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El NO de la CUP ha vuelto locos a los hooligans de Mas

Una multitud de simpatizantes de Convergència y de su líder, Artur Mas, han incendiando las redes insultando a las CUP y básicamente a cualquiera que no pensase como ellos.

Imagen Wikipedia

Hace un tiempo dije que estaba hasta las pelotas del debate sobre Cataluña. A día de hoy lo mantengo, pero parece que el circo independentista está lejos de abandonar la ciudad y no me queda más remedio que volver a hablar OTRA VEZ del tema. Al fin y al cabo, me pagan por ello.

Si alguien ha sido tan afortunado como para no enterarse de lo que ha pasado, se lo resumo: ayer las CUP decidieron que no iban a dar su apoyo a Junts Pel Sí para formar gobierno a no ser que propusiesen a un candidato a la presidencia que no fuese Artur Mas, por que en fin, sería un poco paradójico que un partido anticapitalista apoyase como presidente de la Generalitat al responsable de los mayores recortes de la historia de Cataluña, que es a la vez líder de un partido político con unas cuantas causas abiertas por corrupción. Algo que por el otro lado dijeron desde un principio que no harían pero que les ha costado sudor, sangre e infinitas asambleas decidir. No hay que ser duros con la CUP, el problema es que mientras que cuando Rajoy y Pablo Iglesias se reunieron este último dejó muy claro que no había pacto posible, los de la CUP se pusieron tiernos cuando les sacaron la banderita y la agitaron un poco al viento, recordaron entonces sus tiempos mozos en los que escuchaban Kortatu, Brams y Negu Gorriak a toda hostia, mucho antes de hablar siempre en femenino plural y saludar haciendo una especie de triángulo Illuminati, unos tiempos mejores, cuando todo lo que importaba era Cataluña y eso del socialismo era la coletilla que le ponían a las pintadas que hacían a las afueras de sus respectivos pueblos. Al fin y al cabo, todos sabían que en unos años iban a votar a ERC.

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Pero claro, han pasado 15 años, tienes 10 diputados en el Parlament y unas bases sociales diversas y heterogéneas y las cosas cambian. Ya no puedes buscar la independencia a cualquier precio, y más cuando eso podría suponer frenar todos los cambios profundos que pretenden llevar a cabo; tienes que hacer un poco de eso que llamaban real politik y aceptar que por mucho que a ti lo que te apetezca es salir al balcón de Plaza Sant Jaume a proclamar la república independiente de Cataluña, tienes que dejar los sentimientos a un lado y hacer lo que tienes que hacer, decir que no a un tipo que enmascara su fracaso político en una independencia que hasta hace cinco años no le importaba una mierda.

Mas no es el primer político que se envuelve con una bandera para salvarse el culo - no hace falta irse muy lejos en el espacio y en el tiempo para encontrar un caso claro: su mentor político, Jordi Pujol, ya hizo lo mismo cuando todo aquello de Banca Catalana – y dice mucho de la CUP haber sabido mantener fría la cabeza y entender que las cosas, por mucho que se quieran hacer, no se hacen a cualquier precio y que por encima de los sentimientos particulares está la solución de los problemas reales de todos los ciudadanos. Lo que pasa es que los palmeros de Junts Pel Sí no.

En cuanto se hizo público el resultado de las votaciones de la CUP a la gente se le empezó a ir la jodida cabeza. No me refiero solo a esa gente de la que nos lo podíamos esperar como Pilar Rahola – a la que por suerte o por desgracia no le dio un ictus de milagro – o a los foreros de Vilaweb y Raco.cat – dos páginas en cuyos foros se pueden leer cosas como que a los charnegos nos deberían enviar a campos de exterminio, para que veáis un poco de que va el tema – sino gente de todo tipo - personajes públicos y anónimos, políticos, periodistas, profesores universitarios – que demostraron que si al ser humano se le puede igualar por algún lado, es siempre por debajo.

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A las CUP se le llamó de todo: desde traidores a agentes encubiertos del CNI, a Anna Gabriel la llamaron puta, tal cual, e incluso algunos de sus concejales dijeron sentirse decepcionados por el resultado final de la votación. Y todo por ser consecuentes con sus promesas electorales. Al fin y al cabo, lo que ha demostrado diferenciar al votante tipo del Partido Popular y todos aquellos que han insultado a los líderes de la CUP por negarse a investir a Mas es el nombre de la nación en nombre de la cual dan rienda suelta a su estupidez.

Tampoco es nada nuevo, desde el 27S se lleva hablando del 'pressing CUP', la presión mediática y social a la CUP para investir a Mas, y la agresividad de los fans del líder de Convergència no ha parado de crecer desde entonces. Como en la fábula de la rana y el escorpión, la culpa no es del escorpión – es decir, del borrego que sigue ciegamente a cualquier movimiento de masas con tal de sentir que pertenece a algo y que ese algo es la hostia – sino de los medios de comunicación – principalmente los públicos, como TV3 – y los privados que siguen la línea editorial que les marcan desde la Generalitat, quienes junto a otros palmeros del régimen convergent se han dedicado a caldear los ánimos en una estrategia de la tensión que tendía al apocalipticismo. Viendo lo que escribe cierta gente uno se da cuenta de que al final hay gente que realmente vive por y para esto. No, no me refiero a la independencia, sino para toda la farándula que se mueve a su alrededor: las tertulias, los debates, el ahora sí/ahora no permanente.

Amb aquests comentaris no faríem mai un país diferent al que ha construït el feixisme espanyol — Joan Mena Arca (@joanmena)enero 3, 2016

El problema de fondo de todo esto no es ya que vaya a haber otras elecciones – porque todo apunta a que Junts Pel Sí no va a dejar en el banquillo a Mas y vamos a tener que repetir el paripé en marzo – sino que de ellas pueda salir reforzado Mas, apoyado en el borreguismo colectivo del independentismo mayoritario, ese que aunque le roben y le mientan seguirá votando a los de siempre, ese que llega a decir que votaría a quien hiciese falta para que al día siguiente Cataluña fuese un estado independiente, ese que, al fin y al cabo, en una época en la que la religión ha pasado a un segundo plano y las grandes ideologías han desaparecido, ha puesto toda su fe fanática y mesiánica en la consecución de un estado nuevo que se presupone solo un escalón por debajo del Paraíso terrenal. Joder, en España vivimos casos claros de síndrome de Estocolmo colectivo que darían como mínimo para una tesis doctoral en sociología.