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Lo personal y lo político

Proxenetas israelíes: dejen de volver Colombia su prostíbulo

En nombre de todas las mujeres a las que han explotado: ni estas tierras, ni estos mares, ni los cuerpos de ninguna de nosotras son su territorio de purga.
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Ilustración por Eric Nyquist. | Broadly.

Artículo publicado por VICE Colombia.


El fin de semana pasado, las autoridades capturaron en varias ciudades del país a seis israelíes y dos colombianos (incluido un policía) que componían una red de explotación sexual de menores de edad, que se extendía por Bogotá, Cartagena, Medellín e incluso otros países de Centro y Suramérica.

La Fiscalía los denominó una "mafia israelí", que presuntamente también hacía fiestas con drogas y sexo incluido entre las menores y turistas extranjeros. A la banda criminal también les incautaron casi $50 millones de dólares entre activos y propiedades, incluido el balneario Benjamin en Taganga, el Hotel Casa Medellín en Medellín, y el hostal Casa Iftach en Bogotá.

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Las investigaciones de la Fiscalía también concluyeron que el líder de la banda es el israelí Benyamin Mush, que registra constantes visitas a Colombia. Sus contactos acá eran Mor Zohar, Assi Ben Mush e Itay Senior.

Todos los detenidos ya tienen circular roja de la Interpol.

La noticia pareciera como si fuera una republicación: una historia que se repite. Los elementos que la componen ya se han leído antes en titulares de prensa del pasado; esa composición entre hombres israelíes, prostitución, menores de edad, drogas y muchas veces playa, parece ser un cóctel habitual en nuestro país, uno que ya nos han servido demasiadas veces.

Tan solo este año, ha habido varios escándalos relacionados con los hombres israelíes en diferentes ciudades del país. El pasado 21 de abril Golan Ben Baruch, Sali, Brami y Saúl Grami ofendieron a la policía mientras fumaban marihuana en una zona familiar de las playas de Bocagande en Cartagena. Los israelíes insinuaron que a los policías les pagaba un cartel de droga en ese momento.

En esta ciudad también estalló un escándalo este año con el hotel El Laguito, en donde por varios meses operó un prostíbulo que, según la Policía, era administrado por un israelí, así como otro bar en la Plaza de los Coches, en el Centro Histórico de la ciudad. Asimismo, en el mes de mayo, cerraron un hostal que pertenecía a Assi Moosh, quien en 2017 salió en todos los titulares del país por denuncias de lavado de activos, explotación sexual y narcotráfico, y que después de ser expulsado por el país el año pasado ahora tiene una orden de captura acá, por orden de la Fiscalía.

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Moosh, llamado por algunos medios como el Demonio de Taganga, montó un emporio de trata de mujeres, drogas, fiestas y orgías en Santa Marta con base en Taganga, un territorio que se convirtió desde hace varios años en colonia de israelíes: son dueños de discotecas, restaurantes, hoteles, bares. Muchos de ellos han sido escenarios de la explotación sexual a mujeres y menores de edad desde hace años.

Sin ir más lejos, la conocida “Madame”, quién manejaba la red de prostitución más grande conocida en la historia reciente de Cartagena, tenía su vil negocio conectado con israelíes.

Después de algunos años con titulares como el de la semana pasada, es válido preguntarse: ¿Cuál es la perversión que algunos hombres israelíes tienen con esta tierra? ¿Se atraen por las mujeres, la droga que es mil veces más barata que en su país, las playas o todo lo anterior? Y más importante que eso: ¿qué les hace creer que pueden llegar a nuestra tierra a mancillar a nuestras mujeres sin ningún tipo de consecuencia?

Moosh, de 44 años, es un exmilitar que desde 2003 anda metido en narcotráfico y redes de prostitución. En Holanda lo detuvieron por esa época por dirigir una red de tráfico de drogas. Luego de su detención, no se sabe mucho qué fue de su vida hasta que llega a Taganga, hace más de 10 años. Allá empezó a construir su famoso hotel Benjamin, un sitio que ya cerró, a donde llegaban muchos exmilitares israelíes, como él, en busca de mujeres y consumos desaforados.

En esta crónica de Soho sobre la colonia sórdida de israelíes en Taganga, que también llama “sal si puedes”, la periodista cuenta que en Israel los hombres deben prestar tres años de servicio militar. Luego de ese periodo, con la excusa del trauma de la violencia presenciada durante tanto tiempo, mucho se van a viajar por el mundo. Y muchos viajan por Suramérica y llegan a Colombia, y caen a Santa Marta y finalmente a Taganga, porque los rumores se esparcen. Rumores de que desde hace años hay israelíes como ellos, que llevan mucho tiempo edificando un paraíso diseñado a su medida, con shawarmas y hoteles de lujos bendecidos por rabinos y mujeres ‘prestas’ para ellos y su constante bonanza económica, a quienes llaman sharmutas.

No sabemos si es el trauma de la guerra en algunos de estos hombres, o algo relacionado con su cultura, o simplemente si un israelí como Moosh abrió una senda de excesos de la cual se esparció el rumor y ahora se convirtió en una especie de peregrinación para muchos hombres de este país, como cuando los amish hacen su Rumpspringa pero geolocalizado en estas latitudes. Lo único que está claro es que no podemos seguir permitiendo que varios hombres lleguen a muchas ciudades del país a disponer de mujeres y niñas, explotarlas, volverlas negocio y ofrecerlas, como negocio, a otros hombres de su país.

A ellos les digo en nombre de todas las mujeres a las que han explotado: ni estas tierras, ni estas playas, ni estos mares, ni los cuerpos de ninguna de nosotras son su territorio de purga y satisfacción violenta y desenfrenada.