Fronteras de Europa

Gibraltar y el miedo de los jóvenes a un nuevo cierre de la frontera como el que vivieron sus padres

El Brexit ha revivido una de las peores etapas de la historia reciente del Peñón, el cierre de la verja que separa a los ‘llanitos’ de sus vecinos de La Línea de la Concepción en España.
Gibraltar jóvenes frontera miedo Malena España
Malena entregando su documentación en la frontera de acceso a Gibraltar. Foto: Fernando Ruso 

Daniel se levantó en la mañana 24 de junio de 2016 con un sonoro “¡¡Fuck!!” que incluso despertó a su novia. Ambos se habían acostado horas antes cuando todavía se contaban los últimos votos del Brexit en Inglaterra. El escrutinio en su Gibraltar natal acabó pronto esa noche y con un 95,9 por ciento del electorado a favor del ‘remain’ que los mantendría en la Unión Europea. “Pensamos que al levantarnos todo seguiría igual”, recuerda Malena, su pareja española. Pero no fue así. En shock, Daniel pensó en las colas en la frontera, en sus dos hijos, en su trabajo en una empresa de servidores para casas de apuestas en red… en aquello que le contaron sus padres sobre el cierre de ‘la verja’ que jamás pensó que se volvería a repetir. “O quién sabe si sí”, responde lacónico.

Publicidad

En la calle la atmósfera era pesada el día que se anunciaron los resultados del referéndum; el ambiente espeso, “como si hubiese un funeral, llorando por un muerto, que es el Reino Unido saliendo de Europa”, describe Malena, que trabaja en Gibraltar desde hace algunos años. “You can cut the air with a knife”, añade Daniel Ghio en inglés, su idioma natal, aunque hable español con fluidez como la mayoría de sus vecinos.

Gibraltar jóvenes frontera miedo Malena España

Daniel y Malena paseando por las calles de Gibraltar. Foto: Fernando Ruso

Daniel tiene 30 años y dos hijos —Jasmine, de ocho años y Jeremy, de seis— de una relación anterior con una gibraltareña. Trabaja como ejecutivo de cuentas en una empresa de servidores para empresas de apuestas ‘online’, que han proliferado en los últimos años en Gibraltar. Sus compañeros son británicos y españoles. En junio 2019, 15.329 personas cruzaron de media la frontera a diario para quehaceres profesionales en el Peñón, un 9,13% más que en el mismo mes del año anterior. Los trabajadores transfronterizos desempeñan empleos en la construcción, en el sector servicios, en mantenimiento y limpieza y, cada vez más, en las compañías tecnológicas.

“Todos nos preguntábamos que qué había pasado, sabíamos que podía ocurrir como con Trump en Estados Unidos, pero que se impondría el sentido común”, sigue el gibraltareño. “Pero la gente, las caras —sigue—, las conversaciones de ese día eran de pésame”.

Daniel también percibió ese ambiente espeso y tenso en el ensayo de su grupo de rock contemporáneo, Jacver, formado por británicos residentes en Guadiaro, una barriada de la ciudad de San Roque (Cádiz), y un español. El Brexit, sin embargo, no ha llegado a sus letras, todavía.

Publicidad
Gibraltar jóvenes frontera Gibraltar miedo Malena España

Manuel espera la llegada de algunas mochilas repletas de tabaco de origen español. Foto: Fernando Ruso

Por edad, ninguno de ellos vivió una de las etapas más oscuras de la historia reciente de Gibraltar. Aunque el día después de votarse el Brexit en el ideario colectivo empezaron a despertarse estos recuerdos que remontaban a la población al año 1969, fecha en la que el dictador español Francisco Franco cerró la frontera. “Dieron 24 horas a la gente para que decidiera si se quedaba a un lado o a otro —comenta Ghio—; se partieron familias en cuestión de una noche, se cerraron negocios… una sociedad rota”. Gibraltar, un istmo solo unido a tierra por poco más de un kilómetro lineal, estuvo aislada por tierra hasta 1982.

"En 1969 el dictador español Francisco Franco cerró la frontera. Dieron 24 horas a la gente para que decidiera si se quedaba a un lado o a otro; se partieron familias en cuestión de una noche, se cerraron negocios… una sociedad rota”

Durante esos años, los gibraltareños de uno y otro lado de la frontera se veían a través de la verja, a unos cien metros de distancia. En las familias ‘llanitas’ —el gentilicio cariñoso, la adaptación al andaluz de Johnny, nombre popular en el Peñón— todavía se guardan fotografías de niñas y niños vestidos de primera comunión saludando a sus parientes del lado español.

Gibraltar jóvenes Gibraltar frontera miedo Malena España

Malena en su puesto de trabajo

La frontera, una relación tóxica

Así fueron fraguando los gibraltareños una relación tóxica con la frontera que los separa de España. Agitada a veces por las largas colas y colapsos para acceder o salir de su territorio como respuesta a los picos de tensión con el gobierno de Madrid. Cruzarla puede ser algo rápido que se completa en cuestión de minutos o un martirio que se alarga por más de una hora. En ella siempre hay bulla, bicicletas y tensión.

Publicidad

De un lado están la Policía Nacional y la Guardia Civil española; del otro, los Customs y Borders & Coastguard Agency y la Royal Gibraltar Police. Basta con identificarse con el documento nacional de identidad o el pasaporte para pasar de la avenida Príncipe de Asturias a la Winston Churchill Avenue. “Daniel, ¿de niños nunca habéis jugado con la frontera?” comento, “siempre se le ha tenido mucho respeto”, me dice, “también a los guardias, por allí no iban los chiquillos. Además, ellos tenían pistolas y nosotros no. [Risas]. A fin de cuentas, es una frontera, aunque estemos familiarizados con ella”.

La frontera está a 800 metros al norte de la Torre del Diablo, que junto con el puerto y las fortificaciones originales de la ciudad fueron cedidos por España al Reino Unido según el tratado de Utrecht en 1713. Para España es ‘la verja’, al no reconocer la soberanía británica y entender que no pueden existir fronteras dentro de su propio territorio nacional. Aunque de ambos lados se haya popularizado esta terminología para referirse al sitio en el que está el puesto de control.

El temor a que los británicos expandieran su territorio más allá de los núcleos referidos en el tratado de Utrecht hacia el resto de la bahía hizo que los españoles construyesen un sistema de fortificaciones y una línea de artillería entre las playas de Poniente y Santa Bárbara. Se llamó la ‘Línea de Contravalación —término militar usado para referirse a una zona de defensa— de Gibraltar’. Allí se situaron comerciantes y sus familias, el germen de la actual ciudad de La Línea de la Concepción.

Publicidad

Desde lo alto del Peñón, una inmensa mole de roca que da identidad a la zona, se ve una zona entre ambas poblaciones ocupada por la pista de aterrizaje del aeropuerto de Gibraltar, la única del mundo que se cruza con una avenida y la segunda más peligrosa de Europa.

Gibraltar jóvenes Gibraltar frontera miedo Malena España

Malena en las calles de Gibraltar

Gibraltar vs. España

La vida es muy diferente de uno a otro lado de esa línea física. Y tanto Daniel como Malena son conscientes de que nacer a apenas un kilómetro condiciona la vida: el acceso gratuito a estudios universitarios, la certeza de un puesto de trabajo bien remunerado o la posibilidad de acogerse a numerosas ayudas sociales sostenidas por el Gobierno de Gibraltar inexistentes en España.

Daniel nunca fue un estudiante modelo, pero cursó sus estudios universitarios —sin acabarlos— en Comunicación Audiovisual en Plymouth University, en Inglaterra; Malena no pudo acceder a una beca y nunca llegó a la universidad, dejó los estudios y empezó a trabajar cuidando a niños por horas, “nada serio”, puntualiza. Tuvo su primer trabajo con contrato cuando se mudó a Gibraltar para vivir con él, de camarera. Le sorprendió lo rápido que podía cambiar de trabajo para ir a otro mejor, y en la actualidad está empleada en una tienda de venta de productos Apple. “Estoy segura de que si quiero cambiar de empleo, lo consigo en menos de una semana”, pronostica.

Malena cobra 16.000 libras —unos 18.500 euros— anuales; el sueldo de Daniel es mucho mayor, 35.000 libras. “Bastante bueno, un poco mejor que la media”, admite él, que no conoce lo que es estar en una lista de desempleo. Por las mañanas, en la frontera todo el tráfico fluye en una misma dirección: hacia el Peñón.

Publicidad

Vecinos del drama del desempleo

En Gibraltar no se habla de tasa de desempleo, los cuentan por números: 44 en el último trimestre del año 2018, lo que se considera técnicamente pleno empleo o desempleo residual, los que están en vías de cambio de puesto de trabajo. Un espejismo para la vecina localidad de La Línea de la Concepción, el tercer municipio con más paro de toda España con un 32,97% en enero de 2019, superando en 18,87 puntos la media nacional.

Los datos encajan en la realidad de Malena y Daniel. Solo cuatro de diez amigas de ella tienen empleos, aunque precarios; todos los amigos de él están trabajando. “He tenido suerte de tener Gibraltar al lado de casa para conseguir trabajo, porque si me tengo que quedar en España me hubiesen comido viva los lobos”, confirma la gaditana.


MIRA:


Un drama que tiene su reflejo en Manuel —nombre ficticio— al que este medio sorprende, cosas del azar, pasando varias mochilas llenas de tabaco desde el lado gibraltareño a La Línea. Un centenar de cajetillas, por las que cobra unos cinco euros al día y por las que se arriesga a considerables multas, pero que son clave en su economía familiar. Tiene 27 años y está casado, tiene dos hijos y no trabaja desde hace cinco años. De su oficio, camarero, no hay apenas oferta.

“Es por necesidad —advierte—; si nos dieran un trabajo de 700 euros no estaríamos aquí. ¿Cómo íbamos a estar aquí exponiendo nuestro físico para ser detenido o para que nos den una paliza los guardias para ganar una miseria?”. Manuel está asustado y sorprendido por la presencia de los reporteros, a quienes ha confundido por policías de paisano. Pese al susto, mañana volverá a traficar. “El tabaco no nos salva, pero algunos sobrevivimos gracias a él”, zanja el joven, que pese a la cercanía con el Peñón nunca pisó Gibraltar.

Publicidad

La que separa Gibraltar de La Línea es una membrana semipermeable, los españoles van al lado británico para trabajar, pero no para el ocio; los llanitos van a la parte española para el ocio, pero no para trabajar. Los altos precios de los restaurantes y bares gibraltareños convierten la zona prohibitiva para el bolsillo de sus vecinos; mientras que el cambio de moneda, de libras a euros, hacen atractiva la parte de La Línea para los británicos para comer y comprar.

Daniel recuerda cómo de niño atravesaba la frontera hacia La Línea con su familia para ir a restaurantes chinos, prohibitivos en Gibraltar. De esas recurrentes incursiones en terreno español, Ghio fue fraguándose la imagen de la España pobre. “Me acuerdo de ver a la gente pidiendo en la calle, siempre tuve esa sensación de que a La Línea le costaba salir adelante —recuerda el llanito—; en Gibraltar no hay gente pidiendo, no hay gente sin hogar.

Gibraltar jóvenes Gibraltar frontera miedo Malena España

La banda de Daniel, Jacver, ensayando

Dos visiones opuestas, en una misma relación

Ahora, años después, comenta con su novia las diferentes infancias que tuvieron ambos de uno a otro lado de la frontera. Malena cree que la infancia de Daniel fue mejor que la suya “no se privaba de nada, hacía viajes, cosas que jamás pensaba que yo podría hacer. La clase media de Gibraltar vive muchísimo mejor que la española. El hecho de que tenga dos hijos y pueda tener una vida relativamente cómoda me sorprende muchísimo. En España, con dos niños, estás escarbando por donde puede para buscar un trabajo. Es una tontería, pero es un privilegio. Mi padre cuida caballos y mi madre es limpiadora”.

Publicidad

Daniel coincide “veo que su familia no tenía muchos medios. Mis padres no son de dinero, mi padre es bombero retirado y mi madre trabaja en un banco, pero hacíamos un viaje todos los años; aunque fuese a la Costal del Sol, y eso para Malena era imposible”.

Daniel y Malena cumplen cinco años juntos. Se conocieron en un concierto en Sotogrande, una elitista urbanización de San Roque (Cádiz). Tiempo después, volvieron a coincidir por Facebook y poco a poco fue fraguándose la relación. Cuando decidieron irse a vivir juntos, optaron por buscar vivienda fuera de Gibraltar. Los altísimos precios hacían inasumible el alquiler para los dos jóvenes. “Un estudio con un salón, cocina, baño y dormitorio, puede costar mil libras al mes como mínimo”, explican.

La limitada capacidad de crecimiento de Gibraltar dispara los precios de la vivienda y obliga a muchos llanitos a vivir fuera del Peñón. Malena y Daniel alquilaron una casa “enorme” de cuatro habitaciones y dos alturas en una zona tranquila de San Roque por 700 euros al mes. Ahora, por los problemas de acceso en la frontera tras el Brexit, la devaluación de la libra y por estar más cerca de sus hijos, viven en una vivienda social del Gobierno, con un alquiler menor al del mercado inmobiliario.

“Estoy hasta las narices de la política, pero la vivo a través de mi padre. Y siempre lo veo estresado, siempre, siempre y es por el Brexit, porque cada día sale una información peor. Porque nosotros somos británicos, pero vivimos en España”

Publicidad

Desde Gibraltar, Daniel va a Guadiaro a ensayar en un sótano con uno de los dos grupos en los que toca, Jacver, integrado por un español y dos británicos de padres ingleses emigrados al sur de España en busca de sol y calidad de vida. El otro es Dead City Radio, compuesto solo por llanitos y con un sonido más rockero.

Oliver, Harry y Augusto acompañan a Daniel, que toca el bajo en una aventura musical que ya los ha llevado a actuar en el festival MTV Gibraltar Calling. Cantan en inglés, el idioma en el que se encuentran cómodos pese a hacer vida en San Roque. Rara vez usan el castellano, solo en temas acústicos. Consumen televisión inglesa y escuchan música británica. Su parte española es meramente un accidente fruto de la casualidad.

Les pregunto si creen que la frontera enriquece su música, a lo que Augusto contesta negativamente, “si te mueves por ambos sitios puedes enriquecerte, pero en generar la gente suele consumir música a un lado u otro, no suele mezclar”. Sobre el Brexit Harry dice que está “hasta las narices de la política, pero la vivo a través de mi padre. Y siempre lo veo estresado, siempre, siempre y es por el Brexit, porque cada día sale una información peor. Porque nosotros somos británicos, pero vivimos en España”.

“¿No os planteáis meter el Brexit en las letras?”, les pregunto, a lo que Harry responde que no, que está “muy preocupado ahora mismo por mis desamores”.

Publicidad

Los ingleses residentes en la Costa del Sol o en el Campo de Gibraltar —un conjunto de municipios que rodean al Peñón: La Línea, Algeciras, Los Barrios y San Roque— miran con desinterés lo que ocurre con sus vecinos llanitos. Su estatus es diferente al de ellos y el Brexit tiene menos incidencia en sus quehaceres diarios.

“Gibraltar es sensible a su frontera”

A Daniel le cuesta justificar el voto de sus compatriotas. “Estábamos en la Unión Europea y manteníamos la libra, estábamos bien”, resuelve Ghio. Por eso espera que fructifique la opción de volver a sacar las urnas a la calle para volver a votar si Reino Unido se queda o suelta amarras definitivamente. “Ahora se sabría bien lo que nos jugamos, en las anteriores se impuso el miedo, las mentiras”, lamenta el llanito. “¿Y qué se juega Gibraltar?” le pregunto. “Gibraltar es muy sensible a lo que pase en la frontera. Si es fluida, no habrá problema; si generas retrasos, los negocios de aquí sufrirán”.

Si en la mente de los llanitos tiene una fuerte presencia el cierre de la verja, también lo está la certeza de que si sobrevivieron durante los años en los que estuvo cerrada también lo harán ahora. Esa idea ha tomado empuje en los últimos meses y se repite hasta la saciedad. De la parte gibraltareña está la enorme ductilidad de su Administración, capaz de adaptarse a nuevos escenarios de forma rápida. “Si hay que cambiar leyes, se hará”, confía Daniel.

Aunque si el Brexit acaba ahogando a los llanitos, tanto Daniel como Malena tienen claro que se irán de Gibraltar, y puede que su destino no sea España. “Londres, nos gusta Londres”, sentencian ambos. “¿Qué opinas de España?” es lo último que le pregunto a Daniel, “Son nuestros vecinos, tengo amigos allí. Hay buenas relaciones con los pueblos del Campo de Gibraltar, el problema es el nacionalismo que viene desde Madrid, que los partidos utilizan para menear la mierda en busca de votos. Si yo voy a Madrid y digo que soy de Gibraltar, siempre me dirán eso de ‘¿Gibraltar? ¡Español!’. Lo tienen metido en la cabeza. El odio está en Madrid, pero hay amor con los vecinos de La Línea, Algeciras…”.

“¿Y tú, Malena, de Gibraltar?”, le pregunto: “Me han recibido con los brazos abiertos. En mi caso hay una relación de amor. Me siento más de aquí que de mi pueblo. Yo digo que soy de Gibraltar, y con mucho orgullo”.

Este artículo se publicó originalmente en VICE UK.