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Occupy Central en Hong Kong no es la "Revolución de las Sombrillas"

Y tampoco puede compararse con las protestas sociales históricas.

Las protestas prodemocráticas en Hong Kong, se han descrito en los medios de comunicación como un prisma de comparaciones. Los encabezados sugieren que este es el momento para que surja un nuevo Tiananmen Square. Los líderes de opinión se preguntan si se están volviendo a vivir las mismas tácticas y gestos utilizados por los protestantes de Ferguson, Missouri. Constantemente, se cuestiona el parecido de este Occupy Central con su homónimo en Estados Unidos. El formato aplicado en las protestas modernas viene cargado con un significado histórico y, como muchos lo han denominado, este podría ser el inicio de la “revolución de las sombrillas”.

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Y las comparaciones son útiles. Los organizadores de Occupy Central sabían esto cuando escogieron el nombre. Los estudiantes al frente de la protesta también eran conscientes de ello cuando, a principios de este mes, se reunieron para planear los actos masivos de desobediencia civil, en la Estatua de la Democracia en Hong Kong, el símbolo de la ocupación de Tiananmen en 1989. Buscando señales simbólicas de protestas relevantes, e inclusive, de ficciones revolucionarias (ellos cantan canciones de Les Mis), los miles de participantes de Occupy Central crearon un espectáculo de protesta resonante. Y, como nunca falta en una verdadera manifestación, a ellos se les sumaron los policías antimotines lanzando gases lacrimógenos. Pero, la manera en la que las demostraciones de Occupy Central aparecieron con un sello tan auténtico, sorprendieron al mundo y a Hong Kong, y sacaron a relucir los retos idiosincráticos que está enfrentando la Región Especial Administrativa. Compararla con otras protestas podría llevar a infravalorar el peso histórico de miles de habitantes de Hong Kong que están en las calles y se niegan a irse.

Empecemos con las sombrillas. Los protestantes, al abrirlas para protegerse de los gases lacrimógenos,  generaron imágenes llamativas. Funciona muy bien como un símbolo explícito en un movimiento no violento; una sombrilla es un escudo para defenderse. Pero, los hongkoneses no cargaron la sombrillas como herramientas de protesta. Septiembre es época de tifones; la temperatura en Hong Kong oscila entre los 30 grados centígrados, entonces, es normal que las personas tengan con qué cubrirse. Si esta fuera la revolución de las sombrillas, sería gracias a los caprichos del clima, tanto como a la fuerza de su simbolismo.

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Pero, no estoy segura de que esta sea la revolución de las sombrillas, en parte, por que no es una revolución. Occupy Central está imponiendo demandas sobre un sistema político, no buscando volcarlo. Y este no es mi juicio, ellos mismos lo dicen en su página web oficial. En la sección de preguntas frecuentes, al final de la página, las personas preguntan sobre el “objetivo final” de la protesta. La afirmación del sitio es que “esta campaña no es una ‘revolución’ porque Occupy Central no pretende tumbar al sistema existente. La campaña de Occupy tiene solo un objetivo, con otras asociaciones”.

El objetivo principal es la democracia, pero no en un sentido ideológico, que alínie la bondad y la justicia. Occupy Central busca alcanzar metas en relación con los votos y las elecciones. El documento constitucional de Hong Kong determina cómo se debe mover la región de manos británicas a chinas, y qué grado de autonomía ejerce el Gobierno local. La ley básica prometió a los hongkoneses el sufragio universal, pero había vacíos en los detalles. Interpretando el documento en su propio beneficio, China estipuló que los candidatos para el cargo de jefe ejecutivo local de Hong Kong serían vetados por Beijing. Los protestantes querían la promesa del sufragio completa, así como la renuncia del actual jefe ejecutivo, Leung Chun-ying.

Claro que hay otras problemáticas en juego. Los altos niveles de inequidad afianzan los argumentos para exigir el sufragio. Es la segunda ciudad más cara del mundo, pero el salario mínimo está en 3.86 dólares la hora. Occupy Central no entra en el lenguaje de la lucha económica, ni de clases, pero la demanda por una democracia más directa, refleja la inconformidad con un sistema de control que termina beneficiando a los billonarios de Hong Kong, y no, como dice el coro que cantan los protestantes, “¡a las personas de Hong Kong!”

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Y, mientras Occupy Central comenzó con un objetivo y mandato muy específico, ha superado las expectativas. Como reportó Steve Hsieh, para VICE News, “aunque los grupos como Occupy Central, Love and Peace y la Federación de Estudiantes de Hong Kong, sentaron las bases para las protestas, el movimiento ha florecido gracias a la energía de las masas”. La posibilidad de que el movimiento continúe extendiéndose no puede descartarse mientras que las personas sigan ocupando las calles día y noche.

La revolución de las sombrillas puede ser histórica, precisamente porque no es una revolución pero sí un reflejo de un conflicto inevitable que definirá el futuro de Hong Kong. No hablo de que aquí se esté cocinando un curso marxista de historia, sino más bien, de los desafíos constitucionales muy específicos del enigmático modelo de “un país bajo dos sistemas”. Al mismo tiempo, Hong Kong se está inclinando hacia un sistema de mayor democracia y, desde el fin de la conquista británica, hace 14 años, se ha integrado con China.

Así, los “dos sistemas”  presentan el problema de poder típico de la China contemporánea, alineado con los esfuerzos para liberar partes del sistema financiero, mientras que se incrementan los controles sociales. Occupy Central ha traído los conflictos, que no tienen una obvia resolución, de frente.

Por mucho tiempo fui escéptica frente a la idea de que el tamaño de las protestas mide su significado. He visto algunas, con miles de participantes, como la del cambio climático en Nueva York, que tuvo poco impacto político y fue algo más como un desfile. Occupy Central, también, parece tener un aire de cortesía y calma, que yo, en un contexto estadounidense, criticaría. No solo ha habido daños a la propiedad, pero también los protestantes han cargado pancartas disculpándose por las inconveniencias que han causado en el comercio funcional. Pero el contexto lo es todo. Este tipo de desobediencia civil es profundamente atípica para una ciudad fuertemente controlada, en la que el capital fluye a ritmos acelerados. Las calles centrales están desacostumbradas a la ocupación popular. Así que, mientras yo puedo burlarme de las protestas de “amor y paz” de Estados Unidos, continúo mirando a Occupy Central con gran interés, así como las personas de Hong Kong, probablemente discrepan en sus propios términos, a su manera.

Sigue a Natasha en Twitter como @natashalennard