Una tribu indígena comparte bandera con los nazis españoles

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Una tribu indígena comparte bandera con los nazis españoles

Los indios kuna viven en un paraíso remoto de narcotráfico, mochileros-mula atacados por panteras, cantos que curan huesos rotos y estrellas infantiles con nombre catalán.

“No sabía que la usaban los nazis en España. La tenemos de antes de Hitler. Para nosotros la cruz significa que hay kunas al norte, al sur, al este y al oeste, que un kuna nunca estará solo. El amarillo representa el oro de nuestra tierra -que no se saca porque es robarle las entrañas a la tierra- y el rojo es la sangre derramada por los valientes contra los opresores en la revolución de 1925”. Así explica Andy, indio kuna de unos 70 años, el curioso diseño de la bandera que esta pequeña etnia del caribe panameño comparte con los Ultras Sur.

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La cruz de la bandera kuna es una esvástica invertida pero si sopla el viento, desde uno de los lados, la bandera no tiene diferencias. Andy lo tiene claro: “Que la cambien ellos si les molesta. Nosotros la tenemos antes”. Los 30.000 kunas que hay en todo el planeta son prácticamente unos desconocidos, y su bandera es solo la punta del iceberg historias locas de narcotráfico, mochileros-mula atacados por panteras, cantos medicinales y estrellas de talent shows. Pocos pueblos concentran tantas curiosidades siendo tan pocos.

La revolución de 1925 de la que habla Andy -mientras bebe de una lata de cerveza Balboa, “el agua del Kuna”- fue un levantamiento contra la policía panameña. Cerca está Txiqui, otro kuna. Mide poco más de metro y medio y se gana la vida llevando a mochileros a islas paradisiacas en su barca. Le bautizaron unos vascos y me explica el levantamiento que manchó de rojo sangre su bandera: “La policía abusaba de nuestras mujeres, robaba nuestras cosas y los kunas nos levantamos”.

Jordi, un niño kuna que ganó el Operación Triunfo de la tele panameña.

Estos indios son pequeños pero bravos. Hubo muertes y el gobierno panameño accedió a algo insólito: los kuna se convirtieron en territorio independiente. Tienen sus propias leyes, aduana, cárcel e incluso policía. Si la policía española poco puede hacer ante las planeadoras en Galicia, no cuesta imaginarse las posibilidades de la limitada policía kuna ante las potentes embarcaciones de los señores de la droga colombianos, que utilizan la región (a 30 kilómetros de Colombia) como puerta hacia Panamá, los cárteles mexicanos y EE.UU.

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El paso de coca ha desarrollado un curioso efecto: mochileros europeos y americanos recorriendo a pie, con la mochila cargada de kilos de oro blanco, la distancia entre la comarca Kuna Yala y Ciudad de Panamá. Esto es peligroso por la policía, sí, pero sobre todo porque ese trayecto de varios días recorre la selva panamaña, y la fauna de la zona la componen exóticos pájaros, pero también panteras y jaguares.

Los kuna yala son una sociedad matriarcal en la que el suelo no es propiedad de nadie, por lo que no hay ricos y pobres, salvo los pescadores que hacen tratos con los colombianos y tienen casas de varias plantas y no humildes chozas de caña. Estos indígenas se mueven en un curioso equilibrio entre el pragmatismo delictivo del tráfico de droga (nunca consumo, aseguran), y las más curiosas tradiciones. Las casas se construyen de un chamizo que se dobla sin quebrarse y emite un curioso sonido que, cuenta la leyenda, avisa al mal tiempo de que allí vive gente y debe amainar.

No confían demasiado en la medicina tradicional, pero no solo usan hierbas sino que emplean cantos medicinales. Tienen cantores especializados según las molestias, y creen firmemente en ello. Bigbidili es una chica kuna que vive en la capital: “Un joven se partió varios huesos en una caída. En el hospital le dijeron que tendría problemas para volver a andar, su padre se lo llevó para cantarle y se recuperó del todo”.

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Hay 30.000 kunas en todo el planeta y tienen 365 islas. Son celosos de mezclar su raza, lo que provoca problemas de consaguineidad. No es raro encontrar indios de poca estatura y nariz aguileña, pero albinos. Según National Geographic, antes los bebés albinos eran eliminados, pero ahora se les relaciona con la luna y es fácil verlos pasear buscando la sombra con sus inseparables gorras. Eso sí, son educados en las costumbres femeninas y, en vez de pescar, se dedican a coser molas, la tela-adorno típica kuna.

Los matrimonios entre kunas y no kunas son tan extraños que solo recuerdan dos. Un canadiense y un holandés casados con indias kuna. Cuando se les pregunta por ellos responden con un escueto “se portan bien”. Les aceptan por su total implicación: hablan perfectamente el idioma kuna y, cada vez que hay que hacer algún trabajo para la comunidad, son los primeros en ayudar.

Si te estás planteando ir (diez horas de vuelo Madrid-Panamá y 30 minutos en avioneta de Panamá a Isla Porvenir, centro de la comarca) date prisa. Es de los pocos entornos no occidentalizados todavía, pero le queda poco. Jordi Alvarado, un pequeño niño kuna, ha ganado el talent show panameño Canta Conmigo. Arrasó en las votaciones populares, a pesar de que que en la mayoría de las islas kuna no hay televisión ni teléfono, y en su videoclip dos enamorados pasean con ropa occidental por su poblado kuna. Hay quién interpretará esto como acercamiento de culturas, otros como el principio del fin de uno de los últimos paraísos remotos.

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