Este hombre construye refugios antiaéreos para ricachones paranoicos

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Este hombre construye refugios antiaéreos para ricachones paranoicos

Sus ocupantes pueden esperar a que pase el apocalipsis disfrutando de todo tipo de lujos mientras el resto de la humanidad se desintegra.

La zona de comedor de Vivos Europa One. Todas las imágenes son cortesía del grupo Vivos

A medida que avanzamos por la autopista 41 en Terre Haute, Indiana, mi guía insiste en que le entregue mi iPhone. A continuación, me da una venda de satén. Las condiciones de la visita eran claras: no se me permitía saber adónde nos dirigíamos o cómo habíamos llegado allí. El motivo era que me llevaban a conocer un búnker subterráneo diseñado para sobrevivir al fin del mundo, cualquiera que fuera la forma en que se presentase.

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Cuando me quité la venda de los ojos, pude ver que me encontraba en una extensión de terreno cubierto de hierba; frente a mí había una estructura cúbica de hormigón a través de la que se accedía a un antiguo centro de comunicaciones del Gobierno de la época de la Guerra Fría, rebautizado como Vivos Indiana. Es, básicamente, el Ritz Carlton de los refugios del día del Juicio Final, un escondite en el que sus ocupantes pueden esperar a que pase el invierno nuclear o un apocalipsis zombi disfrutando de todo tipo de lujos y con mucho estilo, mientras el resto de la humanidad se desintegra. La zona habitable tiene techos de casi 4 metros, suntuosos sofás de cuero negro, pinturas de alegres paisajes urbanos parisinos, altos helechos de plástico y alfombras de felpa. Faith Hill canturrea desde un gran televisor frente al que hay dispuestas tres filas de butacas reclinables. Las alacenas están repletas de 60 variedades de alimentos liofilizados y botes de conservas; una cena podría consistir en un plato de espaguetis con ajo y aceite aderezado con trozos de carne a la plancha, una ensalada de tomate fresco y calabacín procedentes del huerto hidropónico y brownie de postre. El búnker dispone de un dormitorio de 3 x 3 diseñado para cuatro personas (hay estancias con capacidad para seis), con literas dobles y sábanas de color marfil de 600 hilos y edredones propios de un hotel de cuatro estrellas, comparación que se subraya en la página web de Vivos.

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Me dejo caer en un colchón de lujo y determino que, en efecto, uno podría dormir profundamente aquí mientras el mundo arde allí arriba.

Hay jaulas para albergar mascotas peludas de todos los tamaños, un armero, un pequeño gimnasio, instalaciones médicas y una sala de motores insonorizada con dos generadores de gasóleo, almacenado en un depósito de 114.000 litros, suficiente para suministrar energía durante un año. En otra sala hay filtros de alta calidad que limpian el aire de partículas nucleares, biológicas y químicas.

Según Roberto Vicino, fundador y CEO de la empresa Vivos Group, especializada en asegurar tu supervivencia, estas instalaciones albergarán a los que hayan tenido la previsión de pagar una cuota de acceso de 35.000 dólares (unos 31.000 euros). Entre los clientes, me explica Vicino, se encuentran un reputado cirujano, un coronel del ejército de los EE. UU. y una estrella de cine. En las profundidades de la tierra, Vicino me explica que la mayoría de sus clientes suelen ser «personas conservadoras que no creen que el Gobierno sea capaz de gestionar un desastre apocalíptico».

«Como dijo Ayn Rand, ignorar la realidad no te protegerá de ella», sentencia Vicino.

Foto superior: Robert Vicino frente a la entrada de Vivos Europa One. Abajo: zona de la cocina de Vivos Indiana

A aquellos que pasan la vida equipándose para una superhecatombe que acabe con la civilización se les suele meter en el saco de los locos, de esos que tienen la mirada extraviada y llevan gorros de papel de aluminio, pero los clientes de Vicino son paranoicos de la supervivencia cuyos temores están respaldados por el dinero. A sus 61 años, el empresario de San Diego pretende estar a la vanguardia de una industria que mueve miles de millones de dólares. Según la lógica de Vicino, si los ricos no viven en la misma escala que la gente normal en la sociedad actual, ¿por qué habría de cambiar eso después del fin del mundo?

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Pese a sus dos metros de altura y sus 136 kilos de peso, el cuerpo de Vicino parece quedarse corto para albergar su desmesurada personalidad. Un médium le dijo una vez que había sido enviado a la Tierra desde un planeta habitado por seres superiores gigantescos cuyo propósito es salvar a la raza humana, razón por la cual tiene esa complexión tan grande. No cabe duda de que él también considera que tiene una misión: durante veinte años, ha tenido la premonición de que «se avecina algo».

Durante la visita a Vivos Indiana, Vicino plantea fugazmente varios escenarios posibles para el fin del mundo –colapso financiero, pandemias terribles, cambio de los polos magnéticos, una guerra cibernética y tsunamis bíblicos- y se explaya en explicaciones sobre la teoría de que la Familia Real Británica podría haber sido suplantada por alienígenas reptilianos y de que hay un Planeta X que se está acercando peligrosamente a nosotros. No obstante, Vicino quiere dejarme clara una cosa: cuando llegue el momento, no estarás preparado. Debo admitir que la perspectiva resulta aterradora.

Por la forma en que Vicino habla de su vida, da la impresión de que ha estado marcada por los augurios y los accidentes. Cuando era un aburrido estudiante de arte en la década de los 70, le cayó una capa de hielo sobre el parabrisas del coche, haciéndolo añicos. Aquel mal presagio le convenció de que era el momento de probar suerte en California. Allí montó un negocio de objetos hinchables que culminó con un ambicioso plan para colocar un King Kong hinchable gigante en lo alto del Empire State Building para el 50 aniversario del clásico del cine. Pero el inmenso globo se rasgó con los fuertes vientos y se desinfló. Vicino me cuenta que, a los veintitantos, conducía un Rolls Royce, pero sus negocios fracasaron en la década de 1980 y tuvo que reinventarse nuevamente, esta vez como empresario en el mercado inmobiliario. En la década de 1990 empezó en el negocio de la multipropiedad, lo que le llevó a perseguir su sueño de construir búnkeres de supervivencia para que la gente con recursos pudiera escapar del Armagedón con todas las comodidades. En 2007, justo antes de la crisis financiera, decidió probar suerte.

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No pudo haber escogido un momento mejor. Desde 2013, en los EUA han surgido 1,6 millones de nuevos millonarios y se calcula que hay cerca de 3 millones de personas preparándose para el fin del mundo. Tiene sentido que ambos grupos se solapen, sobre todo cuando, en estos tiempos tan convulsos políticamente, son muchos los ricos a los que les preocupa la seguridad de su dinero, qué lo amenaza, cómo aferrarse a él y, sobre todo, qué ocurriría si los que no tienen nada se cansan de no tener. Vicino advierte de que los ricos deben prepararse para un escenario en que «hasta Dora la Exploradora podría convertirse en un depredador armado hasta los dientes».

Es un buen momento para tener un negocio basado en el miedo. Las declaraciones públicas de algunas de las personas más ricas del planeta revelan cierto grado de paranoia sobre una posible insurrección. En el último encuentro anual del Foro Económico Mundial en Davos, los más observadores advirtieron una creciente inquietud entre las elites respecto a la posibilidad de que se produzcan conflictos sociales. El año pasado, el empresario e inversor de riesgo Nick Hanauer publicó en Politico Magazine una carta abierta al resto de milmillonarios en la que sintentizaba las preocupaciones de los adinerados: «¿Qué veo en nuestro futuro? Veo horcas».

Esto coincide con las informaciones que ha recibido Vicino. «Se están yendo a la Patagonia, a lugares remotos del mundo», afirma. «Su intención es la de estar aislados en caso de revolución, rebelión, anarquía o lo que quiera que pueda suceder tras un colapso económico».

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La clase pudiente siempre ha invertido en aquello que pueda permitirles seguir manteniendo lo que poseen. Pero el repunte de negocios como el de Vicino es síntoma de una convergencia de tendencias políticas y sociales que genera un caldo de cultivo para la desigualdad, la paranoia y el individualismo extremo.

Las abismales diferencias entre los que tienen y los que no suelen provocar patologías que no solo afectan a los que luchan por sobrevivir día a día, sino que se filtran hasta la cúspide de la pirámide.

Salón de Vivos Inidiana y Pub Inspiración de Vivos Europa

El psicólogo Peter J. Behrens, estudioso de los fenómenos del fin del mundo, ve en estos grandes planes de supervivencia un reflejo de los desajustes sociales y psicológicos, el lugar en el que «la paranoia se une al narcisismo». En su opinión, tener suficiente comida para tres días y una linterna que funcione es estar preparado para un desastre, mientras que imaginar que puedes sobrevivir aislado del resto de la humanidad en búnkeres con todas las comodidades no lo es.

«Las personalidades narcisistas –abundantes entre la gente adinerada- tienden a considerar que sus respuestas son las únicas válidas y suelen sentirse atraídos por los planes extravagantes», afirma. ¿Es posible que el vacío existente entre esas fantasías y la realidad se esté haciendo cada vez más pequeño?

Behrens ve a los paranoicos del fin del mundo como una vuelta de tuerca de los miedos apocalípticos que la amenaza de una guerra nuclear infundía en la década de 1950. En su opinión, las políticas y tendencias económicas de EUA, junto con la proliferación de las redes sociales –que permiten a las personas con ideas afines organizarse fácilmente- contribuyen a alimentar una nueva forma de obsesión por el fin del mundo. Esta descripción se hace eco de un término acuñado en la década de 1990 por el periodista Michael Kelly y que vuelve a estar en boga: la « fusión paranoica», en la que tienen cabida diversas teorías de la conspiración procedentes de distintas fuentes de todo el espectro político. Esta tendencia puede también estar relacionada con el aumento de las líneas de pensamiento libertario en EUA, según las cuales el Gobierno es incapaz de abordar los problemas y males de la sociedad, y cualquier intento de intervención sería considerado un acto de tiranía. Esta filosofía sería un crudo sustituto del «ama al prójimo» con una fe mística en el interés individual. Esconderse en un búnker mientras el mundo se desmorona porque no ha sabido prepararse como tú es, de algún modo, la fantasía libertaria definitiva.

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El científico político e investigador del Roosevelt Institute Thomas Ferguson afirma que seguramente no abundan los ricos de toda la vida en la comunidad de obsesionados por la supervivencia. La riqueza repentina, señala, alimenta la seguridad y el desapego solipsístico, que a su vez llevan a la voluntad de encerrarse en un capullo tecnológico para el día del apocalipsis.

Behrens explica que los Ford, los Rockefeller y los Vanderbilt se regían por una fuerte ética judeocristiana que les inducía a devolver a la sociedad parte de sus riquezas, lo que posibilitó la construcción de bibliotecas, museos y otras instituciones. Los nuevos ricos, en cambio, no solo se aíslan cada vez más del resto de la sociedad mediante comunidades cerradas, clubes exclusivos y aviones privados, sino que han perdido ese código moral y han dejado de creer que deban algo al resto de la sociedad.

Zona habitable de Vivos Europa One y Robert Vicino cerrando la puerta antiexplosiones de las instalaciones de Alemania

Entre las propiedades de Vicino se encuentra Vivos Europa One, un complejo antinuclear subterráneo al que solo puede accederse mediante invitación. Construido recientemente, el búnker se encuentra en un antiguo almacén de munición alemán de la Guerra Fría. Vicino y su socio, un desarrollador alemán, lo compraron por algo más de dos millones de euros. Ahora con un valor de casi 900 millones de euros, estos 21.000 metros cuadrados de «áreas habitables seguras y a prueba de explosiones» tienen capacidad para acoger a 34 familias con «patrimonio elevado» durante un año, explica Vicino. Disponen de piscinas, bodega de vinos y zonas comunes que pueden personalizar con piezas de sus diseñadores favoritos. ¿Preocupado por el fin del estado de derecho? Cuando la sociedad haya desaparecido, cada instalación de Vivos se regirá por sus propios estatutos y tendrá sus propios tribunales desde los que resolver posibles conflictos entre los residentes. Un equipo de seguridad armado contratado por la empresa se encargará de las amenazas exteriores (supuestamente, los pobres que pretendan entrar).

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Un camastro en esta Arca de Noé subterránea cuesta entre 2,5 y 4,5 millones de euros, unas 100 veces más de lo que cuesta una plaza en Vivos Indiana.

El resto de instalaciones de Vivos, explica Vicino, son privadas y no pueden exhibirse. Lógicamente, sus clientes quieren permanecer en el anonimato. No obstante, el equipo de RR. PP. de Vicino me proporcionó varias citas anónimas en las que los clientes expresaban su satisfacción.

Una de ellas: «Al igual que los demás, mi sexto sentido me dice que algo sucederá pronto. Es hora de preparar a mi familia para una contingencia en varios frentes. Hoy en día hay más posibilidades que nunca de que ocurra algún acontecimiento catastrófico».

«Los tiempos que corren hablan por sí solos y la situación es cada vez más peligrosa», dice otro. «¿A qué otro sitio podríamos ir cuando llegue el fin?».

Vicino no es el único que intenta embolsarse el dinero de estos nuevos ricos conspiranoicos y se deshace en halagos a su competencia directa, el desarrollador Larry Hall, de Silo Home,quien ha construido un complejo de lujo en un silo de misiles abandonado en Kansas. Vicino afirma haber vendido una docena de las 80 plazas de las que consta el búnker de Indiana, aunque algunas de ellas están reservadas para su familia inmediata. Asimismo, afirma estar negociando con compradores interesados en las instalaciones de Alemania, entre los que se encuentra un tipo extremadamente rico que quizá le compre todo el búnker.

Al final de mi visita, reflexioné sobre el tipo de sociedad que Vicino pretende incubar. La clase adinerada no solo se niega a afrontar la realidad –de que la desigualdad es un problema acuciante para el que toda la sociedad debe tomar medidas inmediatas-, sino que viven en su mundo de fantasía. Para algunos, la solución es ocultarse en refugios de oro cuando la realidad se haga trizas para el resto de nosotros.

Vicino tiene muchas esperanzas puestas en el futuro de su empresa: «Construiremos, acondicionaremos y venderemos todos los refugios que podamos, mientras el tiempo lo permita y haya demanda. No podemos saber si la humanidad estará a salvo de las catástrofes naturales y de las provocadas por nosotros mismos. Todo el mundo cree que no pasará nada, ¡hasta que pase!».

Para la redacción de este artículo se ha contado con la colaboración de la ONG periodística Economic Hardship Reporting Project.

Traducción por Mario Abad.