubicado en San Fernando, en el sur de la Ciudad de México.

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No les voy a mentir, la primera vez que llegué ahí tuve un chingo de miedo. Igual iba predispuesto, pero la banda de reclusos que nos recibió y nos dio el tour de bienvenida si se veía bastante 'chaca' y eso que eran los que mejor se habían portado y por eso tenían esos puestos. Las primeras visitas no las disfruté mucho, apenas hablaba con los morros. Por suerte, otro de los estudiantes que estaban haciendo el servicio es de esos güeyes que son capaces de hablar y hacer reír hasta a los suegros. Él nos fue presentando a los reclusos y nos hizo ver que todo iba a estar bien.

A la cuarta o quinta visita ya todo éramos cuates. El proyecto acabó bien y para celebrarlo organizamos una tarde de futbol y chicharrones (no sé quién escogió lo de los chicharrones). Estos morros entrenan todos los días y la neta se rifan un montón así que nos dieron chance de reforzarnos con algunos de los del representativo del Tec para que no estuviera tan manchado el partido.

Así le hicimos. Armamos un equipo de 15 y llegamos a jugar contra ellos un miércoles a las 11am. El ambiente estuvo hostil en un principio porque aunque ya éramos cuates para ese entonces, ellos no se iban a permitir perder contra unos "fresitas". Hicieron dos equipos, para que cada uno jugara medio tiempo. Nosotros no la habíamos planeado tan a fondo y dejamos todo nuestro juego en el 'Migue', que era el más verga de nuestro equipo.

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El 'Migue' no la midió chido y cuando empezó el partido el morro se las dio de Cristiano Ronaldo y tiró caños, hizo dos tres fintas sin sentido y hasta le dio un balonazo a uno en el estómago. Fue un error total, porque los morros se empezaron a prender y todos los que habían llegado a ver el partido los empezaron a molestar. Si se puso hostil el primer tiempo, de entrada escuchamos frases como "te voy a quebrar las patas aunque me tenga que quedar aquí toda la vida". Nos traían a pan y verga, todos esos güeyes eran unos pinches Gatussos.

Ya para el segundo tiempo, con el partido 2-2 entro el segundo equipo. Esta vez traían a un morro al que le decían el 'Guaporuv' pero su nombre real era Marco. De lejos le daba un aire a Edgar Andrade, un jugador que debutó en Cruz Azul como en 2009 y que la dejó de armar porque se lesionó bien gacho el pie en un partido.

Decía Galeano a propósito del futbol que "por suerte, todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado cara sucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad". En este partido el 'Guaporuv' fue ese cabrón. Nos dio un baile y nos goleó sin remordimiento. Acabamos 7-3, con 5 goles de ese canijo.

Igual y sobra decirlo, pero muchos de los que vimos el juegazo que estaba dando tuvimos la sensación de que si no se hubiera equivocado a sus 17 años cuando le robó el coche a su patrón, tal vez hubiera podido llegar lejos en el futbol. Me acuerdo mucho de ese güey porque esa sensación de "chale, este cabrón tenía futuro" se replicó después. Si es cierto que el 'Guaporuv' la hubiera armado en el soccer, pero también había morros que habían aprendido oficios con sus papás y por pendejos, por irse a la fácil, dejaron de ser zapateros, licuaderos, albañiles. Estuvo raro.

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La lección chingona que aprendí de ese proyecto es que todos esos morros tenían un futuro más allá de esa cárcel y que la cagaron, eso inmediatamente los hace "diferentes a nosotros", pero en realidad somos todos iguales. Todos cometemos errores a esa edad, solo que unos más pinches que otros. Tal vez de eso pueda tratar el artículo, ¿no? De que al final la única manera en la que ellos pueden salir reformados de ahí es que alguien los haga entender que sus acciones tontas de jóvenes son cosas del pasado, que de ahora en adelante deben salir a rifársela y que si por algo vuelven a tener pensamientos de volver a equivocarse, van a tener gente de confianza que los pueda asesorar.

Otro punto que me gustaría tocar mucho en la narración es ese poder que tiene el futbol para "desmamonizar" a todos. ¿Cuántas veces no hemos llegado a una reunión con desconocidos y el futbol es el tema de conversación que nos salva de ser los raros, desubicados y antisociales? Tal vez estos morros se sientan igual, y el futbol les haga ese favor de volver a sentirse parte de algo. Deberían institucionalizar los entrenamientos, dejar de creer que solo se merecen jugar futbol cuando acaban un proyecto grande o cuando es día especial.