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Curiosamente, el revisionismo que encuentra hoy cobijo en VOX responsabiliza al “radicalismo” republicano y de sus partidos de izquierda de provocar el conflicto. El consenso historiográfico, sin embargo, entronca el fracasado Golpe de Estado con la larga tradición de las oligarquías económicas españolas de prevenir cualquier cambio en una dirección redistributiva. La combinación con un contexto internacional polarizado por la aparición del fascismo y su expansionismo impune, inclinó la balanza en favor de los militares sublevados.En cualquier caso, el objetivo de este artículo es política-ficción de otro tipo, una que se estila mucho en otros países, pero aquí solo se encuentra en las oscuras esquinas de la derecha postfranquista. En tiempos modernos, el libro de Philip K. Dick The Man in the High Castle, por ejemplo, relata un mundo donde se produjo una invasión nazi exitosa de los EEUU.
Fase 0: La historia de dos conflictos
"El conflicto evidente más visible hoy en día está centrado en Cataluña"
Fase 1: Desobediencia civil masiva
Justo en los 70 se empezó a entender mucho mejor la “fábrica social”: el trabajo invisible de las mujeres que mantenía el resto del trabajo visible y remunerado. Hoy, el renovado movimiento feminista ha demostrado estar hasta los ovarios de la situación subordinada que las mujeres ocupan; marcadas por la violencia física y económica. La movilización del 8 de marzo de 2018 fue todo un éxito.Igualmente, esta primavera los pensionistas demostraron gran capacidad de organización. La recuperación del empleo ha aumentado la afiliación sindical; pero las condiciones no han mejorado. Esto puede acelerar las reivindicaciones laborales. Y es factible que en algún momento estas luchas convergiesen: ya fuese dentro de la estructura actual de Unidos Podemos (está permitido soñar), o en una nueva organización.La otra alternativa o incluso una añadida a este frente unido implicaría una persecución seria de la vía unilateral a la independencia en Cataluña. Sí, es muy poco probable. Pero los líderes catalanes han llegado a apelar a “vías eslovenas” y hemos visto como ciertos sectores profesionales organizados, como bomberos o estibadores, realizaron acciones muy efectivas durante las movilizaciones de otoño del año pasado."Todos tenemos imágenes mentales que simbolizan el conflicto territorial y de clase: desahucios, protestas, cortes de carretera, cargas policiales, prisión, trifulcas callejeras, discursos apasionados, exilios forzosos… Ahora solo hay que ponerlas a mil revoluciones para imaginar un conflicto civil"
Es posible que una mayor combatividad de la izquierda también alimentase sus filas o motivase el apoyo creciente de intereses económicos a su causa. No olvidemos a Josep Oliu, Presidente del Banco Sabadell, que pedía en 2014 el surgimiento de “un Podemos de derechas”. Finalmente, y aunque no tienen la influencia de antaño, la Iglesia y la monarquía podrían señalar y posicionarse en contra de estas izquierdas más o menos unificadas."La extrema derecha parlamentaria y la callejera podrían propiciar una situación de tensión parecida a los 'años de plomo', con grupos armados atentando en las calles"
Fase 2: Camino hacia el Espexit
"Sin restricciones supranacionales, se abriría una ventana de oportunidad para el caos. Las posibilidades de un conflicto abierto se dispararían"
Fase 3: La caída del orden constitucional
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Aparecerían personajes nuevos: quizá, un alcalde que decidiese montar algún tipo de patrulla privada, que acaba en batalla campal. Presidentes autonómicos con ínfulas de pequeño dictador, aprueban leyes anticonstitucionales que ni el Estado ni los jueces son capaces de detener. Viejos movimientos, como el neofascismo callejero, son cada vez más asertivos. La izquierda se defiende, mostrando músculo en la calle y utilizando sus organizaciones para enfrentarse cuerpo a cuerpo con la extrema derecha.El aislamiento internacional intensifica el desastre económico. Inversores extranjeros buscan sacar el máximo provecho de esta situación de debilidad.Pronto, comienzan a apostar por “caballos ganadores”: financian partidos y líderes políticos que puedan plegarse a sus intereses. Como en el 1936, algunos lo tienen claro: una guerra puede acabar con todo esto.Algunos medios financiados con este dinero comienzan a difundir soflamas incendiarias, como sucedió antes del genocidio en Ruanda. Las redes sociales multiplican y aceleran estos conflictos.
Al haber abandonado el mundo bipolar de la Guerra Fría, los candidatos para este tipo de influencias serían muchos. Se sabe que Putin tiene simpatía por gran parte de la extrema derecha en Europa y Norteamérica. Es posible que los países europeos apoyasen algún tipo de alianza “de centro”, que en estas circunstancias sería una minoría. Mientras, la izquierda recibiría, como mínimo, apoyo propagandístico (o de otro tipo) de países como Cuba o Venezuela.Imaginemos que todo este caldo de cultivo se cataliza en torno a unas elecciones. La opción centrista ya no convence a nadie. Solo quedan la izquierda y la derecha: la campaña es de absoluto desprecio al contrario. En lugar de un solo Donald Trump, imaginemos cientos de ellos en cada lista electoral.Entonces, los resultados. Aquí hay dos posibilidades: gana la izquierda con un programa transformador, o la derecha con uno totalmente regresivo."La opción centrista ya no convence a nadie. Solo quedan la izquierda y la derecha: la campaña es de absoluto desprecio al contrario"
Fase 4: Las brutales consecuencias de una guerra civil contemporánea
Más que irse a la jungla, la izquierda movilizada trataría de resistir en las ciudades. Esto es porque el ejército lo tendría más difícil para atacar sin alienar a los civiles. Las redes solidarias desarrolladas antes de la clandestinidad servirían a los militantes para esconderse. Las acciones estarían dirigidas a minar la moral del ejército, al estilo de una guerra anticolonial, como la que retrataba Pontecorvo en La Batalla de Argelia.En este escenario, habría un número de muertos relativamente bajo, dado que sería un conflicto entre fuerzas de seguridad de uno y otro bando.Aun así, en ambos casos, es muy probable una intervención internacional. La posición estratégica de la península sería muy difícil de ignorar y un país en conflicto abierto es muy peligroso para sus vecinos.La cuestión sería si esas fuerzas buscarían el fin del conflicto (al estilo de las intervenciones de los años 90, como en Yugoslavia o Somalia) o si tratarían de apoyar a un bando u otro para beneficiarse del resultado (como en Ucrania o Siria hoy). Dado que vivimos en un mundo mucho más dividido, sería sensato (¡y terrible!) considerar la segunda opción como más probable.Llegados al punto de las intervenciones exteriores de la OTAN u otras fuerzas, cuyo balance es considerablemente negativo en cuanto a muertes se refiere; un conflicto civil contemporáneo en España sería una hecatombe humana."Es muy probable una intervención internacional. La posición estratégica de la península sería muy difícil de ignorar y un país en conflicto abierto es muy peligroso para sus vecinos"
Conclusión: Pensar lo impensable
A través de la historia, ha habido momentos en que escritores de ficción han querido aleccionar a las clases dominantes. Charles Dickens, por ejemplo, no era ningún revolucionario. Pero con su Historia de Dos Ciudades quería enseñar a la clase dominante británica que, de no acabar con la terrible desigualdad, podrían acabar guillotinados como en la Francia revolucionaria.Sería deseable que este tipo de lecciones las enseñasen también en Davos y los foros del G20, aunque es una cosa casi menos probable que un nuevo conflicto civil en España.Sigue a Roy en @WilliamRLark.Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado."Por evitar pensar en un futuro terrible no significa que podamos evitarlo, esa es la lógica inversa"