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Lo mejor de VICE 2012

Los niños brasileños que nadan en la basura

En Recife, los niños esperan a que llueva para poder jugar y tomar un baño en canales inundados de basura de la ciudad.

Foto por Diego Nigro/JC Imagem.

A la ciudad de Recife, Brasil, se le conoce por sus majestuosos puentes, pero en noviembre una foto publicada en un periódico resaltó uno de los aspectos más feos de la metrópolis. Divulgada en el Jornal do Commercio, la foto mostraba a un niño de nueve años llamado Paulo Henrique sumergido en un canal lleno de basura, justo debajo de uno de esos famosos puentes. El niño recogía latas del agua sucia para poder venderlas después.

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De acuerdo con los cálculos del gobierno, aproximadamente 6.500 niños viven en los barrios deprimidos de Arruda y Campina Barreto, en la parte norte de Recife. Muchos de ellos nadan entre la basura para poder suplir sus necesidades, justo como lo hace Paulo. Pero fue solamente después de que su imagen apareciera en la prensa que el gobierno local y las autoridades internacionales pusieron atención a sus problemas. Como respuesta a la foto y al artículo que la acompañaba, el gobierno prometió cobijar a Paulo, su madre y sus cinco hermanos con asistencia social.

Desafortunadamente, toda esta publicidad no ha llevado a que los otros niños de los barrios bajos reciban servicios o dinero.

"Intentamos mantenerlos ocupados, darles educación y una buena alimentación, pero con el dinero que recibimos solo podemos atender a 120 de estos chicos al mismo tiempo", dice Anatilde Costa, una trabajadora social en la Casa Asilo de la Divina Providencia, una organización que proporciona comida, ropa y educación a los niños. "Muchos más viven en condiciones lamentables, como si fueran animales".

Larissa Silva, una chica de diez años que sufre de una tiña crónica que cubre el 80% de su cuerpo, vive a un par de kilómetros de la sede del asilo. Cuando la fui a visitar a la casa de cartón en la que vive me preguntó: "¿Crees que disfruto vivir aquí?". Le contesté que no. "Pero sí me gusta. Es la única vida que conozco", me respondió.

Fabiana, la madre de Larissa, me dice: "Pasamos dos meses recolectando todo tipo de materiales de aluminio y luego lo vendemos a una empresa de reciclaje que nos paga 130 reales (cerca de $100.000). Así crío a mis tres hijos".

Cuando iba de salida del barrio me encontré con Jeferson, el hermano de Larissa. Me dijo que esperaba que lloviera pronto, para así poder bañarse y jugar con la basura en los ríos durante el tiempo que durara la marea alta.