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El método de Leila Guerriero

Tratar de entender en una entrevista de 40 minutos cómo es que Leila hace lo que hace para aprender y copiar algo de su técnica es imposible. Igual lo intenté.
Foto: Jaime Barbosa | VICE Colombia

Artículo publicado por VICE Colombia.


Uno podría hablar de Leila Guerriero en datos: tiene 51 años y lleva la mitad de su vida escribiendo, empezó a los 25; ha sido leída en toda Latinoamérica porque ha sido publicada en toda Latinoamérica: en Vanity Fair y en El País, de España, en Rolling Stone y en La Nación, en Argentina, en SoHo y en El Malpensante en Colombia, en Paula y El Mercurio, de Valparaiso de Chile, en Gatopardo en México; ha escrito cinco libros y editado otros tres; es periodista, editora, a veces enseña y otras veces hace de jurado en concursos de literatura. Es argentina.

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Uno podría hablar de Leila Guerriero en descripciones: es alta, delgada y tiene un pelo castaño y frondoso que le da todo el volumen a la delgadez de su cara; es de movimientos elegantes; habla rápido y lo hace suave; mira con intensidad, tal vez ayudada por el hecho de que a menudo sus iris se ven completos, redondos y punzantes, también porque no le cuesta sostener la mirada.

Uno podría hablar de ella en un eslogan: es uno de los grandes nombres del periodismo narrativo en Latinoamérica.

En cualquier caso uno habla de Leila y cuando lo hace trata de hacerlo con atención, cuidando el lenguaje, tratando de tener al menos un poco de la minucia con la que ella cuenta escenas y colorea cada uno de sus personajes. Es natural querer hacerlo así cuando de quien se escribe es dueña de un estilo del que tantos buscan poder robar un poco.

Me senté a hablar con Leila Guerriero sobre ella misma uno de los tres días del Festival Gabo, un evento que premia trabajos de periodismo en Iberoamérica y que en 2010 le dio a Leila el premio a mejor texto por El rastro en los huesos, una crónica sobre un grupo de arqueólogos forenses dedicados a devolverle la identidad al despojo de huesos que dejó la dictadura militar en Argentina.

Cien veces le han preguntado cuáles son los consejos que le daría a los periodistas que están empezando, otras cien ella ha respondido. A veces dice que no sabe, que es complicado señalar un factor como el más importante de una carrera periodística de dos décadas, otras veces ha respondido largo. Lo han hecho cien veces y sin embargo decidí preguntarle justamente eso una vez más: qué consejos tiene, cómo hace lo que hace, cuáles son los métodos. Es que tal vez no cansa hacer una y otra vez las mismas preguntas cuando quien responde no ha parado nunca de enseñar y de quien nunca hemos dejado de aprender.

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Esto fue lo que me dijo Leila Guerriero una mañana sobre el oficio de ser periodista.

De cómo entrevistar a las personas que uno admira

“Recuerdo que el primer momento en el que vi a Ricardo Piglia, que era un escritor al que yo admiraba enormemente, yo tenía una tensión. Cuando vos vas a entrevistar a una persona a la que admirás mucho se suma una tensión porque sabés que esa admiración la tenés que poner en un paquete y dejarla de lado. No se puede transformar la entrevista en una adulación permanente del otro. Y también está el desafío de entrevistar a una persona como Piglia, por ejemplo, que era un tipo que además admiro por su inteligencia, y lo primero que uno piensa es: ¿estaré a la altura para poder entrevistar a un tipo así?

“Uno siempre tiene que ir a la entrevista sin un prejuicio, sin pensar lo que va a encontrar. En todo lo que yo había leído de Piglia encontraba no solo una persona con un pensamiento sólido sino un tipo muy serio, y encontré un señor que era divertidísimo. Muy rápidamente toda esa tensión se desmontó porque desde el principio él fue muy amoroso y empezó a hablar de cosas que yo había escrito. Eso para mí fue pensar: bueno, conoce algo de lo que hago y no piensa que soy tonta.

“Me parece que el ejercicio que hay que hacer es olvidar toda esa admiración que uno tiene, ponerla en un paquetito, cerrarla, relajarse y tratar de hacer una entrevista preguntando lo mismo que uno le preguntaría a cualquier otra persona. Pero siempre hay una situación de tensión porque si vas a entrevistar a una persona y no te pasa nada, ¿qué te mueve ahí? Pero con alguien que admirás es un poquito más complicado porque además esa admiración no tiene por qué notarse en la entrevista, no debe notarse en la entrevista”.

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De si hay dificultades adicionales para una periodista mujer

“Sí pasa esto de que hay como una mirada distinta sobre las mujeres, pero creo que capaz por la actitud que yo tengo borro esa diferencia muy rápidamente con el hombre o la mujer que tenga enfrente. Quizás tengo una cierta habilidad para borronear ese asunto de género. Por supuesto de pronto te encontrás con gente que trata de poner un cuidado medio especial al principio, pero rápidamente eso se borra. A veces hay hombres poderosos, el típico macho alfa, blanco, occidental, que te dicen cosas que son difíciles como mujer, como feminista, pero bueno, es la forma de pensar de esa persona. Nunca lo tomo como una agresión, me concentro en tratar de dilucidar por qué esa persona piensa como piensa. En todo caso, cuando entrevisto a la gente me coloco en un lugar de cierta invisibilidad, entonces cuando sos invisible la verdad es que no importa si sos invisible varón o invisible mujer”.

De los periodistas que se especializan en un solo tema o en una sola agenda

“Mirá, eso es como las especializaciones en la medicina. El traumatólogo que se especializa en el codo. No tengo un juicio de valor acerca de eso, me parece que en todo caso hay gente que lo hace muy bien y hay gente que lo hace muy mal. No todos los periodistas podemos ser especialistas. No todos los periodistas podemos ser generalistas.

“La crónica, el periodismo narrativo, creo que necesariamente requiere que tengas una amplitud más grande, aunque también hay gente que se especializa dentro de este gran género en su género. No me parece ni bien ni mal, pero para mí cuantas más cosas te interesen en la vida resulta más interesante. Pero también es verdad que hay periodistas como Alexievich, la ganadora del Premio Nobel. Su temática es amplia pero la verdad es que casi todos los temas que toca son temas tremendos, las mujeres de la guerra, la gente que sobrevivió a Chernóbil. Todo tiene que ver con un conflicto gigante. Esa es una especialización de alguna forma y ella lo hace como los dioses. Entonces, no creo que uno deba ser enemigo de los géneros.

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“Yo tuve etapas de la profesión en las que me interesaban más cosas mucho más marginales y me siguen interesando, por supuesto, pero creo que ahora sí abrí mucho más ese panorama. En un momento era solo las cárceles, las villamiserias, los conflictos, las drogas, todo eso, y estuvo súper bien y lo sigo haciendo. Lo sigo haciendo pero está muy crecido.

“Lo que sí conviene es que así como el traumatólogo que se especializa en el codo debería preguntarse si esa lesión viene del hombro o de la espalda, creo que el periodista especializado también debería abrir dentro de esa especialización. Que la especialización no funcione como un cierra ojos sino al contrario, que ilumine desde otro lado”.

De si es mejor usar grabadora o tomar notas

“Las entrevistas las grabo siempre. Solo un par de veces, no: una vez la esposa de un mago me dijo que no la grabara y otra vez una de las personas que aparece en Los suicidas del fin del mundo me dijo que la grabara pero que pusiera la grabadora fuera de su visión porque la ponía nerviosa. Grabo todo, todo, todo.

“Ahora estoy haciendo un perfil y tengo grabadas, solo de entrevistas con esa persona, nueve horas. Tengo algo así como 24 horas de grabaciones de otras cosas. Me faltan todos los testimonios satelitales, las voces corales, la gente que lo conoce más. Y está todo el material bibliográfico. Sí, es un horror, pero yo siento que si no lo hago así no tengo la seguridad de poder escribir algo con cierta voz autorizada acerca de una persona o de un grupo de personas.

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“También tomo muchas notas pero no en la situación de entrevista con la persona. Si estoy haciendo una entrevista, miro a los ojos a una persona y me intereso. Dejo a la grabadora hacer su trabajo y yo me concentro en escuchar y en preguntar. Y notas tomo solo si estoy en una situación de observación. Tomo notas de lo que hay en el espacio, de los gestos. Siempre tiendo a pensar que hay que escribir con todos los sentidos: el olfato, el tacto, la vista, el oído. Tomo nota de todo lo que la grabadora no me deja recrear: cómo huele, cómo suena, sensaciones del momento e impresiones que tengo”.

Foto: Jaime Barbosa | VICE Colombia

De si hay un método para encontrar los arranques de los textos

“El inicio puede aparecer como una idea mientras estás haciendo una entrevista o un reporteo. A veces, no, a veces aparece en el entretiempo entre una entrevista y otra cuando se te va armando ese universo del entrevistado en la cabeza. Y a veces, no, a veces aparece simplemente cuando ya desgrabaste todo y releiste todo tu material.

“Lo único que te podría decir como técnica es que evidentemente la cabeza funciona como un músculo y en algún momento está ya habituada a saber que cuando estoy con un tema hay que pensar en un arranque. En el caso en el que no haya aparecido ningún arranque posible, que es lo que usualmente me pasa porque hasta que no termino el reporteo no sé bien de qué va la historia, me pasa usualmente es cuando termino de leer todo el material del reporteo que empiezo a pensar cómo empieza. Y ahí más o menos es cuando aparece un posible inicio. Después toca preguntarse si ese inicio es un inicio simplemente vistoso o novedoso o si es realmente el inicio que tiene que tener ese texto. Pero no hay una técnica. Es una mezcla de trabajo, experiencia, intuición, inspiración”.

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De cómo saber cuándo acabar una reportería

“Cuando estás mucho tiempo con la gente te das cuenta de que hay como una reiteración, de que ya pasaste siete veces por los mismos lugares, ya como que va perdiendo esa tensión. Siempre hay más para preguntar, pero las zonas esenciales de la vida de una persona no son 40. Entonces es cuando se pierde algo de eso, del encanto y de la tensión, y sobre todo cuando sentís que ya sabés todo lo que necesitás saber, por supuesto”.

De cómo saber cuándo parar de escribir y cuándo está terminado un texto

“Yo paro cuando está listo. Esa es una sensación muy interna. Si uno es un autor que está más o menos seguro de lo que hace nunca va a sentir que podría corregir un texto al infinito. No. Hay un momento en que el texto está bien y eso supongo que es algo que te da la experiencia.

“También está la cuestión del deadline. Yo no recuerdo nunca, aunque haya tenido un deadline, decir ‘este texto lo largo porque ya lo tengo que entregar’. No. Siempre había como una cosa muy estricta con eso. Yo lo voy a entregar bien. También soy editora y siento que a veces los periodistas en vez de entregarte un texto te lo arrojan para que se lo mejores, se lo termines de escribir, digamos. Cuando el texto tiene pasta, tiene potencia, está bien, digamos, uno puede llevarlo. Pero la verdad es que esa desidia de mandar el texto que en realidad está a medio cocinar es poco profesional. Yo trato de que no me pase eso.

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“La sensación que yo tengo cuando termino un texto es como una cierta tranquilidad de pensar bueno, a ver, hasta acá llego, otro quizás lo podrá hacer mejor pero yo hasta acá llegué. Es saber editar tu propio texto también”.

De los errores frecuentes de los periodistas

“Se tiende a creer que escribir bonito es equivalente a un buen texto periodístico. Hay textos que están sobreescritos y bien pero en el fondo no dicen nada. Lo que yo intento hacer ahora, y propicio cuando doy talleres, es preocuparme por esos finales como con fábula, con conclusión, con moraleja. Eso se repite mucho: “y fueron felices y comieron perdices”.

De llegar a un punto en la carrera en que los editores dejan de editar los textos

“Con las columnas lo que mando es lo que se publica, nunca me han dicho nada. A veces algún editor te escribe sobre una palabra que no se entiende o sobre errores con los datos. Pero los editores a veces también se equivocan y te hacen sugerencias que vos creés que no y que van en contra de todo lo que intentaste hacer en el texto. A mí me gusta mucho por ejemplo utilizar las repeticiones de palabras y una vez había escrito un arranque de un texto sobre Maria Nieves, una cantante de tango. El primer párrafo repetía la palabra ‘impecable’, ‘impecable’, ‘impecable’, ‘impecable’, para darle esta idea de casa impoluta, de una mujer absolutamente grande que no tenía mucho que hacer y se pasaba la vida refregando la casa. El texto decía que era como si toda la casa hubiera estado sumergida en líquido limpiador. Y entonces, claro, alguna persona que corrigió el texto pensó que el ‘impecable’ era un error y lo borró. Pero también hay editores que son buenísimos y te hacen sugerencias.

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“Pero el editor es sumamente necesario para todos, para los que escribimos hace 20 años y para los que recién empiezan. A mí me ha tocado editar gente con mucho nombre y ha sido lindísima la relación con esa gente. Digo, todos agradecemos tener a un buen editor que te diga: mirá, este arranque se puede mejorar o esto no se entiende o el final está no sé qué cuánto.. Es agradable, sentís que hay alguien encargándose de que tu texto brille mas, de que quede mejor”.

De cómo seguir creciendo

Es un poco de todo, me parece. Al principio yo era nada más periodista, luego fui periodista y editora, después también enseño, doy talleres. Como que la misma dinámica de las cosas te va llevando a que busques nuevas cosas. A no dar los talleres siempre de la misma manera, a no editar siempre a los mismos autores, a no escribir siempre sobre los mismos temas. Si vos escribiste 10 años sobre conflicto, hay un punto en el que uno empieza naturalmente a querer buscar otros mundos. Si utilizaste durante cinco años una estructura de textos muy fragmentada, uno mismo siente un cierto agotamiento del recurso y vas buscando cosas distintas para no copiarte a ti mismo. Es muy difícil decir que siempre buscás el lugar de la incomodidad, porque uno no puede vivir cambiando todos los años de estilo, pero yo busco tenerme la rienda corta y no estar repitiendo. Seguramente no me sale, me repito, me reitero, reitero recursos, reitero temas.

Tiene que ver con todo, con la edición, con la escritura, con la enseñanza, con los viajes, con el ritmo de vida, con que ya no te interesan las cosas que te interesaban, con el aburrimiento de seguir tratando el mismo tema. No puedes escindir mucho eso de tu vida como persona”.

De la preocupación de buscar nuevos formatos

“A mí me gustaría mucho hacer documentales. Me siento muy afín con ese lenguaje narrativo. Creo que para mí montar una crónica no es distinto a montar un documental y muy soberbiamente creo que sabría cómo hacerlo. Pero me parece que hay una cantidad de cuestiones técnicas y cosas de las que hay que ocuparse que no sabría en este momento cómo. Es una cuestión de tiempo. Pero sí me siento muy envalentonada que podría hacerlo. Seguramente cometería muchísimos errores y estaría dispuesta a cometerlos”.

De encontrar historias que no dan y de abandonar historias

“Me pasó una vez, porque no tuve paciencia, con un artista plástico argentino al que le hice una entrevista y no podía hacerlo aterrizar. Estuve como dos o tres horas en la casa y todo era como con una abstracción muy académica y no lograba sacarlo de un lugar de lenguaje de artista plástico. Yo estoy segura de que con el tiempo y la insistencia hubiera llegado a algún lugar. Pero no sé, hubo algo como de pérdida del encanto, cuando estás con una persona y de pronto ves que algo no y no hay manera de remontarlo. Creo que fue la única vez que me pasó.

“No me ha pasado lo contrario, de tener que forzar algo para que dé. No me pasa quizás porque tengo esta idea de no ir a confirmar el prejuicio de que el otro es un genio o de que la historia es increíble. A veces te pasa que de pronto la historia no es tan increíble pero no lo vivo de una manera frustrante, simplemente lo vivo como bueno, la historia es esto, quizás no va a ser el texto que más tilín me haga en la vida, no va a ser el texto del que todo el mundo va a hablar, pero no conozco a nadie que esté todo el tiempo escribiendo en estado de éxtasis. Naturalmente para que haya picos tiene que haber mesetas. Si algo no da para escribir una catedral, bueno, hacés eso, hacés una parroquia”.