A Monseñor Romero lo beatificaron el sábado 23 de mayo, en la Plaza Salvador del Mundo, de San Salvador. Desde que el Papa Francisco hizo púbica esta decisión, en febrero de este año, no hablan de otra cosa en este país de Centroamérica. La capital se ha vuelto una fiesta y la figura de Monseñor Romero está en todas partes: paredes, canciones, camisetas, programas radiales, en la televisión, en el sello que te ponen en el pasaporte cuando entras al país y hasta en la piel de creyentes y ateos.
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A Monseñor Romero lo asesinaron el 24 de marzo de 1980, cuando un francotirador le dio un solo disparo en el pecho. Daba una misa en la capilla del hospital Divina Providencia de San Salvador. Para el día de su muerte, en El Salvador, otros seis curas habían sido asesinados con extrema sevicia desde 1977. Todos activistas de la teología de la liberación que, para la época, era bandera de lo que la extrema derecha llamaba comunismo.La historia de Romero es la de un cura conservador que la indignación convierte en vocero de los pobres de su país. Es también la historia del primer mártir político al que santifican y de cómo debieron pasar 35 años y tres Papas para que el Estado Vaticano hiciera oficial lo que ya todos sabían: Romero es un santo.¡PACIFISTA! ha recorrido San Salvador en los días previos a su beatificación.***Este artículo hace parte de ¡Pacifista! Una plataforma para la generación de paz: un proyecto de VICE enfocado en contenidos sobre la terminación del conflicto armado y la construcción de paz en Colombia.