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Cultură

Estuve trece meses con Ortega Cano en la cárcel

Nestor Macías estuvo en la cárcel de Zuera junto con el famoso torero y explica cómo fue la vida de este en prisión y las diferencias de trato respecto al resto de presos.

Alba Carreres redactó el artículo tal y como se lo contó Néstor Macías.

Entré en la cárcel el mismo día que Ortega Cano con pocas horas de diferencia. Había cumplido ya tres años de prisión en Colombia, por tráfico de drogas. Después de recibir una paliza mi familia denunció y conseguí llegar a España.

Me acababa de instalar en Zuera cuando el diestro llegó a media tarde del día 24 de abril. Antes de su llegada nos dijeron que quedaba terminantemente prohibido molestarle o increparle. Preferían que no habláramos con él y que le dejáramos en paz. Aunque estuviera entre rejas seguía siendo una celebrity.

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Recuerdo perfectamente que cuando le saludé por primera vez le dije: "Olé, maestro" a modo de broma. Había visto en la tele que justo ahí fuera había un montón de gente esperando su entrada. Estábamos todos los reclusos muy excitados con el tema. En un sitio donde nunca pasaba nada, ahora pasaba de todo.

Ortega Cano a su entrada en prisión. Vía La Voz de Galicia

Estuve poco más de un año compartiendo módulo con él. Fueron trece meses y medio que en la cárcel se hacen aún más largos. Durante los primeros días apenas hablaba con nadie, parecía un hombre muy estirado y frío. Me sorprendió lo tacaño que era, el tío no se gastaba ni un euro, aunque algunas veces invitaba a café.

Él se encontraba en la celda uno, junto a otro convicto. No querían que estuviera solo porque tenía problemas de salud. Así, si le pasaba algo, su compañero podría avisar a los funcionarios para que le vinieran a socorrer.

Cuando entró el señor tenía las piernas muy chungas, problemas de circulación, creo yo. Un compañero le daba masajes de vez en cuando en nuestros ratos libres. Poco a poco se fue relacionando con la gente.

Un día me explicó que estaba preocupado por su hijo José Fernando, que había recaído en las drogas. También confesó que le sabía muy mal que su hija Gloria Camila participara en Mujeres y Hombres y Viceversa.

Él les veía por la tele. Allí puedes comprar una por unos 200 euros y te la puedes instalar en tu celda. Aparte de ver la tele, Ortega Cano jugaba al dominó y hacía ejercicios en el gimnasio de la parte superior. Recuerdo que era un hombre al que le gustaba mucho pasear por el patio.

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Había reclusos que incluso le pedían autógrafos y fotografías. Yo aún conservo una carta de su puño y letra que me dijo que le entregara a un amigo suyo al que cambiaron al módulo tres. Hago de voluntario en la biblioteca de prisión y suelo repartir los libros por los distintos módulos, es por eso que me pidió ese favor.

Aunque no solía leer ningún libro, un día me pidió que le entregara lo que había escrito a nuestro compañero Lorenzo, que había sido su compañero de celda y al que habían cambiado por mal comportamiento. Los tres primeros días llevé la carta conmigo para dársela si alguna vez coincidíamos. Tengo que confesar que me olvidé por completo de que la tenía.

En cada módulo solemos ser unos noventa reclusos y todos nos conocemos a la perfección. Somos una gran familia. Dicen que cuando estás en la cárcel las amistades suelen ser más profundas. Yo he hecho grandes amigos en prisión con los que he compartido muchas cosas.

Algunos no entendíamos cómo él podía pedir tantos permisos como quisiera. Apenas había pisado la cárcel que ya tenía aprobada otra fecha para salir

La vida en comunidad empieza a las 8 de la mañana, cuando nos despiertan. A las 8.30 desayunamos, a las 13 h comemos y a las 19 h cenamos todos juntos. Nos turnamos para poner las mesas o limpiar.

Cada cierto tiempo, si nos portamos bien, podemos pedir seis días de permiso. Algunos no entendíamos cómo él podía pedir tantos permisos como quisiera. Apenas había pisado la cárcel que ya tenía aprobada otra fecha para salir.

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Cuando el torero salía de Zuera aquello era un gran circo: reporteros y fotógrafos se peleaban por tener un buen escorzo de la figura de Ortega Cano saliendo de entre rejas. La expectación era tanta que incluso había reclusos que intentaron conceder entrevistas a los medios a cambio de pasta.

Su compañero Antonio, una vez explicó en Sálvame cómo era su rutina en la cárcel. El día en que dos personas consiguieron colar un móvil dentro de Zuera para hacerle fotos se lió mucho. Querían vender las fotos por 30.000 euros, y el caso es que estuvieron a punto de conseguirlo. Al final a los compañeros (uno creo que era colombiano y el otro dominicano) les llevaron a una prisión de Puerto de Santa María.

Lo que está claro es que Ortega Cano aprovechó esta etapa penitenciaria para reflexionar y rejuvenecer. Allí en prisión había un recluso que hacía de peluquero. Seguramente era alguien a quien le gustaba cortar el cabello y hacía este trabajo sin cobrar nada a cambio para que en su expediente quedase constancia de su buen comportamiento.

Así pues el torero le pedía que le tiñera las cejas y el pelo de moreno. Todos los reclusos pueden hacer un pedido en la pequeña tienda de la cárcel y un funcionario cada cierto tiempo te compra lo que necesitas. Algunos compraban tabaco y otros tinte para el pelo.

Desde la marcha de Ortega Cano Zuera está desierta, ya no hay periodistas ni curiosos preguntando por él. Solo quedamos los que tenemos que cumplir condena

Hubo un día en concreto en el que Ortega Cano dio una charla en el espacio sociocultural. Hay una parte de la prisión donde se pueden hacer talleres y hay montada una especie de escuela. Pues bien, le pidieron que nos diera una clase magistral en la que se apuntaba quien quería. Era una charla para pasar el rato: trajo unos vídeos de toreros antiguos y explicó algunas anécdotas sobre sus espectáculos taurinos.

Desde la marcha de Ortega Cano Zuera está desierta, ya no hay periodistas ni curiosos preguntando por él. Solo quedamos los que tenemos que cumplir condena.

Si una cosa he aprendido de la cárcel es que la gente mala de verdad no está en ella. A mi me engancharon por ganarme 10.000 euros por viaje traficando droga. Nunca he robado ni matado a nadie.

Los más grandes estafadores son los que van encorbatados, están afiliados a un partido y se creen con el derecho de robarnos a todos. Son esos los que deberían ocupar la plaza del diestro, quizás así se darán cuenta de lo injusto que es el sistema actual. Porque por desgracia recibes un trato u otro según cómo te apellidas, y eso no solo ocurre en la cárcel.