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cerveza y ciclismo

El mejor lugar en el mundo para pedalear por cerveza

Como Bélgica no hay dos cuando se trata de cerveza. Tomamos nuestras bicis (uno de los otros pasatiempos nacionales) y nos escapamos durante una semana.
Photo courtesy Visit Flanders, copyright milo-profi.com

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Sven Nys es una bestia. Este ciclista belga de 39 años, que se retiró la semana pasada, fue capaz de terminar la extenuante carrera Ruddervoorde Superprestige en tercera posición a pesar de estar enfermo: solo dos ciclistas de superélite —con 9 y 19 años menos que él, por cierto— lograron superarle.

Yo, que no soy más que un yankee con una rodilla hecha polvo, encontré la historia brutalmente inspiradora.

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Por eso quise vivirla en primera persona.

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Aquella tarde, había dejado atrás la pequeña ciudad medieval de Brujas, Bélgica, para poder ver una demostración de ciclocross de primera clase a manos de Nys, al estilo aguerrido. En caso de que no estés familiarizado con este deporte, el ciclocross es, en su mayoría, una forma de carreras que cubren diferentes terrenos —pasto, lodo, arena— y requiere que los concursantes superen obstáculos, muchas veces con bici en mano. Presenciar la forma en que Nys arrasó con el campo fue una experiencia cautivante que me dejó pensando qué hacer conmigo mismo. Acababa de bajarme del avión proveniente de la Costa Oeste esa mañana. Había estado despierto por cuarenta y tantas horas. La comida me parecía extraña, además solo me había hidratado con cinco gloriosas cervezas belgas. Al menos mi pesado cansancio, aumentado por mi intoxicación, me permitió encajar con el público perfectamente. Relajados y aletargados en su cordial fanatismo, la mayoría de las personas parecían estar a tono.

Aquí en Bélgica, la cultura de las bicis y la cerveza están ligadas y son celebradas en toda la nación. La diferencia más sorprendente entre la escena de las carreras de bici profesionales entre Estados Unidos y Europa es que en el primero es muy probable que seas víctima de estadísticas e índices y aparezcas en fotos de mala calidad. Mientras que en Europa —especialmente en Bélgica— sin duda eres apoyado por ruidosos seguidores que apuestan, gritan, y por lo general enloquecen. En los primeros 15 minutos cerca de los pissoirs, o baños públicos al aire libre, fui testigo de insultos, de una breve pelea, un supuesto desmayo, de una catarsis desenfrenada, y muchas cosas más. Me recordó mucho a la NASCAR, con Flandes como su matriz en los montes Apalaches, el lugar donde el infierno camina en dos ruedas y alcohol encaja a la perfección.

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Nadie podría imaginarlo por mi exterior deteriorado, pero estaba tan emocionado que no pude dormir por 12 horas más.

El histórico Tour de Flandes. Cortesía Visit Flanders, derechos de autor Patrick Verhoest

Había estado en la histórica región de Bélgica, Flandes, para practicar ciclocross y dar la vuelta en bici por la campiña. Como alguien que, a lo mejor como tú, pasa demasiado tiempo frente a un monitor sentado, intento recuperarme una o dos veces al año al hacer una cita de una semana con mi bici y un destino —de preferencia que sea un lugar con buena cerveza, buena comida, y gran ciclismo— para que pueda ver el mundo sentado sobre mi trasero.

Para mí, viajar de este modo es en verdad una experiencia catártica que trasciende los deportes competitivos para convertirse en una forma real de transporte. A diferencia de viajar en auto o en tren, en la bici nunca te das un descanso conforme recorres nuevas experiencias. Y te encuentras exquisitamente solo. Las frescas vivencias, el trabajo atlético, el viaje sin prisas, y la soledad significativa es una de las cosas que me motivan a seguir. Es una forma fantástica de llenar la biblioteca personal de mi mente.

Cortesía Visit Flanders, derechos de autor Jowan.be –Koen Degroote

Flandes, la parte del norte de Bélgica donde en su mayoría se habla holandés, siempre ha sido uno de los destinos de mis sueños. Uno de los mejores atletas en la historia del ciclismo, Eddy "Cannibal" Merckx, proviene de Flandes. El Ronde van Vlaanderen, o el Tour de Flandes, es una de las competencias de ciclismo de ruta más amadas. El Ronde es una gran fiesta y un gran espectáculo conocido por su habilidad para desmoronar egos conforme los ciclistas pelean por terminar los empinados caminos una y otra vez.

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Ghent, la ciudad más grande del este de Flandes y una de mis paradas favoritas durante el tour, desde siempre ha sido un centro para el ciclismo. Es hogar del histórico evento de seis carreras en el Kuipke, un sagrado velódromo en Citadelpark. Además de contar con una gran pista, Ghent también presume del Vlaams Wielercentrum Eddy Merckx, un velódromo con capacidad para 4,100 asistentes, donde los mejores atletas se presentan para competir.

Por más que me encanta ver atletas intentar matarse con bicicletas, prefiero pedalear a mi propio ritmo y detenerme en donde se me plazca la gana por una bebida y snacks. Afortunadamente, Flandes superó mis altas expectativas. Tal vez hayas escuchado hablar del chocolate belga, pero la cerveza es otra cosa. Muchos paladares refinados han determinado que la cerveza más fina del planeta es la Westvleteren XII, un encantador y complejo orgasmo líquido preparado exclusivamente en la Abadía Trapense de 178 años en Saint Sixtus, Vleteren.

A pesar de las nociones alegres de los monjes ebrios, la Westvleteren XII está diseñada rigorosa, apasionada y científicamente para dejar a los ñoños más críticos de la cerveza con la boca abierta incluso cuando ni siquiera la han probado. Una botella de "W12" es difícil de conseguir, pero hasta uno pensaría que se trata de un Cheval Blanc 1947 por la forma en que la gente se le queda viendo en asombro.

Cortesía Visit Flanders, derechos de autor milo-profi.com

Me había hecho a la idea de un recorrido infinito con increíbles cervezas, pero una de las más grandes y placenteras sorpresas con las que me topé mientras pedaleaba de una magnífica ciudad medieval a otra —Brujas, Poperinge, Ypres, Oudenaarde, Ghent— fue que los belgas se toman la comida muy en serio. En Flandes, descubrí que la buena comida es una forma de disfrutarla al máximo. Los estadounidenses definitivamente no saben de esto. A veces nos olvidamos lo fácil que es alimentarnos bien con regularidad. De verdad no tenía idea, pero Flandes se merece ser aclamada como un voyage d'une vie gastronómico, como dicen los franceses.

Otra de las sorpresas fue el terreno. Esperaba algo así como los terrenos planos de los Países Bajos. Pero mi recorrido me llevó hacia una mezcla de colinas, villas, granjas, que me dieron un descanso de los encantadores pero a veces fastidiosos paisajes horizontales. En esos días hubo mucho viento, y por momentos llegué a pensar que habría sido mejor realizar un itinerario menos ambicioso. Una vez que dejé los berrinches de lado, encontré una vez más nuevas experiencias en cada colina y bajada.

Algunos días fueron difíciles, y otros muy largos, en especial cuando me detuve para sacar fotos y hacer arreglos a mi bici. Pero existe una cualidad reflexiva en aquellos momentos. Tu enfoque cambia. Recuerdas que realmente solo existen dos formas para unir fuerzas con tu bicicleta: la montas (piensa en Sven Nys y Eddy Merckx) o ella te domina. En la primera opción, tal vez tengas un poco de control, pero tarde que temprano te conviertes en un androide, una máquina que utiliza una compleja herramienta para ir más allá de sus barreras físicas. En la segunda, bueno, no lo eres, pero los giros interminables y el progreso del camino te ponen en un estado Zen. Sabes que al final del día, la bici te llevará ahí, pero no de un momento a otro. Estás en camino.

No quiero ponerme sentimental, pero Flandes terminó siendo mi aventura más completa de ciclismo —ni muy difícil, ni muy fácil, plagada de vivencias que pueden ser el antídoto para la ansiedad, el cinismo, la apatía, y el hastío existencial—. Todos los días requirieron de algo más que subirme a la bici, mantener mis ojos abiertos, y saborear el paisaje, la comida y la cerveza. Aunque había puesto pausa a mi otra vida frenética y atiborrada, nada había cambiado para mal.