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VICE World News

Chantaje y cárcel: el precio que algunos empresarios pagaron por hacer negocios en Cuba

El desbloqueo diplomático entre Cuba y Estados Unidos abrirá un abanico de nuevas oportunidades de negocios en la isla. Pero para algunos empresarios extranjeros radicados en el país hacer negocio ha implicado ingresar en la cárcel o ser extorsionados.
Dos viandantes observan el escaparate de una tienda en La Habana Vieja. (Imagen por Raedle/Getty Images)
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Sarkis Yacoubian juró ser un empresario. Sin embargo, los agentes de las fuerzas de seguridad del estado lo retuvieron durante horas en una sala de interrogatorios de La Habana como a sospechoso de espionaje.

Era julio de 2011 y Yacoubian, que entonces tenía 51 años, llevaba trabajando en Cuba durante casi dos décadas. Yacoubian es un armenio canadiense nacido en Beirut. Era propietario de una empresa comercial llamada Tri-Star Caribbean, dedicada a la importación de vehículos , a proveer equipamiento para excavaciones mineras y a facilitar piezas de automóvil para empresas públicas.

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Ocho meses antes de ser detenido, cuenta Yacoubian, un alto mando del régimen empezó a frecuentar las oficinas de Tri-Star Caribbean — "llamémosle 'el Coronrel'", sugiere Yacoubian, quien asegura no acordarse de su nombre.

El Coronel le comentó que el gobierno cubano deseaba comprar una flota de BMW y le pidió a Yacoubin que se encargara de organizar la transacción. En particular, el régimen castrista le pidió: 16 sedanes para el mercado de alquiler y para uso diplomático, y un todoterreno blindado para que se incorporara al convoy de vehículos que acompañan al presidente, Raul Castro. Yacoubian, a sabiendas de que el contrato iba a ser el primero de muchos, se avino a entregar la flota de vehículos en la sede de Tecnotex, una conglomerado empresarial público del ámbito militar cuya administración está en manos del yerno de Castro, el coronel Luis Alberto Rodríguez.

Los problemas, sin embargo, empezaron a producirse de manera casi inmediata. El gobierno había trabajado previamente con Eric Soulavy, responsable de un concesionario de BMW radicado en Venezuela, que había tenido problemas financieros.

Yacoubian asegura que un representante de BMW le contactó y le dijo que necesitaba comprar el contrato que Soulavy tenía con BMW, un contrato al que apenas le bastaba un año para expirar — un portavoz del concesionario ha eludido hacer declaraciones "sobre el comportamiento de terceros por cuestión de principios".

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Yacoubian dice que en aquel momento estaba obligado contractualmente a entregar los BMW a los cubanos, así que se vio obligado a negociar con Soulavy estando, como estaba, "entre la espada y la pared". Yacoubian asegura que él y Soulavy cerraron un precio de venta por valor de 800.000 dólares, de los cuales se anticiparían 100.000.

Soulavy, quien a día de hoy trabaja como constructor en Cayo Vizcaíno, en Florida, asegura que no recuerda cuál fue la cantidad exacta que recibió de manos de Yacoubian, pero que se acuerda de haberle cobrado algo "en concepto de herramientas y de las partes que habíamos invertido en aquel negocio".

Yacoubian asegura que los compradores en Tecnotex le pidieron también que descontara alrededor de 1.000 dólares del precio de cada vehículo, una cantidad que perdería y con la que tendría que apechugar porque "a Raúl Castro no se le dice que no a nada". Pese a todo, Yacoubian no estaba actuando por miedo — según sus estimaciones, la comisión con la que planeaba quedarse podrían haberle reportado algún día alrededor de 250 millones de dólares.

Sin embargo, terminó acusado de intentar matar a Castro.

* * *

Cuando el presidente Barack Obama anunció en diciembre de 2014 que Estados Unidos había emprendido el camino rumbo a su reconciliación diplomática con Cuba, las empresas estadounidenses empezaron a salivar. La posibilidad de poder entrar en un mercado prácticamente virgen donde se iban a encontrar con más de 11 de millones de clientes potenciales les hizo la boca agua.

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Lo cierto es que mientras los vínculos diplomáticos se van estrechando lentamente — Obama aterrizó en Cuba la semana pasada convirtiéndose en el primer líder estadounidense en hacerlo en 88 años — parece que el boom empresarial esté a punto de producirse.

La compañía Starwood Hotels and Resorts, la empresa de Connecticut que gestiona los hoteles Westin, Sheraton y la cadena W en todo el mundo, suscribió hace unos días un contrato para redecorar sendas propiedades gubernamentales en La Habana. Y la todopoderosa MasterCard acaba de ser aceptada para empezar a desplegar sus primeras sedes Cuba.

Un analista ha descrito el momento actual como una "insólita oportunidad" para que las empresas estadounidenses se puedan infiltrar en el mercado cubano. Otro ha descrito Cuba como "la mayor oportunidad inversora del siglo XXI".

En Imágenes: La Habana antes de la inminente llegada de empresas extranjeras. Ver aquí.

Claro que no todo es tan sencillo. También existen muchos riesgos. "A cualquier emprendedor que quiera poner un pie en Cuba a día de hoy más le vale ir con cuidado", comenta Paolo Spadoni, profesor de Ciencias Políticas en la universidad de Georgia y autor del libro Cuba's Socialist Economy Today: navigating challenges and Change. "Ahora mismo todo está fiscalizado: si se te ocurre invitar a cenar a tu socio en un restaurante, seguro que te estarán observando".

Fidel Castro prohibió la inversión extranjera en la isla durante más de 30 años. Lo hizo justo después de conquistar el poder, en 1959. Y cuando lo hizo, solo permitió que entrara algo de capital de un país extranjero muy especial, la Unión Soviética, sin cuyo apoyo, sin duda alguna, Cuba hubiese padecido una calamitosa catástrofe humanitaria.

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Sin embargo, el grifo de cortó en 1991: aquel año Cuba dejó de percibir los miles de millones de dólares en subsidios que le había estado prestando hasta entonces la Unión Soviética. Sin embargo, la desintegración de la antigua superpotencia provocó que la economía cubana se encogiera hasta quedarse prácticamente reducida a la mitad.

Entonces arrancó la época que Castro convino en bautizar como "el periodo especial en tiempos de paz". O lo que es lo mismo, una recesión económica de proporciones tan bíblicas que los cubanos se vieron obligados a comer y a cocinar los gajos de los pomelos y hasta a comerse las borlas de sus camisas.

Finalmente, después de una lucha agónica y romántica de más de tres décadas, Castro tuvo que rendirse y sucumbir. Y entonces consintió las inversiones del Canadá, Europa, de Latinoamérica y de Asía — de todas partes menos de Estados Unidos, a cuyos ciudadanos ni se permitía ni si les sigue permitiendo a día de hoy, hacer negocios en la isla caribeña.

Sin embargo esto no ha detenido la expansión de la cultura estadounidense, como lo demuestra el documental de VICE para HBO, 'Viva Cuba Libre".

Yacoubian llegó a La Habana en 1993 y finalmente tuvo que aceptar el precio de hacer negocios en Cuba. El empresario se había propuesto empezar a vender equipamiento para la industria de las minas de níquel. Claro que, tal y como afirma, solo le fue concedido el permiso para hacerlo previa donación al régimen de una flota de camiones para la minería valorada en 400.000 mil dólares.

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Yacoubian dice, de hecho, que le obligaron, igualmente, a vender neumáticos por valor de 1,5 millones de dólares a precio de coste, antes de suscribir un segundo acuerdo con el gobierno cubano.

El empresario armenio canadiense había convenido, además, invertir 35.000 dólares en un juego de herramientas de diagnóstico a las que se conoce como Integrated Safety Information System (ISIS, en su desgraciado acrónimo inglés) para el negocio de los BMW.

La inversión en cuestión suponía que, más o menos, una vez cada dos semana, los datos de comportamiento de cada vehículo eran grabados y enviados a la central de BMW en Alemania, que se dedica a realizar diagnósticos remotos del comportamiento de sus automóviles por todo el planeta.

Yacoubian necesitaba descargar siete archivos extremadamente pesados para llevar a cabo las pruebas, además de las actualizaciones que el sistema del gigante alemán le obligaba a incorporar. Claro que Cuba todavía no disponía entonces — ni sigue disponiendo ahora — de una red de internet muy sofisticada.

En vista de la precariedad, que entonces era mucho más recalcitrante, Gernot Volkmer, que por aquel entonces era el representante de BMW en Latinoamérica y el Caribe, informó a Yacoubian que si quería cerrar el trato necesitaba disponer de una buena conexión online.

Volkmer le sugirió que enviara a un técnico cubano a Panamá una vez cada quince días para que este transfiriera los datos, pero Yacoubian sabía que las paranoicas y atinadas autoridades cubanas sospecharían enseguida de la maniobra.

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Yacoubian era consciente que su única alternativa era conseguir una manera de hacer funcionar las cosas desde La Habana, así que él y su ingeniero informático se dedicaron a quedarse despiertos toda la noche para hacer las pruebas necesarias para conseguir una transmisión de 760 bits por segundo en la conexión telefónica cubana. Se vieron obligados a hacerlo de noche porque era entonces cuando el tráfico en la isla registraba sus índices más bajos.

Dos semanas después, el 13 de julio de 2011, efectivos de la policía secreta cubana irrumpieron en la segunda planta de la oficina de Yacoubian en el centro de La Habana. Iban vestidos de paisano y le interrogaron a punta de pistola. Yacoubian intentó cerrar su correo electrónico personal antes de que le descubrieran, pero tan pronto como deslizó su dedo índice para hacerlo uno de los agentes le gritó que no se moviera.

Acto seguido se llevaron a Yacoubian del edificio en presencia de sus trabajadores y le metieron en una camioneta.

Yacoubian dice que se lo llevaron a Villa Marista, una antigua escuela católica que ha funcionado como centro neurálgico del ministerio del Interior cubano desde 1963. Desde allí, arrancaría un periplo en que conocería diversas residencias francas que el gobierno cubano tiene esparcidas por toda la isla. En todas ellas, las fuerzas de seguridad le habrían interrogado sin descanso y le habrían amenazado insaciablemente durante 23 horas de las 24 horas del día en régimen de aislamiento.

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Sus interrogadores se lo iban turnando. Yacoubian dice que se hacían llamar Mayor Carlito, Coronel Estrada, y Raisa. El trío quería saber porque Yacoubian había estado empleando tamañas cantidades de banda ancha a esas horas de la madrugada.

Sospechaban que Yacoubian planeaba ayudar a los enemigos cubanos, léase Estados Unidos, y si el empresario habría planeado indicar al enemigo la exacta posición del presidente Castro a través de un algún rocambolesco circuito informático instalado en el interior del todoterreno adquirido para la flota del presidente, acusaciones que Yacoubian ha tachado de "grotescas".

Cuando los investigadores registraron su oficina descubrieron alrededor de 40 computadoras portátiles. A las autoridades cubanas les preocupaba especialmente la influencia ideológica que podía trasmitirse a través de la tecnología. Y habida cuenta de que el acceso a internet estaba siendo tan fiscalizado e impedido por el régimen, los miembros de su cúpula se preguntaban por qué Yacoubian había acumulado tantas computadoras y accesos.

Sarkis Yacoubian se dirige al tribnal durante su juicio en Cuba (Imagen de Alejandro Ernesto/EPA)

Los investigadores también descubrieron tarjetas de presentación del departamento de inteligencia de Estado Unidos. El año antes, Alan Gross, un subcontratista de la inteligencia estadounidense, había sido detenido acusado de haber intentado desestabilizar al gobierno cubano. Los miembros del ejecutivo caribeño sospechaban que Gross habría ayudado encubiertamente a la pequeña comunidad judía que reside en La Habana.

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Aparentemente, su ayuda habría consistido en suministrarles una red de internet libre de la fiscalización y de los proverbiales filtros del gobierno caribeño. Yacoubian asegura haber confesado a los cubanos que nunca conoció a Gross.

Los cubanos, por su parte, habrían advertido a Yacoubian que, en su país la pena por espionaje es de cadena perpetua, según cuenta el contratista. Sin embargo, el empresario de origen armenio sabía que en Cuba los crímenes menores — pequeños y puntuales sobornos, chantajes y coimas — estaban castigados con penas de menor gravedad.

A fin de cuentas, pensó Yacoubian, estos incidentes son moneda corriente en la isla caribeña; especialmente en un país donde los funcionarios encargados de cerrar tratos multimillonarios cobraban 25 dólares al mes. Creyendo que confesar un puñados de delitos menores sería suficiente para satisfacer a sus captores, el empresario intentó cerrar un trato.

Yacoubian confesó, entonces, algunas de las irregularidades que habría cometido durante sus negociaciones con el ejecutivo cubano, convencido de que le ayudarían a negociar algún tipo de acuerdo: confesó haber pagado un 3 por ciento del valor de los contratos firmados a los funcionarios que intervenían en cada negocio que suscribía, y confesó que lo hacía para así asegurarse que los contratos serían cumplidos y que las condiciones serían respetadas.

También confesó haber intentado extraer algunos fondos congelados en metálico de algunas de las cuentas que el gobierno cubano habría bloqueado durante sus sucesivas crisis de falta de líquido.

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Yacoubian confesó primero sus propios delitos menores. Y acto seguido continuó con los de los demás.

* * *

Amado Fakhre, el argentino británico fundador y presidente de Coral Capital, un grupo de inversiones de La Habana, fue detenido el 11 de octubre de 2011.

Si bien Yacoubian asegura solo haber desvelado algunos detalles de su prácticas corruptas a sus interrogadores, Fakhre, que hasta la fecha no había hablado nunca en público de su dura experiencia, asegura que las autoridades cubanas le informaron que Yacoubian le habría acusado de ser un agente encubierto israelí, entrenado nada menos que por el Mossad en el desierto de Negev.

Fakhre es un libanés de religión maronita nacido en Argentina y educado en Inglaterra, lo que, según sus palabras, le convertiría en un improbable candidato a ser un agente secreto del Mossad.

Pese a todo, y después de haber padecido idéntico régimen interrogatorio al de Yacoubis, Fakhre asegura que "en realidad, no le culpo", por hacer lo que hizo. "Cualquier persona que se encontrara en su lugar haría cualquier cosa para escapar de esa situación".

La empresa de Fakhre invirtió 28 millones de dólares en restaurar el hotel Saratoga en La Habana — el mismo lugar donde Jay-Z y Beyoncé estuvieron durante su viaje a Cuba. El empresario fue obligado a firmar un documento en el que confesaba haber sido detenido por "haber revelado secretos de estado". Fakhre asegura haber pasado 20 meses sometido a enfermizos interrogatorios del régimen castrista en una casa franca de La Habana. Más adelante fue trasladado a un hospital militar, donde afirma que vio a Alan Gross. Sin embargo, asegura que estaba demasiado aterrorizado como para decirle nada. Gross fue liberado en 2014.

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'Si los cubanos encarcelaran a todos sus corruptos… entonces no quedaría nadie'.

"Me obligaban a leer artículos sobre intercambios de espías entre rusos y estadounidenses", recuerda Fakhre. "Me decían cosas como 'Sabemos que trabajas para los enemigos de Cuba'. Incluso me llevaron a que me visitara un psiquiatra especialista en espionaje para ver si el hombre me conseguía sonsacar algo. Me sometieron a entrenamientos e supervivencia para comprobar si soy capaz de comer serpientes. Era delirante, de risa".

Pasados tres días Fakhre fue obligado a suscribir un documento en el que tenía que confesar haber sido arrestado por "haber revelado secretos de estado". Unos meses más tarde sus captores "terminaron descubriendo que no soy un espía". Fue entonces cuando dieron un volantazo a su teoría conspirativa y decidieron que era el momento de acusarle de corrupción.

En junio de 2013, más de 600 días después de ser arrestado, Fakhre fue juzgado en secreto por una serie de delitos económicos que lejos de Cuba ni siquiera habrían sido considerados como gastos corporativos.

Según los documentos de los tribunales cubanos, uno de los delitos que se imputaba a Fakhre era haber invitado a la directora de una empresa del gobierno a pasar una noche en el hotel Saratoga, una empresa que Cora Capital gestionaba conjuntamente con el gobierno cubano. Aduce que la invitó porque era su cumpleaños.

Fakhre asegura que Coral Capital habría invertido gratuitamente cantidades valoradas en millones de dólares en labores de higiene de tanques petrolíferos, para contribuir a la causa del gobierno; pero que, paradójicamente, no se le autorizaba a hacerle un regalo a una directora ejecutiva de una empresa pública.

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"Ni siquiera le podías regalar una botella de champán", porque el aparato de inteligencia del estado se podía pensar que se trataba de un intento de soborno.

Otras de las acusaciones que se le imputan son regalarle una parte de un automóvil al padre de uno de sus socios, y de prestarle a un colega cubano un billete de 20 dólares para que reparara su vehículo oficial que era de propiedad estatal.

A Fakhre también se le acusó de prestar dinero a otras empresas extranjeras que operan en la isla — algo que, según relata, le habían asegurado que era legal siempre y cuando las partes implicadas fueran cubanas — y por asumir actividades "perjudiciales para al economía del país", después de que su empresa obtuviera un 20 por ciento de beneficios tras vender la maquinaria necesaria para el equipamiento de una mina.

"No se trata de un margen exagerado, especialmente si tenemos en cuenta los muchos meses que trabajé para cerrar el trato", cuenta Fakhre. "Pero resulta que, como nunca declaré esos beneficios, cometí un delito económico contra Cuba".

Según dicta la ley cubana, los acusados tienen derecho a la última palabra ante el tribunal durante el proceso judicial. Fakhre redactó una última palabra que consistía en una declaración de 7.000 palabras.

"Como comprenderán mis principios, a título personal, son los de un hombre de negocios capitalista", explicó entonces. "Sin embargo, siempre he respetado los extraordinarios logros de Cuba en áreas como la salud pública, la educación y en todo lo relacionado con la dignidad humana. De hecho, todas mis acciones y todos los sacrificios que he hecho durante los últimos 18 años han sido en solidaridad y de acuerdo con los principios y las aspiraciones de la Revolución".

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El hotel Inglaterra en La Habana, uno de los hoteles en los que Starwood está invirtiendo. (Imagen por Joe Radedle/Getty Images)

Fakhre declaró ante el tribunal que Cora Capital habría invertido grandes cantidades de dinero en "obras puramente sociales", incluida una inversión de 131.000 dólares para rehabilitar una escuela primaria de La Habana. Fakhre recuerda también que habría invertido otros 400.000 dólares en transformadores eléctricos. Estos habrían sido donados por su compañía para fortalecer el precario tendido eléctrico municipal de La Habana.

Después de las pertinentes deliberaciones, el tribunal concluyó que Fakhre era culpable de un delito de "sobornos continuados" por el cual se le condenaba a cinco años de prisión. Además, el tribunal resolvió, igualmente, condenarle a otros tres años y seis meses en la sombra por "tráfico ilegal de divisas".

Por si fuera poco, se falló que tanto las propiedades de Cora Capital como el montante de sus suculentas cuentas corrientes — valoradas en 17,3 millones de dólares — tenían que ser entregadas a las autoridades para ser destinadas "a actividades económicas y sociales de utilidad práctica".

Una vez emitido el fallo Fakhre fue informado de que, en realidad, no hacía falta que pasara tiempo alguno en la sombra. Le dijeron que era hombre libre.

Fakhre se quedó estupefacto con el inesperado giro de última hora de su sentencia y se resignó a que le esposaran, a que le introdujeran en un vehículo oficial y a que le deportaran. Pero tampoco. En lugar de eso, le informaron que se sintiera libre de hacer lo que le viniera en gana. Así que decidió quedarse unos cuantos días en La Habana para recuperarse del shock, al cabo de los cuales hizo sus maletas y partió rumbo a Europa.

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Nunca nadie le dio una explicación ni supo el porqué de su liberación.

Dos meses antes, Yacoubian había sido sometido a un juicio a puerta cerrada. Se le acusó de soborno, evasión fiscal y, al igual que le sucedió a Fakhre "de actividades perjudiciales contra la economía cubana".

A pesar de haber descubierto la corrupción de una docena de miembros de la cúpula militar del país; y por mucho de que se hubiese avenido a destapar las prácticas ilegales de otros compradores del estado, las de Fakhre y las de otros inversores extranjeros, como su antiguo jefe — convertido hoy en su archienemigo —, Vahe "Cy" Tokmakijan — sentenciado finalmente a 15 años de cárcel por chantaje y malversación de fondos [valorados en 100 millones de dólares] —, a Yacoubian no le fue tan bien como Fakhre. Fue liberado en febrero de 2015.

El empresario de canadiense de origen armenio fue sentenciado a una multa de 7,5 millones de dólares y el gobierno se incautó de casi todos sus bienes, valorados en casi 20 millones de dólares. Y fue enviado a la prisión de La Condesa, un centro penitenciario para extranjeros situado 55 kilómetros al sur de Habana, donde empezó a cumplir una sentencia de 9 años.

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Los inversores extranjeros pueden verse desposeídos de sus propiedades por diferentes motivos, cuenta Simmons, un exagente especial del departamento de inteligencia de Estados Unidos, que invirtió casi toda su carrera en la isla caribeña a la caza de espías cubanos.

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Sucede que uno, simplemente, puede tener la mala suerte de cruzarse con la persona equivocada — el pasado verano un inversor español fue expulsado del país, después de que el régimen le arrebatara los dos salones que regentaba. El drama se desencadenó después de que saliera a la luz que este empresario ibérico había tenido un tórrido romance con un nieto de Raúl Castro.

Simmons dice que el negocio de alguien se puede encontrar con el problema de funcionar "demasiado bien". En ocasiones, basta con un competidor efusivo para llevarse por delante al inversor más próspero. En otros casos, el régimen no puede contener su avidez de dinero y es incapaz de resistirse a intervenir para hacerse con el negocio más boyante y quedarse con la gallina de los huevos de oro.

Simmons explica que, a menudo, muchas de estas situaciones reproducen patrones idénticos. Primero llegan los cargos de espionaje, que se emplean como una táctica de intimidación, previa a trazar el trabajo preliminar que desembocará, inevitablemente, en una acusación de corrupción.

"Y, por supuesto, no hay nadie que se libre de ser culpable de corrupción" explica. "Si los cubanos decidieran detener a todos los corruptos, ya no quedaría nadie en la isla".

'En Cuba los inversores extranjeros son como mujeres que salen con hombres que las engañan. Siempre piensan que son especiales y que eso nunca les sucederá'.

La seguridad del estado empieza a comprometer a los inversores extranjeros tan pronto estos desembarcan en Cuba, cuenta Enrique García-Díaz, un oficial de inteligencia de alto rango que ahora vive en Miami. Cada extranjero instalado en Cuba padece la implacable persecución del gobierno cubano, que les pisa los talones muy de cerca e incansablemente, y que le tiene fichado hasta que se larga.

Igualmente, los funcionarios que se encargan de negociar con los extranjeros son controlados por "el mismo aparato de seguridad", relata Regina Coyula, quien trabajó en el directorio del ministerio del Interior cubano durante 17 años, y todavía reside en La Habana.

"Tales casos delatan la impotencia de los empresarios extranjeros en la isla, quienes a menudo pierden el favor del régimen y se quedan absolutamente desamparados", comenta García-Díaz.

Prácticamente todos pueden terminar devorados. Ni siquiera Max Marambio, se libró de la voracidad del régimen. Marambia es un chileno de reputación fiel e intachable que presumía de ser un amigo íntimo de Castro. Sin embargo, su empresa fue expropiada sin que nada pudiera hacer para salvarla, después de padecer una disputa financiera con los socios de su gobierno en 2010.

Y pese a todo la inversión extranjera sigue fluyendo en el país.

"Los inversores extranjeros son como mujeres que salen con hombres que les engañan" dice Tania Mastrapa, una consultora radicada en Washington DC que asesora a los expatriados cubanos para que estos puedan recuperar los bienes que les ha incautado el régimen de Castro. "Todos se creen que son muy inteligentes, que, de alguna manera, son especiales y que a ellos nunca les pasará lo que les ha sucedido a todos los demás".

Así, no es de extrañar que Fakhre diga que, a la larga, los inversores serán lo suficientemente hábiles como para eludir los subterfugios del gobierno. Y subraya que no se ha empeñado en hablar mal de Cuba, y que financiar los negocios de otros desde la distancia podría ser la manera adecuada de invertir para todos aquellos que estén absolutamente convencidos de invertir en el mercado cubano sin exponerse a ser fiscalizados brutalmente. Claro que también asegura que todo el mundo que esté considerando ir a Cuba de la misma manera que lo hizo él, estará cometiendo "un grave error".

"Incluso en el caso de que no les confisquen nada, los cubanos son auténticos maestros en materia de frustración", cuenta Fakhre. "Le subirán los sueldos a tus trabajadores, te reventarán tu factura de la luz, buscarán joderte de varias maneras distintas hasta conseguir que te sea prácticamente imposible conseguir el dinero necesario para seguir adelante".

Yacoubian cuenta cómo dos años y medio después de ser arrestado le informaron de que disponía de 48 horas para recoger sus cosas y largarse a su casa. Dos días después, las autoridades cubanas condujeron a Yacoubian hasta una cárcel de migrantes en La Habana, donde tuvo que pasar otros dos días para que se tramitara su expulsión del país.

La hermana de Yacoubian le compró a su hermano un billete en business — en Air Canada, no en Cubana de Aviación, por las dudas — y unas horas después ambos aterrizaron en el aeropuerto internacional de Toronto. Yacoubian relata cómo nunca nadie le contó el porqué de su liberación. Ahora vive en una "modesta urbanización" en North York, Ontario.

'No necesitamos al imperio': la mordaz respuesta de Fidel Castro a la visita de Obama. Leer más aquí.

Fakhre, por su parte, eligió un exilio algo más ostentoso. A día de hoy vive en Marbella con su esposa cubana y con los hijos que tiene con ella. Según cuenta, su nombre está incluido en una base de datos de gestores comerciales negligentes. Dice que, como consecuencia de ello, es incapaz de conseguir ningún préstamo bancario ni de abrir una cuenta corriente a día de hoy. Afirma que probablemente no vuelva a recuperar jamás ninguna de las propiedades que le fueron confiscadas.

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