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Asistimos a la reapertura de la sala Bataclan, un año después del atentado

Un año después de los atentados terroristas de París la sala Bataclan reabrió sus puertas y para celebrar la ocasión, se decidió que fuese Sting, que ya actuó en esta sala en 1979, quien hiciese los honores.

Este artículo apareció originalmente en VICE Francia

Sábado, 12 de noviembre, 19:30 horas. Como cada fin de semana, las calles del distrito 11 de París vibran con el ambiente festivo. Pero esta noche, algo es distinto en la zona cercana al Bataclan. Decenas de personas se reúnen en el cercano Apérock, bebiendo pintas mientras de fondo se oyen las sirenas de la policía. Un gran contingente policial controla la entrada y salida de personas en la zona. Todo está preparado: en poco más de una hora y media, Bataclan volverá a abrir sus puertas al público, un año después de los atentados terroristas de París. Y para celebrar la ocasión, se ha decidido que sea Sting, que ya actuó en esta sala en 1979, quien haga los honores.

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Se respira cierta tensión mientras cientos de personas esperan el comienzo del concierto. Viviane, de 23 años, es estudiante de Diseño Gráfico y clienta habitual del Apérock, al que considera su "segundo hogar". Apoyada en la barra, parece no querer sumarse a la cola de personas que esperan. Dirige la mirada hacia el Boulevard Voltaire, completamente desalojado por la policía. Sus ojos delatan el estado de ansiedad que precede a los momentos importantes: "Es muy raro estar esperando así. Los días que hay concierto, suele haber un ambiente muy relajado y festivo. Ahora está todo tan vacío que parece que estés en una de las escenas de un western en la que dos tipos están a punto de retarse en duelo".

Varios de sus amigos, que también suelen frecuentar el bar, no lo dudaron ni un segundo cuando se anunció la reapertura del Bataclan. "Tampoco tenía elección", señala Viviane. "Dije por la televisión nacional que estaría ahí". Deja escapar una risa nerviosa, que desaparece de inmediato de su rostro. Las manos empiezan a temblarle. "Llevo una semana intentando convencerme de que esta noche va a ser increíble, pero ahora no sé ni si seré capaz de entrar en el local. Creo que me voy a fijar en los pequeños detalles, como el techo y las reformas que se han hecho". Su amigo Cédric opina lo mismo. "No siento aprensión; simplemente intento no pensar en nada antes de entrar", explicó. "Hay que ser prácticos y dejar que las cosas pasen. Todos pensamos lo mismo: el espectáculo debe continuar".

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Fotografía por el autor

En la cola está Didier, de 48 años, un hombre con los ojos de un intenso azul que acusan el paso del tiempo, como su desgastada chaqueta de piel. Ha viajado por Rennes, París, Annecy y Los Ángeles y es un apasionado de la música y de la sala Bataclan. "Este local simboliza mi juventud, una época en la que había punks peleándose en todos los conciertos. Ese espíritu también fue atacado el noviembre del año pasado, y eso es lo que he venido a defender esta noche". Aunque otro de los motivos de la presencia de Didier es el de rendir homenaje a Caroline, una amiga que perdió la vida durante la masacre. Didier habla con varios periodistas a lo largo de la noche, como si necesitara ocultar su miedo. El concierto está a punto de empezar, bajo la supervisión de los agentes de la policía, entre los que se encuentra Jean, de 58 años.

Jean pertenece a la vieja escuela de la policía y lleva 35 años ejerciendo. Luce un gorro de lana de Harley Davidson y anillos con calaveras. Transmite una sensación de seguridad, observando a la multitud, walkie-talkie en mano. A lo largo de su trayectoria, ha vivido tres atentados terroristas: dos en 1995, en la estación de RER de Saint-Michel y en el Musée d'Orsay, y el de noviembre del pasado año, tras el cual colaboró en las tareas de asistencia a las víctimas. "Esta noche he dejado de lado las emociones", señala. Sin embargo, por muy profesional que sea, es difícil creer que haya logrado sacudirse todo resquicio de empatía. "He visto cosas terribles en Stade de France: un brazo arrancado, vértebras tiradas por el sueño… Pero nunca me he traumatizado, no sabría explicar por qué. Algunos compañeros no han conseguido superarlo, pero yo me he vuelto inmune. Eso no quiere decir que no entienda lo emocionado que está todo el mundo esta noche", concluye dirigiendo la mirada a dos chicas llorando mientras sostienen un ramo de flores.

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Viviane, Cédric y el resto del grupo se dirigen hacia el Bataclan. Varios asiduos al local gritan "¡Bienvenidos a casa!" y los camareros siguen poniendo copas. Varios de los asistentes entre el público llevan un distintivo de la CUMP [Cellule d'Urgence Médico-Psychologique], una institución social encargada de ofrecer ayuda moral y psicológica a los supervivientes y los familiares y amigos de las víctimas de los atentados del Bataclan. Entre ellos está Claudine, que sonríe levemente. Hoy se reencuentra con personas a las que lleva semanas, incluso meses, ayudando. "Algunos han dejado de hablar conmigo", explica. La mayoría ha abandonado la terapia que iniciaron con ella, si bien Claudine no lo tiene en cuenta: "La terapia es muy progresiva; no es algo que funcione de la noche a la mañana, y hay gente a la que no le gusta, lo cual es normal. Puede llegar a ser muy frustrante, pero es muy necesaria cuando te enfrentas a ese grado de violencia física y moral".

Actuación de Sting en Bataclan. Foto cortesía de Bataclan

Las luces se apagan y reina el silencio en toda la sala. Sting aparece en escena y el concierto da comienzo con un momento de silencio. El local, con un aforo de 1.500 personas, está hasta la bandera. Entre el público hay miembros del gobierno, como la ministra de cultura, Audrey Azoulay, la portavoz del Partido Socialista Juliette Méadel, e incluso Anne Hidalgo, alcaldesa de París, y Valérie Pécresse, presidenta del consejo regional de Île-de-France. El presidente de la república, François Hollande, acudió varias horas antes para mostrar su apoyo. Desde "Message in a Bottle" hasta "Roxanne", el concierto de Sting se sintió a la vez como un homenaje y un acontecimiento festivo, una ambivalencia que el artista británico pareció querer mantener deliberadamente, ayudado también por Ibrahim Maalouf, que subió al escenario para interpretar "Fragile" e "Inch Allah". El público acompañaba con sus palmadas y se mostraba dispuesto a disfrutar de la noche. La música finalmente se apodera del ambiente y el público se entrega al baile y las risas con el último tema, "The empty chair", compuesta como tributo al fotoperiodista Jim Foley, asesinado por miembros del Estado Islámico en Siria en 2014.

Una hora y media después, el concierto se termina y los asistentes empiezan a abandonar el local en el que tanto temían volver a entrar. La mayoría parecía asombrada o embriagada por aquel reencuentro con el "nuevo" Bataclan, que ha logrado seguir siendo la misma. Didier es de los primeros en salir, y se muestra aliviado de hacerlo. "Estoy orgulloso de haber rendido este homenaje a Caroline y de no haber temido que ocurriera algo horrible esta noche". Momentos después, Viviane sale del local. "¡Ha sido pura diversión! No resuelve nada, pero la sensación es genial. Llevo un año sintiéndome como la sombra de mí misma y me causaba mucho dolor pasar cerca de aquí. Ahora he llegado a un punto de inflexión y no voy a volver".

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Traducción por Mario Abad.