Imagen vía Caroline Haidacher/¡Pacifista!.
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Llegué a Buenavista el viernes después de andar 10 horas en carro desde Bogotá y de caminar una hora más desde la carretera hasta la zona veredal. Y desde el primer momento, una autentica euforia se percibía en el ambiente.Los guerrilleros decoraron el sitio, incluido el sendero que conectaba con la carretera, con mucho esfuerzo y detalle: banderita roja con el logo de las FARC, banderita blanca con la paloma de Paz, una tras otra, hasta donde alcanzaba la mirada.Todavía no había sido noticia el anuncio de la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación del Acuerdo Final y del presidente Juan Manuel Santos, que extendía la vigencia de las zonas veredales hasta el 1 de agosto, debido a los retrasos logísticos en algunas de ellas.Lo primero que vi el día de mi llegada fue que los guerrilleros trabajaban la carne con dedicación, pero con eficiencia militar: la cortaban y la alistaban a una velocidad impresionante.En imágenes: la guerrilla colombiana de las FARC se despide de sus armas. Leer más aquí.
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Por eso, por momentos me daba la impresión de que ahora se empezaba a crear un nuevo tipo de turismo: un turismo de paz, o un turismo de mirar con boca abierta los nuevos miembros oficiales de la sociedad colombiana y que venía a ser testigo de este periodo de transición.Hablando con los 'turistas', comencé a entender la seriedad de su interés: "Vine a conocer, a romper mitos que tiene uno sobre el guerrillero, el militar y el campamento", contaba una estudiante llamada Angélica, quien había llegado desde Bogotá."Uno ve que son seres humanos. Es hora de empezar a tejer sociedad", complementó. Llegaron también sindicalistas de Villavicencio, quienes confesaron que habían apoyado a las FARC desde hace muchos años.Así fue como 117 desertores de las FARC se entregaron a la justicia colombiana. Leer más aquí.
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Por la noche llegó el aguardiente y se empezó a armar la fiesta. Primero de forma tímida, todos sentados en sillas, escuchando a los grupos de música ranchera que se tomaron el escenario.Pero a medida que las notas sonaban y las copas quedaban vacías, guerrilleros e invitados se empezaban a levantar para cantar y bailar. Aparecieron en el cielo juegos pirotécnicos que sacaron gritos de júbilo y aplausos.Los altoparlantes estaban a un volumen tan exagerado, que por un momento pensé en todo lo que había estado reprimido: ahora la guerrilla quiere subir el volumen y tener toda la fiesta que no han podido tener en 53 años de lucha en la selva.Por eso, esa música que animó a los cientos de personas que asistieron a Buenavista bien podría ser una metáfora de la política en tiempos de paz: que ahora que las armas se están silenciando, sea la política y sus volúmenes la que domine la realidad.Cuando llegó el amanecer del domingo todavía la gente estaba bailando en el barro e iban a seguir haciéndolo hasta el mediodía. Prendieron otra vez las brasas para asar más carne, nuevamente lanzaron juegos pirotécnicos y nuevamente cayó un aguacero. El fin de semana se acabó después de una larga fiesta de casi tres días.La música dejó de sonar en Buenavista y comenzaron las horas de recuperación de la resaca. Las voces de quienes comenzaban a marcharse y los guerrilleros que conversaban entre sí redundaban al rededor de una misma idea: era momento de descansar porque la paz, con sus esfuerzos, está cada vez más cerca. Ahora faltan dos meses para que estos 518 guerrilleros que pasan los días aquí comiencen su camino definitivo hacia la vida civil. La hora está llegando.Sigue a VICE News En Español en Twitter: @VICENewsEsLos tours de las FARC en Colombia: arranca el turismo histórico de la guerrilla. Leer más aquí.