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Los ensarapados del doble discurso

En estos días vimos cómo varios paladines de la justicia y ejemplos de buenos ciudadanos se transformaron y se les cayeron las máscaras para que nos mostraran sus verdaderas caras. Entre ellos, el Subcomandante Marcos, la señora Wallace y AMLO.

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En estos días vimos cómo varios paladines de la justicia y ejemplos de buenos ciudadanos se transformaron y se les cayeron las máscaras para que nos mostraran sus verdaderas caras. Otros sólo cambiaron de cara para seguir igual, en la desfachatez del cinismo y de la doble cara.

El retiro de Marcos

El Tarzán de la selva chiapaneca, Marcos, el enmascarado de estambre, anunció que dejará de ser la voz del EZLN, que sólo era una botarga para dar a conocer la situación de Chiapas y sacudir al mundo para que tomara conciencia sobre la situación de los indígenas.

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Marcos llevaba cinco años de no aparecer. Si hacía el anuncio de su retiro daba exactamente igual, cinco años en los que seguramente la situación de los indígenas mejoró tanto que no era necesario que se pronunciara sobre la forma en la que viven.

Durante el tiempo que lleva de vida el EZLN, la pobreza se ha disparado entre las comunidades indígenas. No han cesado los enfrentamientos entre comunidades, por el contrario, surgió un nuevo factor de división que es precisamente el zapatismo, y en los cinco años de silencio de Marcos llegó al poder local la peor versión posible del PRI, el Partido Verde.

Imposible negar que el enmascarado anteriormente llamado Marcos ha sido un actor político clave. Durante la campaña presidencial de 2006 le restó votos a la izquierda al ponerse en contra de Andrés Manuel López Obrador. Y el silencio zapatista funcionó, por lo menos, como aval para que llegara Manuel Velasco al gobierno del estado del sureste.

El ex Marcos siempre demostró que es muy hábil para manejar los medios, para presentarse como un rebelde con causa, pispireto y locochón. Eso no se le niega, es un rockstar de los medios. Y le dio a varios intelectuales o intelectualitos la ilusión de un guerrero enmascarado, tipo Santo, que escribía medianamente bien y se le enfrentaba al gobierno.

Hay que destacar que no le corresponde a Marcos que se supere la situación de pobreza en Chiapas, eso es responsabilidad del gobierno, pero sí hay que dejar claro que su revolución verbal sólo es eso, aire caliente, y le correspondió jugar un papel dentro del proyecto del gobierno: ser el rebelde intelectual. Tan bien lo hizo que terminó por afectar al candidato que pudo derrotar al sistema y permitió que llegara el político más verde al poder estatal.

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Con su discurso y su mensaje Rafael Sebastián Guillén Vicente, quien nunca dijo que no era Marcos, sólo confirma la sospecha que se tenía desde hace tiempo: sólo fue una pantomima enmascarada.

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La señora Wallace

Hace unas semanas parece que se pusieron de acuerdo dos publicaciones y sacaron sus versiones sobre un caso que llamó la atención hace más de siete años. El presunto secuestro de Hugo Alberto Miranda Wallace tuvo un extraño caso de resucitación y regresó a los primeros planos de atención. Pero por revelaciones que dejan muy mal parada a la señora Wallace. Su hijo, secuestrado y muerto hace casi una década, no habría sido secuestrado, no está muerto y ni siquiera sería su hijo. Máscara de heroína que se deshilacha en harapos corruptos.

La organización LosAngelesPress.org y Proceso presentaron evidencias de que el muerto Wallace está muy vivo, ha tramitado papeles, por ejemplo, una acta de nacimiento en la que Hugo Alberto Miranda Torres se transforma en Hugo Alberto Wallace Miranda.

Una asociación canadiense, ¿qué interés tiene en el caso? Presenta documentos, además, sobre las inconsistencias de la investigación de la señora Wallace. La Asociación Canadiense por el Derecho y la Verdad, obvio, más allá de Canadá, dice que hay pruebas de que la señora Wallace ha comprado testigos, ha torturado y obtenido documentos de manera (por lo menos) poco clara, por mencionar algo, un acta de defunción sin cadáver.

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La señora Wallace ha revirado que eso que se ha difundido tiene toda la mala intención de hacerle daño. Por ejemplo, asegura que una de las abogadas defensoras, Ámbar Treviño Pérez, está demandada y fue detenida acusada de falsificar documentos en el caso.

Lo que la señora Wallace no aclara es que la demanda fue desechada por falta de pruebas y la abogada Treviño Pérez fue liberada sin cargos. La señora Wallace sigue presentando la prueba falsa como si tuviera algún valor.

No cabe duda que esta señora supo sacar provecho del caso de su hijo, muerto o vivo. Le permitió colocarse como alma salvadora de la ciudad, látigo castigador de las autoridades abusivas y muchos periodistitas y comentaristas la ensalzaron y canonizaron. Incluso, un reputado conductor de noticias de radio la calificó como la primera activista 132, en alusión a los jóvenes que se levantaron en video contra una acusación de la campaña de Peña Nieto. Ahora que la defienda.

Si en verdad se aplicara la justicia en este país no sólo estarían buscando a Hugo Alberto Miranda Torres y Hugo Alberto Wallace Miranda, capaz de que si encuentran a uno hallan a los dos, sino que también debería estar declarando, por lo menos, la señora Isabel Miranda de Wallace, y sus defensores acérrimos tendrían que justificar sus halagos.

El satánico doctor No

En otro regreso a los reflectores casi desde ultratumba el satánico doctor No, Andrés Manuel López Obrador, volvió a lanzarse con toda la fuerza de su Twitter contra Enrique Peña Nieto. Cuestionó su apariencia reciente y sugirió, sospechó, pensó, que el presidente está enfermo, por lo que debe renunciar. La capucha del oportunismo reluciente.

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El revire de la presidencia fue directo y donde le duele a López Obrador. Es curioso que haga mención a la salud de EPN cuando el mismo pejegítimo sufrió un doble infarto que no fue rumor.

Por cierto, ¿quién pagó la cuenta en el Médica Sur, donde fue intervenido? El adalid de las cuentas claras debería dar el ejemplo. Lo que vimos es que el movimiento que encabeza tiene heredero, su hijo Andrés Manuel López Beltrán, quien por designación del dedo moreno, quedó al frente de su casi partido.

El presidente también se refirió a ello en su Twitter:  “He sido informado que @lopezobrador ingresó al hospital por un problema de salud. Le deseo una pronta y plena recuperación”. No fue rumor, fue algo confirmado.

Presidencia le respondió a AMLO de manera irónica. El vocero del Gobierno de la República, Eduardo Sánchez, dijo: “Afortunadamente, EPN goza de cabal salud. Gracias por preguntar @lopezobrador_”. Y luego, en un tuit de la comentarista Fernanda Familiar, preguntó si López Obrador sin estar ni cansado ni enfermo, podría correr 10 kilómetros en 53 minutos como Enrique Peña Nieto lo hizo, a lo que Eduardo Sánchez respondió: “No lo creo. Pero sí se lo deseo”.

El tema de la salud es uno muy delicado en cualquier parte. Y López Obrador se mueve en un hilo muy fino cuando lo toca, ya que su problema de salud no fue inventado, fue real. Además, toca una letanía que el tabasqueño ha traído con los pasados dos mandatarios: que renuncien.

¿Qué implica la renuncia del presidente de México? Primero, que es algo ilegal, porque la constitución prohíbe la renuncia de cualquier persona que tenga un cargo de elección popular. Las faramallas que han hecho legisladores, como la senadora Iris Vianey Mendoza, de solicitar licencia mientras se resuelva algún trámite legal, son eso: faramallas. Siguen en el cargo, sólo tienen permiso para no ir a trabajar.

Si el presidente queda separado de su cargo en los primeros dos años, que sería el caso de Peña Nieto, el Congreso designaría un presidente interino que debe convocar a elecciones. Ahora, ¿quién podría ser el interino? Cualquiera que cumpla con los requisitos que marca el artículo 82 de la carta magna: I. Ser ciudadano mexicano por nacimiento, en pleno goce de sus derechos, hijo de padre o madre mexicanos y haber residido en el país al menos durante veinte años, tener 35 años cumplidos al tiempo de la elección, haber residido en el país durante todo el año anterior al día de la elección, no pertenecer al estado eclesiástico ni ser ministro de algún culto, no estar en servicio activo, en caso de pertenecer al Ejército, seis meses antes del día de la elección, no ser Secretario o subsecretario de Estado, Fiscal General de la República, gobernador de algún estado ni Jefe de Gobierno del Distrito Federal, a menos de que se separe de su puesto seis meses antes del día de la elección; y ya. Cualquiera puede ser presidente, pero, si el Congreso lo controla el PRI, ¿no sería lógico pensar en que designarían a un priista?

El mismo López Obrador podría ser designado. Sólo podría convocar a elecciones para que se eligiera a otro presidente que termine el sexenio. Pero ahí el Peje no podría jugar porque la misma Constitución, en el artículo 83, dice que quien ya fue presidente aunque sea interino, no puede participar en la designación. Así que quienes piden la renuncia del presidente deben leer la constitución primero.

Nos leeremos en plena fiebre mundialista y ebullición brasileña.