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Nadie ha sabido aún definir exactamente las causas de la enfermedad mental. Existen, como no, grandes científicos que han llegado a conclusiones sumamente relevantes para el estudio de este tipo de patologías, pero no nos excederíamos demasiado si dijéramos que este es un fenómeno que aún está por describir correctamente.España ha sufrido la misma evolución que cada uno de nosotros a la hora de plantearnos esta pregunta. Primero se pensó que se trataba de una causa maléfica, de tintes mitológicos, que actuaba sobre la persona llevándola a cometer actos de los cuales no era capaz de responsabilizarse. Luego nos dimos cuenta de que el demonio no tenía nada que ver con este asunto y nos preguntamos si no era un desajuste químico el que producía algún tipo de conducta extraña que no es habitual. Poco a poco fuimos reconociendo que, además de los factores biológicos, toda persona posee emociones y pensamientos que deben ser tratados debidamente si se pretende dar asistencia a aquel que lo necesita. Finalmente nos dimos cuenta que nuestro entorno social cercano y, también, las condiciones históricas gracias a las cuales pensamos el mundo en el que vivimos son cruciales a la hora de hablar de salud mental.Nada más y nada menos que el 20% de la población española sufre en algún momento de su vida un trastorno en su salud mental.
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Es evidente que la situación en esta materia ha mejorado significativamente en los últimos años. Las peculiaridades sociopolíticas de España han hecho que las reformas en el sistema de salud se hayan producido con retraso, pero hoy en día hemos pasado de la completa dejadez a un modelo sanitario público de amplia cobertura, con un sistema creciente de servicios sociales, que intenta dar respuesta a este tipo de problemáticas de manera completa y continuada.Una de las ideas clave de este proceso fue la desinstitucionalización del enfermo mental, dicho de otra manera, la desaparición de los "manicomios". La idea: hacer frente a la cronicidad que presentan muchas de las patologías mentales. La evolución en la materia nos ha llevado a considerar al enfermo mental como una persona capaz, si está suficientemente acompañada, de llevar a cabo un vida relativamente autónoma y participar de la comunidad como un igual. Algo que ha venido acompañado de un amplio desarrollo social y sanitario, amparado por nuevas leyes reformistas, que han permitido aceptar progresivamente a estas personas y encontrarles su sitio.Ahora bien, los datos hablan por sí solos: según la UE (Libro Verde) el gasto en salud mental de España está entre los más bajos de la Unión Europea, lo mismo si lo comparamos con la cantidad de recursos asignados a protección social, tres puntos por debajo de la media. El avance en nuestro país dista mucho de haber sido completamente desarrollado. Lo cierto es que cualquier conversación con los profesionales del ramo coincide en una misma crítica: la falta de recursos para abordar un problema complejo que requiere de nosotros atención y cuidado, dos actitudes que brillan por su ausencia en la sociedad contemporánea.Según la UE el gasto en salud mental de España está entre los más bajos de la unión.
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María, como tantas otras personas, fue tratada en un hospital psiquiátrico. En caso de haber persistido la patología, puesto que no suponía ninguna amenaza para los demás, es probable que hubiese sido derivada a otro tipo de centro, quizás de carácter asistencial y, poco a poco, a base de corregir la farmacología asociada, hubiese conseguido llevar una vida relativamente normal. Ahora bien, María seguiría siendo dependiente de por vida, su tasa de desempleo sería de entre el 60 y el 90 por ciento, la vulnerabilidad respecto a los posibles abusos seguiría siendo mucho más alta que la media, probablemente estaría expuesta a otros tipos de problemas médicos que permanecerían sin diagnosticar y es posible que, a la larga, hubiese desarrollado ciertos vicios que mermarían consistentemente su núcleo familiar. En el peor de los casos hubiese sido aislada, etiquetada y estigmatizada y nos miraría desde las celdas de su habitación con esos ojos tan característicos de aquellos que nos saben donde están.¿Es este el trato que se merecen estas personas? En España se gasta poco, se medica mucho y se aísla al enfermo mental como si éste no tuviera nada que aportar. Ni que decir tiene que la crisis económica, además, no ha ayudado demasiado. Cada vez tenemos menos recursos, mientras que la venta de psicofármacos no para de crecer. En 2012 (últimos datos de los que se dispone) se vendieron 39 millones de unidades, especialmente de tranquilizantes y antidepresivos, un 10 por ciento más respecto al año 2009. ¿Nos convierte eso en una sociedad medicalizada, que rehúye la pregunta por la salud mental, que ensimisma a sus enfermos y que no hace nada, o muy poco, por llevar a cabo esa gran reforma destinada a la desinstitucionalización de los enfermos mentales, incluyéndolos dentro del sistema sanitario de salud?Lamentablemente la pregunta no tiene una respuesta clara. Más bien diría que vivimos aún en una sociedad inhumana, que no se ha atrevido a tomar la salud mental en serio y que pagará tarde o temprano las consecuencias de su irresponsabilidad. Todo el mundo está expuesto a la caída, de nosotros depende que se levante y vuelva a caminar.@c_palazziVivimos aún en una sociedad inhumana, que no se ha atrevido a tomar la salud mental en serio y que pagará tarde o temprano las consecuencias de su irresponsabilidad.