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Jeanne LaMarr: campeona de boxeo, condesa y ¿asesina?

Jeanne LaMarr aseguraba ser condesa y la campeona mundial de boxeo femenil, pero se le recuerda con más frecuencia por un esqueleto hallado en su propiedad.

La carrera pugilística de Jeanne LaMarr, y su vida en general, fueron la apoteosis de la naturaleza elusiva de la historia. Trazar los detalles de la vida de una persona a partir de relatos de casi un siglo de antigüedad a veces puede parecer futil, en especial cuando aquella vida fue vaga por convicción. En el curso de amasar la historia del boxeo femenil., una boxeadora estadounidense en particular eludía ser sujetada mediante esta estrategia elemental de la investigación. Jeanne LaMarr. ¿Campeona de boxeo o actriz con facilidades para la autopromoción? ¿Estadounidense o francesa? ¿Esposa de un conde italiano o víctima de abuso a manos de su cónyuge estadounidense? ¿Asesina o tía (o madre, quizá) enlutada por un suicidio? La mayoría de las historias alrededor de la vida de LaMarr son un tributo a su habilidad para generar interés mediático en ella, y para insinuar que quizá había algunos esqueletos en su closet. De hecho, había un esqueleto en su vida, uno hallado en su propiedad en 1938, que la llevaría a involucrarse en un escándalo y una investigación del FBI y la vincularía para siempre no solo al boxeo sino también a la muerte.

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La vida y carrera de Jeanne incluye una serie de aseveraciones extravagantes, y aunque muchas de ellas no pueden substanciarse, no quiere decir que no hayan sido ciertas. Aseguraba ser la campeona europea welter, y los registros indican que sí boxeo en el circo y en el circuito de ferias en Europa durante la primera década del siglo veinte. Las ferias eran los sitios donde muchos eventos deportivos, incluido el boxeo y la lucha, proliferaron al inicio del siglo veinte, y aunque podría sonar como una profesión similar a las luchas al estilo WWE, en la época las ferias alojaban eventos deportivos legítimos. Jeanne aseguraba que durante su estancia en Europa, noqueó a veinticinco mujeres y cinco hombres en sus peleas, pero para principios de la década de los veintes migró a Estados Unidos. Quizá solo buscaba exhibir sus talentos en la tierra de la oportunidad, o quizá su incentivo principal era dejar atrás el continente europeo y sus estratos sociales.

El periodo de entreguerras fue tumultuoso, particularmente en Europa, donde la primera Guerra Mundial no solo devastó el paisaje sino, en particular en Inglaterra, también el rígido orden social establecido por eduardianos y victorianos. Las estructuras que dividían a la aristocracia, el pueblo acomodado y la clase trabajadora comenzaron a resquebrajarse, aunque los más viejos se aferraban a ellas con sus manos marchitas. El personaje más prominente de aquel periodo fue "la joven moderna", un prototipo de joven a la moda que ejemplificaba todo lo nuevo en esta era post mundo. Con su pelo corto y figura andrógina, esta joven era diestra en empresas típicamente reservadas para hombres de clase alta, como las carreras de autos, el baile, el golf o la bebida.

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La actriz Billie Dove con uniforme de futbol americano en la portada de "The Flapper", 1992 (Wikimedia Commons)

Esta nueva joven que aparecía en publicidades era el epítome del ocio y era retratada como distante de las jerarquías y los rangos sociales, aunque es casi seguro que esto no era así. A propaganda que se le hacía a esta nueva figura hacía parecer que cualquiera, independiente de su posición, podía vivir esta vida lujosa y despreocupada ejemplificada por anuncios de autos y de ropa. Pero estos anuncios que mostraban a la "nueva chica" promovían un estilo de vida inalcanzable para muchos. El prototipo de juventud, masculino o femenino, con tiempo para dedicarse a los deportes, los viajes, el baile y la bebida, estaba restringido casi exclusivamente a la aristocracia. Y mientras que los jóvenes lords y ladies británicos se esforzaban por hacer grandes gestos, algunas veces fingidos, de distanciamiento de sus familias acaudaladas y privilegiadas, estos códigos sociales seguían estando en su sitio. La década de los veinte simbolizó la decadencia, pero no todos podían apostar en clubes exclusivos, comprar ajuares de diseñador o beber champaña cara. Pero dedicarse a actividades deportivas era uno de los pocos elementos del estilo de vida de las clases altas que sí permeó a casi todos los estratos sociales. Uno quizá no podía comprar un yate pero sin duda podía pasar el tiempo de ocio que tenía jugando al tenis o nadando.

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Las tendencias eran similares en Estados Unidos, a donde llegaron ciertas frivolidades del periodo previo a la guerra, incluso en un paisaje relativamente intocado por los horrores de la Primera Guerra Mundial. La experta Marilyn Morgan describe las dos imágenes de la mujer que proliferaban en revistas, en periódicos y en las novelas populares: la joven a la moda, flapper en inglés, y la atleta. Mientras que las flappers se rebelaban en contra de las convenciones sociales al beber, fumar, bailar y recortarse el pelo, no amenazaban la tradicional autoridad masculina porque el tipo de jóvenes que perseguían este estilo de vida necesitaban dinero, lo que significaba que las flappers tenían que heredar riqueza o hallarla a través de algún hombre. Las atletas femeninas, en cambio, por siempre vincularon lo atlético y la fuerza con la belleza, una idea innovadora, dada la predilección decimonónica por las mujeres débiles y pálidas. Mientras que el golf, el tenis y la natación eran idealizados como deportes apropiados para las atletas femeninas, el boxeo y la lucha permanecía en los márgenes, practicado principalmente por excéntricas o por mujeres que no tenían estatus social que perder.

Jeanne LeMarr comenzó su carrera en Allentown, Pennsylvania, y según un artículo hallado en el archivo Women's Boxing, sus managers eran Joe Woodman y George Lawrence. Durante una exhibición en la que participó George Eagle y Young Tiger, Jeanne peleó tres rounds contra Bugs Moran en peso gallo. Interesante que Jeanne con frecuencia es descrita en relatos contemporáneos como baja de estatura, pero aparentemente peleó como welter en un peso de 145 libras (algunos bloggers dicen que Jeanne pesaba más bien 170 libras, pero le están atribuyendo a la categoría welter el rango actual de peso según las artes marciales mixtas y no los rangos de la categoría en el boxeo clásico).

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"Condesa", el apodo de Jeanne se debía, según ella, a su estatus real por ser esposa de un conde italiano no nombrado con quien supuestamente contrajo matrimonio en 1914. Sin embargo, el Chicago Herald describió a Jeanne como la "Condesa de Diez" (Un juego de palabras con la similitud entre la palabra en inglés countess/condesa y la palabra en inglés para cuenta/count), al indicar que su sobrenombre venia de que derribaba a sus oponentes y estos recibían la cuenta de diez. Sea como sea, el sobrenombre de "Condesa" es un nombre fantástico que, junto con sus raíces francesas, le daban una mística especial a Jeanne y a su curiosa elección de carrera. Es curioso que Jeanne parece haber combatido contra más hombres que mujeres durante su etapa en Estados Unidos. Jeanne dejó en claro sus capacidades arriba del ring en 1925 cuando declaró a un juez (había sido llevada ante la corte por no ponerle bozal a su terrier) que había "noqueado a veinticinco mujeres y cinco hombres en Europa", pero que nadie quería pelear con en Estados Unidos. Aparentemente había una escasez de rivales mujeres para Jeanne y según un reportaje en el Pittsburgh Post Gazette "ella generalmente hacía sparring con jóvenes que combatían en las peleas amateurs de Mr. Jafle's los viernes".

En algún momento de 1927, Jeanne se mudó de la costa Este hacia la soleada California con la esperanza de que esto reavivaría su carrera como boxeadora. Un anuncio en The BillBoard, todavía no era Billboard Magazine, reveló que la "pugilista" Jeanne LaMarr "redirigió su acto de variedad, y permitía que hubieran intermedios para un grupo de danza". Describir a LaMarr como un acto de variedad, escrito así en una revista de entretenimiento, indica que Jeanne pudo haber sido más una actriz que una pugilista. Sin embargo, los combates, incluido el boxeo y la lucha, operaban con frecuencia como parte de la industria del entretenimiento. Más tarde ese año, Jeanne aparentemente contrajo matrimonio, lo que da peso a la idea de que su "matrimonio" con el conde italiano era una ficción. Un artículo en el Chicago Tribune, del 2 de enero de 1928, la identificó como la esposa de Thomas Failace. Aunque la pareja solo llevaba unas cuantas semanas de casada, el matrimonio era volátil. El Tribune reportó que la policía fue llamada a su departamento después de que los vecinos escucharon lo que parecían sonidos de "una mujer siendo asesinada". Sin embargo, al presentarse al domicilio hallaron a Jeanne y a Thomas en una campal, en un pleito marital que escaló hasta volverse un verdadero duelo de boxeo.

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En un artículo de 1936 en el Miami News se identificaba a Jeanne como la francesa que participó en una exhibición de tres rounds contra Herbert "Baby" Stribling. El periódico asegura que Jeanne "juró que su misión en la vida era llevar a las mujeres del mundo al mismo nivel que los hombres —al asegurarse el derecho de ser conocida como la campeona de boxeo femenino". La pelea, sin embargo, resultó más cómica que una muestra seria de talento. El second de Jeanne era un comediante llamado Michelena, que jugueteaba en su esquina, al atorar "accidentalmente" la mano el cabello de su peleadora y al imitar a la esquina de su rival frotándole las piernas a su peleadora, un acto inapropiado e indecente para la época. Jeanne lo pateó en la boca y luego lo golpeó en la cabeza con el banquillo cuando intentó vaciarle agua y limpiarle el pecho con una toalla: una práctica común para los boxeadores, pero insultante para esta boxeadora. Más tarde, aparentemente la Condesa buscó que arrestaran a su oponente por golpear a una mujer cuando la tocó con el guante en la nariz. El reportaje del Miami News decía que la carrera boxística de Jeanne LaMarr era una broma, pero en otro reportaja del Evening Independent se decía que no obstante que el título de la Condesa era falso, su boxeo era real, aunque no necesariamente dentro del cuadrilátero. El periódico reveló que Jeanne La Marr sabía cómo defenderse: alguna vez noqueó a un bandido que intentó robarla y asustó a sus cómplices.

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Jeanne con frecuencia visitaba gimnasios en al zona de Los Ángeles, pero según el Pittsburgh Post Gazette, Jeanne apenas si pudo hallar oponentes mujeres y por ello se ganó el título de "Campeona femenil del mundo". El periódico dice que, en un evento en el que no tuvo oponente, no perdió la oportunidad de aventarse una "razonablemente buena" versión de La Marsellaise. Constantemente la carrera de Jeanne se vio frenada por la falta de oportunidades legítimas de competir, y no fue por falta de tenacidad. En 1933, Jeanne retó a Babe Didrikson, la atleta femenina más famosa del mundo en aquel momento, a un combate. Didrikson, sin embargo, entrenaba para pelear con otro famoso Babe, el gran Bambino, Babe Ruth. La pelea nunca sucedió, ni tampoco la de Didrickson contra Jeanne LaMarr. Parece que LaMarr nunca hallaría el combate de campeonato que tanto deseaba, pero sí se halló en la prensa, enfrascada en un famoso caso que por siempre opacaría su carrera como boxeadora.

Para finales de la década de los treinta, Jeanne LaMarr vivía como una semireclusa en su amplia casa en San Bernardino, California, con un joven, Gustave Morgan van Herren, quien decía que era su sobrino. Gustave tenía una historia de padecimientos mentales, o, como lo decían los periódicos de la época, era un "caso de atar". A pesar de sus problemas mentales, tía y sobrino parecían vivir alegres, pero en 1937, Gustave desapareció después de enterarse que la mujer a la que amaba se había casado con otro hombre. Los vecinos dijeron más adelante a los reporteros que Gustave quedó desvastado por la noticia de su amor, y hablaba con frecuencia de suicidarse. De hecho, había sido hospitalizado previamente en el hospital Stockton State for Mental Patients, y cuando desapareció su tía Jeanne insistió en que Gustave estaba siendo tratado en un hospital para paceintes con enfermedades mentales en Nueva York. En 1938, en una zanja cercana a la casa se halló un esqueleto, y, como sucede siempre que hay un hallazgo así, se desató un pandeminio.

El esqueleto, con un rifle junto, fue hallado por William B. Jonse de veintidós años, uno de los empleados de Jeanne, un jueves. Jones había comenzado a trabajar para Jeanne el martes previo, y una de las primeras tareas asignadas como peón fue la de "salir y cazar conejos". La expedición inaugural en pos de conejos fue interrumpida por el hallazgo de un esqueleto parcialmente vestido entre los matorrales junto a un rifle calibre .30/.30 que apuntaba hacia un esqueleto perforado por lo que parecía ser una bala del mismo calibre que el arma. Por razones que nunca se esclarecieron del todo, Jones esperó hasta el día siguiente para reportar su macabro hallazgo.

Los investigadores determinaron que la muerte de Gustave fue un suicidio, pero había varias circunstancias inusuales y supersticiosas que apuntaban a la autoproclamada campeona de boxeo.

En el proceso de la investigación, los detectives cuestionaron a Jeanne acerca de varias inconsistencias en su historia, la más complicada de todas fue que había abierto el correo de su sobrino y se guardó el dinero que traían esos sobres. Jeanne negó vehementemente que se hubiera quedado con el dinero e insistió en que era la cuidadora de su sobrino desde que este tenía cinco años, así que "hablar del dinero de su sobrino resultaba ridículo". Las cartas que aparentemente abrió eran unas que tenían que ver con la administración de sus bienes, sean lo que fueren los que tuviera Gustave. Jeanne se sintió tremendamente ofenida al ser cuestionada acerca de la muerte y el dinero de su sobrino, tanto que respondió: "Si sospechan que soy una asesina, ¿por qué no me acusan de una vez?" Después de la investigación, que los historiadores locales ahora dicen que fue mal manejada, la muerte fue calificada como un claro suicidio por la oficina del sheriff de Los Angeles.

William Bright, Capitán de la oficina del sheriff de Los Angeles, consideró que la muerte de Gustave fue un suicidio pero eso no impidió que el nombre de Jeanne LaMarr fuera manchado durante la investigación. Los periódicos señalaban que su título de condesa era falso, y constantemente reiteraban el hecho al referirse a ella como "condesa" entre comillas. Sus recientes problemas legales también quedaron al descubierto: la arrestaron por conducir intoxicada el día en el que hallaron el cadáver de su sobrino. Pero lo que dio de qué hablar fue la noticia de que el FBI ya investigaba a Jeanne por haberse visto involucrada en un escándalo moral. Varios periódicos aseguraban que Jeanne estaba bajo investigación por parte del Fiscal de Distrito por algo relacionado con los jóvenes que trabajaban en un campamento de Cuerpos de Conservación Civil (CCC). El CCC era un campamento de asistencia pública para jóvenes, así que la insinuación de que Jeanne de 38 años había tenido algún contacto impropio con algunos de estos jóvenes, la mayoría entre 18 y 25 años de edad. No obstante el desagrado que le provocaban los interrogatorios policiacos, cada que estaba frente a los oficiales o la prensa, discutía su carrera boxística, e incluso hacía unos cuantos rounds de sombra para educar a quien estuviera cerca.

Sigue habiendo mucho interés en los misterios que rodean a Jeanne LaMarr, que giran entorno no solo a su carrera boxística y sus antecedentes borrosos, sino también de la misteriosa muerte de su sobrino. Los historiadores locales ahora dicn que LaMarr confesó haber matado a su sobrino cuando estaba embriagada, mientras sostenía en las manos una caja (¿un macabro souvenir?) y que intentó dispararle al pobre de William Jones cuando este descubrió el esqueleto. Es una nota al pie macabra para esta historia, pero los rumores y las anécdotas no son suficientes para declarar a la Condesa culpable. La vida de Jeanne puede analizarse mejor en el contexto de su época. Buscó hacer carrera en un deporte que, a pesar del entusiasmo que había por atletas femeninas a inicios del siglo veinte, la colocaban fuera del estatus quo. Ella era una anomalía, y en lugar de trabajar para aclarar los malos entendidos acerca de sus matrimonios, su record en el ring, o su participación en ilegalidades, Jeanne parecía disfrutar de ver a la prensa tratar de desentrañar su historia. Su persona enigmática sigue incitando conjeturas entre los entusiastas del boxeo, algo que, sin duda, le provocaría un regocijo.