Bolsonaro y la destrucción ambiental.
Ilustración: Cassio Tisseo.

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Politică

El gobierno de Bolsonaro podría provocar una catástrofe ambiental

La estrategia del presidente electo de Brasil puede tener un impacto muy negativo en el ecosistema y la economía del país.
CT
ilustración de Cassio Tisseo
LC
traducido por Laura Castro

Artículo publicado originalmente por VICE Brasil.

Jair Bolsonaro no se cansa de decir que la bandera de Brasil nunca será roja. Pero no parece que, al ahora presidente electo de Brasil, le guste mucho el color verde; pues tiene posturas inflexibles en relación al medio ambiente. Para los ambientalistas e investigadores, su estrategia es temeraria incluso desde el punto de vista económico.

El presidente electo es poco claro sobre las intenciones de su plan de gobierno para esa área; sin embargo, algunas ideas han sido recurrentes en declaraciones y entrevistas. El militar de la reserva ya dijo que fusionará los ministerios de Agricultura y Medio Ambiente; que limitará la capacidad de acción del Instituto Brasileño del Medio Ambiente y los Recursos naturales Renovables (IBAMA) y del Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMBio); que retirará al país del Acuerdo de París; y que acabará con el "activismo ambiental chiíta".

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Sus aliados siguen la misma línea. El general Oswaldo Ferreira, propuesto para ser el titular del Ministerio de Transporte, afirmó que, cuando abría caminos con el Ejército en la década de 1970, no estaban IBAMA o el Ministerio Público para "interponerse y colmarle la paciencia". Luiz Antonio Nabhan García, presidente de la Unión Democrática Ruralista (UDR) y probable ministro de Agricultura en el gobierno de Bolsonaro, minimizó el calentamiento global diciendo que hay espacio para la deforestación legal en la Amazonia, y comparó el Acuerdo de París con papel higiénico.

"Como él mismo dijo, es una visión del país de hace 50 años, cuando la selva debía ser conquistada, derribada y derrotada", afirma Carlos Rittl, secretario ejecutivo del Observatorio del Clima, red que reúne a entidades de la sociedad civil que trabajan en cuestiones relacionadas con el cambio climático.

"Es ver al medio ambiente como un problema. La biodiversidad de Brasil, la cantidad de bosques, grandes ríos, son ventajas en relación con el resto del mundo, al igual que el potencial en energía solar y eólica, deberían ser vistos como potenciales competitivos, y no como un problema ", explica Ritti.

Acerca de la industria agraria, Bolsonaro ha dado a entender que ve en los actores ligados a la defensa del medio ambiente un obstáculo para la expansión económica de Brasil. El rechazo del Acuerdo de París tiene el mismo origen. Firmado en 2015, el documento tiene por objetivo limitar el aumento de la temperatura global en 2º centígrados hasta el final del siglo. Para ello, en Brasil se establecieron metas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, aumentar la participación de las fuentes renovables en la red energética y detener por completo la deforestación ilegal en el Amazonas para el año 2030 (aquí puedes ver el texto completo de los objetivos de Brasil).

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La solución, según el presidente electo, sería unir las dos áreas —agricultura y medio ambiente— y disminuir la fiscalización. El problema es que ésa es una propuesta que tiene todos los elementos necesarios para volverse contraproducente.

"Todo está interconectado. La protección ambiental garantiza los recursos hídricos. El sistema de lluvias en el Centro-Oeste y Sudeste depende de que la Amazonia siga en pie", dice Mario Monzoni, coordinador del Centro de Estudios en Sustentabilidad de la Fundación Getulio Vargas (FGV). "Recorrer la frontera amazónica va a comprometer a la propia industria agraria".

Es un efecto que ya se puede sentir en Brasil. Los datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) indican que el 48 por ciento de los municipios del país han atravesado por períodos de sequía severa. Hace unos años, el Sudeste sufrió una crisis hídrica por falta de lluvia. Mientras tanto, la deforestación de la Amazonia volvió a aumentar durante el período electoral, de acuerdo con el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe). Se deforestaron 2.414 km2 entre junio y septiembre, en contraste con los 1.769 km2 del año pasado.

En total, 6.947 km2 fueron arrasados en 2017. "No hay otro país que tenga tasas tan altas de deforestación y que se aproxime al promedio de ingreso per cápita de Brasil. No tenemos justificación para continuar deforestando a ese nivel tan alto. Según la Política Nacional de Cambio Climático, no se deberían de haber deforestado más de 3.900 km2 de la Amazonía para 2020", afirma Carlos.

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Además de los daños objetivos, el aumento en la deforestación y la eventual salida del Acuerdo de París pueden generar la disminución del mercado para el comercio agrícola brasileño en el exterior. Los tratados comerciales bilaterales requieren contrapartidas de ese tipo. "Vendemos comida como nunca a todo el mundo, soya, carne, etc. Y los países europeos, por ejemplo, tienen una política de no comprar productos que estén relacionados con la deforestación", explica Marcio Astrini, coordinador de políticas públicas de Greenpeace en Brasil.

Astrini resalta que, dentro de la industria agrícola, no hay un bloque unánime en torno al punto de vista de Bolsonaro. Por un lado, los sectores que trabajan con una agricultura moderna, orientada a la exportación y que se desempañan en una cadena de productividad refinada, no ven ventajas en sus propuestas. "El Congreso está legislando para liberar el uso de los pesticidas, no quieren tener relación con el trabajo esclavizado, quieren hacer expropiación de tierras. Son ruralistas, no piensan en el empleo, el país, o los salarios. Piensan en sus negocios, en su "corral" electoral. Ésa es su agenda, tirar todo por la borda", afirma.

La bancada ruralista citada por Astrini apoya a Bolsonaro, y por ello él les había estado siguiendo el juego; pero parece que la presión internacional empieza a surtir efecto. De acuerdo con una artículo del periódico Estadão, el equipo técnico del presidente electo se está replanteando la fusión de los dos ministerios. Esto no tiene nada que ver con el sentido común. La idea es evitar la repercusión negativa en los mercados que importan la producción brasileña.

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Por otra parte, hay un problema desde el punto de vista operacional en la propuesta de la fusión de los dos ministerios: la omisión de toda la agenda relacionada con el medio ambiente más allá del campo, como sería el caso de la concesión de licencias de construcción.

"Acabar con el licenciamiento ambiental y construir carreteras sin ningún control, va a causar un completo desastre", afirma Astrini. "Atestiguaremos un proceso que sólo se vio en la década de los años 70, la construcción de carreteras sin control ambiental. Como la famosa deforestación ocurrida en el estado de Rondônia, donde sólo existe bosque dentro de la Unidad de Conservación y Tierra Indígena, la cual sigue bajo mucha presión".

Ni un centímetro más

En agosto, durante una visita a Rondônia, Bolsonaro afirmó que Brasil tenía demasiadas áreas de protección ambiental. En otra oportunidad, dijo que durante su gobierno no se concederían ni un centímetro más de tierra a la Unidad de Conservación y Tierra Indígena.

"Cuando habla de que no se concederá ni un centímetro más de tierra a los pueblos indígenas cae en una contradicción con su propio discurso de que habrá respeto a la constitución", dice Carlos Ritti, el secretario ejecutivo del Observatorio del Clima. "El derecho de los pueblos indígenas a los territorios originales de sus antepasados es un derecho constitucional. El dueño de las tierras es el país, la unión de las 27 unidades federativas, y ellos son los beneficiarios".

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El lunes 22 de octubre, el Ministerio Público federal de Brasil dijo que tomará acciones en contra de Bolsonaro si sigue con esta propuesta.

Si no avanzar en materia ambiental es malo, retroceder es peor. Bolsonaro fue menos explícito en ese sentido, pero existe el temor de que reduzca el área actual de zonas protegidas. Esto podría hacerse mediante la revocación de decretos o el cambio de estado de tierras protegidas a categorías más permisivas.

Esto no sería inédito. El año pasado, el presidente Michel Temer envió al Congreso un proyecto de ley para reducir en un 27 por ciento el Bosque Nacional del Jamanxin, en el estado de Pará. Frente a la presión interna y externa, Temer se retractó. Esto coincidió con un recorte de unos 54 millones de dólares en el presupuesto que Noruega destina al Fondo de la Amazonía a causa del aumento de la deforestación en la región.

Para empeorar el escenario, el presidente electo de extrema derecha es claro en su intención de reducir la capacidad de acción del IBAMA y el ICMBio, órganos responsables de la fiscalización ambiental en Brasil. A decir verdad, esto es un asunto personal. En 2013, Bolsonaro recibió una multa de casi 3.000 dólares después de que un equipo de IBAMA lo encontrara pescando en un área protegida en la ciudad de Angra dos Reis.

Como represalia, el presidente electo, quien defiende el derecho de la población a estar armada, propuso un proyecto de ley para… desarmar a los agentes del IBAMA y el ICMBio. "Brasil tiene la mayor selva tropical del mundo. Es el país más megabiodiverso del planeta. Y Bolsonaro tiene la idea de reducir el ámbito de acción de los organismos de fiscalización ambiental, a los cuales llama "la industria de la multa". Estos organismos fiscalizan los crímenes ambientales y multan a quien cometen actos ilegales. "Entonces, su idea en realidad es disminuir el combate al crimen, contrario a lo que predica", afirma Astrini, de Greenpeace.

Astrini resalta que el discurso del presidente electo resuena en los grupos que son fiscalizados por dichos organismos, como los invasores de tierras y las madereras ilegales, y les da oportunidad de que actúen con más libertad. El fin de semana, los equipos del IBAMA y el ICMBio fueron atacados en la Amazonia. Tres automóviles fueron incendiados.

"El problema es la visión del mundo que tienen las personas que serán puestas en la dirección de organismos como la Fundación Nacional del Indio (Funai), y el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA). Es una infraestructura ambiental desarrollada a lo largo de decenas de años que será dirigida con una visión del mundo de hace 40 años", dice Mario Monzoni, de la FGV. "Ahora lo más importante es lo siguiente: si eso cambia en Brasilia, al final, en la realidad, en las luchas y batallas, esa agenda no se verá afectada. Lo que puede suceder, y es probable que suceda, es un aumento de la tensión, tal vez de la violencia. Porque quienes desarrollaron todo eso no van a ceder tan fácilmente".

"Es un visión muy cerrada de lo que significan las áreas protegidas", afirma Carlos Ritti. "Los parques nacionales en todo el mundo son fuentes de ingresos, de empleo. El turismo en las áreas protegida es un negocio multimillonario en el mundo. En vez de pensar en usar estas áreas como una atracción de inversiones ecológicas, mejorar sus condiciones de acceso, y fomentar el desarrollo turístico, este ataque va a ahuyentar a más y más turistas. Porque este país tropical bendecido por Dios y hermoso por naturaleza, desgraciadamente perderá sus bellezas y riquezas naturales.