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reportajes desde río

Arrancaron los Juegos Olímpicos y con ello las protestas

La noche de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Río 2016, los brasileños salieron a las calles para expresar su inconformidad. Todo parecía tranquilo hasta que la policía optó por la violencia.
Photos by Aaron Gordon

Aaron Gordon, colaborador de VICE Sports, se encuentra en Río para manteneros informados diariamente de lo que acontece en la sede olímpica.

A una milla de distancia del Estadio Maracaná, el cual se alistaba para dar inicio a la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Río 2016, la policía antidisturbios formó una barricada y rodeó el parque olímpico antes de que la protesta contra de las Olimpiadas comenzara y acorraló a Mateus da Silva Xavier, adolescente de 19 años y estudiante de Sao Paolo quien sostenía una bandera anarquista.

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Xavier está acostumbrado; no era su primera protesta. La policía cerró el perímetro a su alrededor, conforme los fotógrafos buscaban obtener una foto de lo que ocurría. La policía esculcó la mochila de Xavier, sacó su máscara de gas, la inspeccionó, y después la regresó a su dueño. Durante todo el proceso, Xavier estuvo relajado y cooperó en todo momento.

El acto en su totalidad fue un ejercicio preventivo: la policía intenta identificar a los líderes del grupo e intimida a los manifestantes antes de que todo dé inicio.

La protesta en sí contó con un reparto de personajes cómicos y eclécticos. Los anarquistas ondeaban banderas y protestaban en contra de la brutalidad policial y del estado. Los comunistas sostenía pancartas celebrando la "revolución agraria" y carteles que elogiaban a Micah Thompson, el hombre que asesinó a cinco oficiales de policía de Dallas el mes pasado.

Xavier comentó, después de ser esculcado por la policía, que la protesta había sido principalmente para quejarse de las Olimpiadas y de la brutalidad policial empleada en las favelas de Río de cara a la justa olímpica; una medida controversial que muchos creen ocasionó la muerte innecesaria de cientos, tal vez miles, de residentes y el desalojo de muchos más. Los servicios de salud y educación sufrieron recortes, ya que el gobierno desvió los recursos para albergar las Olimpiadas.

Sin embargo, la protesta no estuvo limitada a sólo la justa olímpica. Se pudo observar gente con pancartas criticando a la compañía de medios más grande de Brasil, Globo, al igual que a Michel Temer —el presidente interino de Brasil que tomó el cargo después del juicio en contra de Dilma Rousseff— quien es tan odiado que se dice no quiso que pronunciaron su nombre en la ceremonia de apertura por miedo a ser abucheado. (De todas formas se llevó una lluvia de abucheos).

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Ya que los Juegos Olímpicos tiene como meta unir a la humanidad, hasta los comunistas y anarquistas encontraron un motivo para odiar a dicho torneo. Para el COI y la mayoría que presenció la inauguración, las Olimpiadas son una celebración de paz y amistad, el triunfo de los intereses compartidos de la humanidad sobre nuestra historia de conflictos. Para otros, son sólo una continuación del conflicto. Los Olímpicos no sólo une a los amigos, también a los enemigos.

Cerca de las 4 de la tarde, la manifestación dio sus primeros pasos y bloqueó el tráfico. La policía y los medios escoltaron a los manifestantes que sumaban entre cien y doscientas personas. Caminaron varias cuadras bajo el estricto perímetro de la policía.

De vez en cuando, la formación frontal de la policía se detenía al igual que los manifestantes, lo que generaba cierta tensión. Los manifestantes cantaban y gritaban; los policías sólo observaban.

Después de un hora, las unidades de la policía montada acordonaron el camino, bloqueando el progreso de la protesta una vez más. Había la sensación de que en ese punto se daría un enfrentamiento. Los anarquistas encendieron una bandera de Brasil, y después la hicieron explotar con un juego pirotécnico. La policía no se inmutó, sólo rompió filas para detener a un hombre que se dirigía a una tienda cercana (no está claro qué desató su arresto). Conforme la policía lo arrestaba, el hombre siguió gritando consignas al mismo tiempo que los fotógrafos intentaban obtener un buen ángulo para la foto.

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Después de 20 minutos, la policía montada se fue y la protesta reanudó su paso. Fue alrededor de las seis de la tarde que la policía antimotines llegó a lugar, vestidos como personajes de Fallout 2. Vestían máscaras de gas, uniforme de camuflaje, y armados con pistolas de gas lacrimógeno.

A pesar de su apariencia, habría sido muy difícil que utilizaron gas lacrimógeno al menos que algo verdaderamente malo sucediera. El parque estaba plagado de niños, había gente haciendo ejercicio en los gimnasios a la intemperie, y las familias jugaban con sus perros. Todo mundo ignoraba la protesta, la cual parecía desvanecerse; ya sólo quedaban unas cien personas. Los policías vestidos al estilo Fallout 2 se quitaron los cascos, bajaron las armas, y se sentaron en sus camionetas. La gente regresaba a casa. Yo también.

Después, repentinamente, al otro lado del parque vi a una docena de personas corriendo. En un minuto el parque se vació. Los juguetes de los niños quedaron por todas partes. La gente que no era parte de la protesta corría en mi dirección, con los ojos rojos y llorosos. Un hombre con goggles de natación y una playera enredada sobre su cuello sostenía una botella con agua y rociaba la cara de todo aquel que había sido alcanzado por el gas lacrimógeno.

En segundos, la ola de gas nos llegó también. Pronto se propagaría en todo el parque. Unas cuantas personas tuvieron que ser atendidas por el personal de la Cruz Roja que acompañaba a los manifestantes.

He recreado el incidente en mi cabeza varias veces y examinado todas las fotos que tomé. Es probable que me haya perdido de algo —mis colegas de VICE News informaron que un manifestante "encendió una antorcha olímpica falsa y comenzó a correr en el tráfico" justo antes del enfrentamiento— pero desde donde me encontraba, fue difícil ver como una protesta se convirtió de la nada en un enfrentamiento con gas lacrimógeno. Para ese punto, había más policías que manifestantes. Pudieron dispersar fácilmente a la gente sin el uso de medidas violentas. Lo que había empezado como algo pacífico terminó siendo una campo de batalla. Veremos si la decisión de la policía de usar gas lacrimógeno trae repercusiones en las siguientes semanas para las demás manifestaciones.

Horas después, a una milla de distancia, luego de la conclusión de la ceremonia, el presidente del COI, Thomas Bach, declaró que los Juegos de Río promoverían la paz y la unidad. Añadió que cada uno de los brasileños "puede estar muy orgulloso esta noche".

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